sábado, 31 de diciembre de 2022

Evangelio diario: 31-12-2022

Comienzo del santo evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.

Él estaba en el principio junto a Dios.

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.

Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.


Comentario

Rico, muy rico en verdades sublimes este conocido prólogo del evangelio de San Juan. Destaquemos algunas de ellas.

La primera y principal, de la que parten las demás, es que la Palabra, Jesús, ha venido hasta nuestra tierra. Todo un Dios que viene hasta nosotros y nos ofrece lo que más necesita nuestra persona. “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”. Vida y luz, una luz que disipa nuestras tinieblas.

Lo pasamos mal cuando no vemos claro, cuando las oscuridades prevalecen sobre las claridades. Dios nos ha dotado de libertad y usando de ella podemos cometer el enorme error de rechazar a Jesús y la vida y la luz que nos brinda. Pero a cuantos le reciben, y nosotros queremos recibirle “les da el poder de ser hijos de Dios, si creen en su nombre”.

Enorme el amor que Jesús nos tiene que le lleva a hacernos hijos de Dios. Dios para nosotros no es en primer lugar el Omnipotente, el Altísimo, sino nuestro Padre, el que nos ama y cuida de nosotros, y al que podemos dirigirnos sin temor, sin miedo porque es nuestro Padre. Toda la vida es distinta y mejor si Dios es nuestro Padre entrañable.

Santoral: San Silvestre I, papa


San Silvestre es el primer Papa de una Iglesia que ya no tiene que esconderse en las catacumbas a causa de las persecuciones de los primeros siglos. En efecto, en el año 313, durante el papado del africano Melquíades, los emperadores Constantino y Licinio concedieron plena libertad de culto a los cristianos.

Al año siguiente, Silvestre, sacerdote romano, es elegido Papa. Se desconoce el año de su nacimiento; sin embargo, según el Liber Pontificalis, era hijo de un cierto Rufino romano. Silvestre guió el paso de la Roma pagana a la Roma cristiana, y asistió a la construcción de las grandes basílicas constantinianas.

Siempre según el Liber Pontificalis, el Papa Silvestre sugirió a Constantino la fundación de la Basílica de San Pedro en la colina del Vaticano, sobre la tumba del apóstol. Gracias a la colaboración entre Constantino y Silvestre, también surgieron la basílica y el baptisterio de Letrán -cerca del ex palacio imperial donde comenzó a vivir el Pontífice-; la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén; y la Basílica de san Pablo Extramuros.

La memoria de Silvestre está, sin embargo, unida principalmente a la iglesia “in titulus Equitii” que toma el nombre de un presbítero romano que se dice que erigió esta iglesia en su propiedad. Dicha iglesia se encuentra aún cerca de las termas de Trajano, junto a la Domus Aurea.

Contribuyó además al desarrollo de la liturgia: cambió para la liturgia los nombres de los días de la semana que recuerdan divinidades paganas, dejando con nombre sólo el Sábado y el Domingo y llamando "ferias" con su respectivo ordinal a los demás días, tal como se usa en portugués.

Durante su papado, probablemente fue escrito el primer martirologio romano. Al Papa Silvestre se le atribuye también el haber marcado las bases del derecho canónico, así como la creación de la escuela romana de canto.


San Silvestre y su carrera

San Silvestre no tiene nada que ver con la carrera, pero esta lleva su nombre desde que se inició en Brasil, hace más de 80 años, porque se realiza el día en que celebra la memoria de San Silvestre Papa.

Así mismo podría haberse llamado con el nombre de cualquier otro santo celebrado el 31 de Diciembre. Es costumbre medieval relacionar hechos, celebraciones con el santo del día o el más célebre de esos días. Así tenemos los “sanfermines”, “sanvalentín”, "veranillo de San Miguel", etc.

viernes, 30 de diciembre de 2022

Solemnidad de la Sagrada Familia

Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico 3, 2-6.12-14


El Señor honra más al padre que a los hijos
y afirma el derecho de la madre sobre ellos.
Quien honra a su padre expía sus pecados,
y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros.
Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos
y, cuando rece, será escuchado.
Quien respeta a su padre tendrá larga vida,
y quien honra a su madre obedece al Señor.
Hijo, cuida de tu padre en su vejez
y durante su vida no le causes tristeza.
Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él,
y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor.
Porque la compasión hacia el padre no será olvidada
y te servirá para reparar tus pecados.



Salmo 127

R. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.

R. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa.

R. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.

Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida.

R. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.





Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 12-21


Hermanos:

Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedum-bre, paciencia.

Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.

El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.

Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.

Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.

Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.

Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo.




Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 13-15. 19-23

Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta:
«De Egipto llamé a mi hijo».
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
«Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño».
Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel.

Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.



Comentario

Esta fiesta de la sagrada familia pudiera ser presentada con mucha dulzura y regocijo, pero Mateo nos abre una página de la familia de Nazaret en pleno camino doloroso y de destierro. Jesús, María y José viven la condición dramática de los prófugos; recorren un camino que anticipa, en cierto sentido, el camino del Calvario (incertidumbre, miedo, inseguridad).


Para cada uno de nosotros puede haber también un destierro entendido como experiencia de libertad. Se trata de advertir todo lo que en nuestro mundo representa una amenaza para la persona, la vida, la libertad, el espíritu y la misma familia. Se trata de poner a salvo los valores más preciosos, aquellos que son transparentes a la luz de la patria verdadera, de un mundo distinto, de una manera de ser y de estar… al estilo de José, “hombre de sueños” que acepta la intervención de lo alto, que está y es sensible a la invitación de partir, es decir, de dejar sitio a la Voz de quien bien sabe de lo humano pues es criatura suya; y acepta estar en “otro lugar” respecto al mundo y su criterios, una tierra amplia, sin fronteras ni barreras, donde se saborean la gratuidad, la pertenencia y la paz. La tierra donde cada uno puede ser él mismo, en la verdad de su ser, en comunión con Dios y con los demás… y el camino que lleva a ese Reino, puede ser precisamente el del destierro, el del alejamiento de ese mundo artificial y decrépito obra de la injusticia.

El fragmento que hemos leído del Eclesiástico nos ayuda a ponernos en contacto igualmente con ese otro destierro interior, hacia dentro de nuestra propia familia, de nuestra comunidad, de nuestra iglesia, donde los que menos cuentan, los ancianos por ejemplo, son ignorados o arrinconados. La insistencia en la observancia del cuarto mandamiento, “honrar” nos pone en contacto con reconocer el valor, el carácter sagrado de la persona, independientemente de que su manos puedan sernos o no útiles; la delicadeza con los miembros más débiles de nuestra familia, de nuestra comunidad, puede convertirse en el soporte más sólido y testimonial de la familia, de la comunidad, sin tener que recurrir a ninguna defensa política.

La fiesta de la sagrada familia nos recuerda oportunamente que en ese espacio sagrado, que lo es porque Dios lo ha tocado, se celebra la insustituible liturgia de lo cotidiano, hecha gesto recíproco entre todos sus miembros, compromiso de amor y pertenencia, comunidad de vida y amor… capaz de ser sagrada porque quien la ha tocado con su nacimiento, es sagrado.


La Sagrada Familia en el arte

Toda expresión artística, pintura, escultura o arquitectura, se configura en cualquier época histórica como testimonio de los modos de vida de la humanidad, de su sentir y de su manera de expresar sentimientos íntimos, plasmándolos plásticamente, dejándolos como testamento para la posteridad.

A lo largo de la historia humana, ha habido épocas en las que el sentimiento trascendente, la vivencia religiosa ha sido el hilo conductor de la vida de las sociedades. Hoy en este día de la Sagrada Familia, queremos recuperar algunos testimonios de esa vivencia religiosa centrada en la familia, configurada como núcleo del cuerpo social de la sociedad y por tanto también con un modelo religioso, un ideal de vivencia de la fe para los creyentes.

José, María y Jesús, ocuparon en el sentir del creyente un lugar en el corazón y en la devoción popular como familia en la que se vive una especial comunión con Dios.

Antes de existir una fiesta oficial como tal en el siglo XIX, la fe del pueblo De Dios hizo que la sagrada familia fuese una devoción vivida y sentida que se transmitió al arte y que llega hasta nosotros.

Como muestra de ello unas pocas imágenes que de las manos de los grandes maestros llegan hasta nuestros días.


Rafael tiene en la Sagrada Familia un tema recurrente, en esta obra el pintor, une magistralmente la elegancia renacentista con la armonía espiritual que existe entre los protagonistas:

Sagrada Familia del Cordero - Rafael (1507)
Oleo sobre tabla - Museo Nacional Del Prado


Una muestra escultórica de Alonso Berruguete, que junto con el Greco son en el siglo XVI, los apasionados artistas de la fe:

Adoración de los Magos - Alonso Berruguete
Museo Nacional de Escultura - Valladolid



La Sagrada Familia del Pajarito, es la muestra real y viva de un padre de familia ejemplar -el mismo Murillo- que presenta con una gran expresividad, un ambiente hogareño. Es una hora cualquiera, de una familia cualquiera, en la que late un profundo fervor religioso y que plasmó magistralmente el pintor sevillano:

Sagrada Familia del pajarito - Bartolomé Esteban Murillo (1650)
Museo Nacional del Prado


En el siglo XVIII con el predominio de la pintura francesa, es Goya el que deja en la pintura española su especial impronta, y aunque en su obra no es la temática religiosa lo primordial, aquí tenemos una de sus mejores obras religiosas:


Sagrada Familia - Goya (hacia 1787)
Oleo sobre lienzo - Museo Nacional del Prado



Por ultimo, como curiosidad una minitura del libro de horas del Rey Carlos VIII de Francia, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid y que está catalogado como Tesoro de España. Muestra una escena familiar muy peculiar, habida cuenta que este libro está datado en el siglo XV. Una escena propia de nuestros días en la que el marido y la mujer reparten equitativamente las tareas domesticas. El cocina y ella cuida del hijo.

Libro de horas de Carlos VIII de Francia (1494)
Biblioteca Nacional - Madrid












jueves, 29 de diciembre de 2022

Evangelio diario: 29-12-2022

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,22-35

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»

Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.

Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos “han visto a tu Salvador”,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
“luz para alumbrar a las naciones”
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».




Comentario

La presentación de Jesús en el Templo, es invitación a profundizar en el misterio de la Encarnación; y dejar clara ante Él la actitud de nuestro corazón.

Tres veces se repite la expresión “según la ley” (2,22.23.24). Así la sagrada familia es presentada como una familia humana, vigorosamente adherida a Dios, fiel cumplidora de la ley; fidelidad simbolizada en la oblación de las dos tórtolas.

No habla el Evangelio del rescate del primogénito como mandaba la Ley porque Jesús desde el principio es el consagrado al Señor. Y así es salvación, gloria de Israel y luz para todos los pueblos.

Vivir en el Espíritu, acoger a Dios como niño tomándolo en nuestros brazos, ser honrados y piadosos saber esperar el consuelo, la promesa de Dios, nos sitúa como a Simeón, en el horizonte luminoso de quien dice creo.

El encuentro con el Señor libera de las sombras de la muerte. Quien se encuentra con el Señor puede morir en paz.

Ver con nuestros ojos al salvador nos lleva a contemplar con paz nuestro tránsito a otros brazos, los del Padre.

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Evangelio diario: 28-12-2022

Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 13-18

Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta:
«De Egipto llamé a mi hijo».
Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos.

Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:
«Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes;
es Raquel que llora por sus hijos
y rehúsa el consuelo, porque ya no viven».





Comentario

Lo primero que sobresale en la fiesta de hoy es la muerte injusta de estos niños inocentes. No habían hecho nada malo y Hedores que quería matar a Jesús, al verse engañado por los Magos, decide matar a todos los niños menores de dos años de Belén y alrededores. Nuestro corazón se revuelve contra esta profunda injusticia. Como se revuelve contra tantas muertes injustas de tantos inocentes a lo largo de la historia de la humanidad a manos de hombres injustos. Entre ellas la de Jesús de Nazaret, nuestro Maestro y Señor.

Quizás la segunda reacción sea preguntarnos qué pasa con los injustos homicidas, y tantos otros, que no han recibido ningún castigo ante su injusto comportamiento. Porque nuestro corazón no queda satisfecho con que triunfe la injusticia sobre la justicia.

Curiosamente la liturgia de este día nos habla del gran perdonador que es nuestro Padre Dios. “Si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo nos perdonará los pecados y nos lavará los delitos” y nos recuerda que tenemos el mejor abogado posible, que nos defenderá ante el Padre, Jesucristo, el Justo. Por este pasaje y por tantos otros del evangelio, queda claro que si nos arrepentimos y pedimos perdón de corazón a nuestro Padre Dios, siempre nos va a perdonar por muy fuerte que sea el mal que hayamos hecho.

Nos seguimos preguntando. ¿Qué sucede con Herodes y con todos los que en la tierra han cometido y siguen cometiendo profundas injusticas contra sus hermanos y… no se han arrepentido de ello, y no han pedido perdón a sus ofendidos, ni a Dios nuestro Padre? Nuestra religión nos habla del purgatorio y del infierno. Dejamos a Dios y a nuestro abogado Jesucristo que diriman estas cuestiones, que hemos expuesto en el día de la muerte de los niños inocentes. Nuestro destino último está en buenas manos. 




Santoral: Los Santos inocentes

La masacre de los inocentes (1824) - François-Joseph Navez
Colección privada - Imagen de dominio público


¡Oh gran don de la gracia! ¿De quién son los merecimientos para que así triunfen los niños? Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla valiéndose de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria.


De los sermones de san Quodvultdeus, obispo
(oficio de lectura 28 Diciembre)





De acuerdo al relato de San Mateo, el rey Herodes mandó a matar en Belén y sus alrededores a los niños menores de dos años, al verse burlado por los Reyes Magos, quienes regresaron a sus países por otra ruta para no revelarle dónde estaba el Mesías.

En el siglo IV se instituyó esta fiesta para venerar a estos niños que murieron como mártires. La tradición oriental los recuerda el 29 de diciembre, mientras que la latina, el 28.

Posteriormente, San Quodvultdeus, Padre de la Iglesia del Siglo V y Obispo de Cartago (norte de África), dio un sermón sobre este lamentable hecho.
“¿Qué temes, Herodes, al oír que ha nacido un Rey? Él no ha venido para expulsarte a ti, sino para vencer al Maligno. Pero tú no entiendes estas cosas, y por ello te turbas y te ensañas, y, para que no escape el que buscas, te muestras cruel, dando muerte a tantos niños”.
Más adelante el Santo le señala al rey asesino:

“Matas el cuerpo de los niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón. Crees que, si consigues tu propósito, podrás vivir mucho tiempo, cuando precisamente quieres matar a la misma Vida”.

“Los niños, sin saberlo, mueren por Cristo; los padres hacen duelo por los mártires que mueren. Cristo ha hecho dignos testigos suyos a los que todavía no podían hablar”.



Matanza de los inocentes (1450) - Frangelico
Fragmento del Relicario "Armario de la Plata"
Museo del Convento de San Marcos - Florencia


Es imposible establecer el día o el año de la muerte de los Santos Inocentes, ya que la cronología del nacimiento de Cristo y los acontecimientos bíblicos subsiguientes son muy inciertos. Todo lo que sabemos es que los infantes fueron asesinados dentro de los dos años después de la aparición de la estrella a los Sabios de Oriente.

La Iglesia venera a esos niños como mártires; constituyen los primeros mártires de la Iglesia muertos por el hielo de la persecución; no sólo murieron por Cristo, sino en su lugar (Agustín, “Sermon 10 De los Santos ).

En relación con ellos, el Apóstol recuerda las palabras del profeta Jeremías (31,15) hablando de la lamentación de Raquel. La tumba de Raquel, representante de las antepasadas de Israel, se encuentra en Ramá. Allí se congregaron los remanentes de la nación para ser conducidos al cautiverio. Igual que Raquel después de la caída de Jerusalén, desde su tumba lloraron los hijos de Efraín, de modo que ella llora nuevamente por los niños hombres de Belén. La ruina de su pueblo, conducido a Babilonia, es sólo un ejemplo de la ruina que amenaza a sus hijos ahora, cuando el Mesías va a ser asesinado y se ve obligado a huir de en medio de su propia nación para escapar a la espada del alguacil. El lamento de Raquel después de la caída de Jerusalén recibe su cumplimiento supremo a la vista de la caída de su pueblo, precedido por la matanza de sus hijos y el destierro del Mesías.


La matanza de los inocentes (1310) - Giotto
Basílica inferior de San Francisco de Asís


La Iglesia Latina instituyó la fiesta de los Santos Inocentes en fecha desconocida, no antes del final del siglo IV y no después del final del siglo V. Junto con las fiestas de San Esteban y San Juan, se halló por primera vez en el el Sacramentario Leonino, fechado alrededor de 485.

Los latinos guardaban esta fiesta el 28 de diciembre, los griegos el 29 de diciembre, los sirios y caldeos el 27 de diciembre. Estas fechas no tienen nada que ver con el orden cronológico del acontecimiento; la fiesta se celebra dentro de la octava de Navidad porque los Santos Inocentes dieron su vida por el Salvador recién nacido. Esteban, el primer mártir (mártir por voluntad, amor y sangre), Juan, el discípulo amado (mártir por voluntad y amor), y estas primeras flores de la Iglesia (mártires por sangre solamente) acompañan al Santo Niño Jesús cuando aparece en el mundo el día de Navidad. 

Únicamente la Iglesia de Roma da el nombre de Inocentes a estos niños; en otros países latinos se les llama simplemente Infantes y la fiesta tenía el título de “Allisio infantium”,  “Natale infantum”, o “Necatio infantum”. 

martes, 27 de diciembre de 2022

Evangelio diario: 27-12-2022

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1a. 2-8

El primer día de la semana, María la Magdalena echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.



Comentario

Vió y creyó, fue lo que hizo San Juan evangelista, cuya fiesta celebramos hoy, después de su primer encuentro con Jesús, cuando buscándole con Andrés y deseando saber quién era y dónde moraba, les invitó a su casa: “Venid y ved”. A raíz de este primer encuentro, Juan dejó todo lo que tenía y aceptó la invitación de Jesús a seguirle y ser discípulo suyo. En ese seguimiento, Jesús fue retocando y modelando su corazón y Juan correspondió al gran amor que le mostró, siendo el único de sus amigos que permaneció al pie de la cruz y al que Jesús le encargó el cuidado de su madre María.

El evangelio de hoy nos recuerda su fe en el Cristo resucitado, al encontrarse con el sepulcro vacío. “Vio y creyó”. Resurrección que siguió fortaleciendo en las posteriores apariciones de Jesús. Desde entonces, con toda la fuerza de su corazón, Juan fue testigo de lo que había visto, oído y experimentado al lado de Jesús. Fue testigo de su vida, muerte y resurrección, que también supo plasmar en su evangelio y sus cartas… tratando de contagiar a los demás su sublime experiencia con Jesús amigo, muerto y resucitado.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Evangelio diario: 26-12-2022

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 17-22

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles. 
Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. 
El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. 
Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».




Comentario

La vida de Jesús en esta tierra no fue un paseo triunfal, donde todo le sonrió. Al proclamar su evangelio, su buena noticia, fue aceptado por un buen puñado de personas, pero también fue rechazado por un alto número de ellas, especialmente por las autoridades de entonces, que lograron darle muerte en lo alto de una cruz.

Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy donde anuncia a sus seguidores que serán rechazados por muchos, arrestados y llevados a los tribunales, son un buen comentario a otras palabras de Jesús: “No está el discípulo por encima de su maestro, ni el siervo por encima de su amo”.

Fue lo que le sucedió a San Esteban, el primer mártir cristiano. Por seguir y predicar lo mismo que su maestro Jesús, le sucedió lo mismo que a él, y le mataron lo mismo que él… y su final fue el mismo que el de Jesús, resucitando a una vida nueva de total felicidad. Jesús nos invita a perseverar con él hasta el final.

domingo, 25 de diciembre de 2022

Santoral: La Natividad del Señor


Después de la celebración anual del misterio pascual de
la muerte y resurrección de Cristo,
la Iglesia venera con mayor devoción
la memoria de la Natividad del Señor y
de sus primeras manifestaciones


Un poco de historia

Al surgimiento de la celebración de la Navidad han contribuido diversas causas. El 25 de diciembre no es la fecha histórica del nacimiento de Jesús, sino que fue elegido para suplir en Roma la fiesta pagana del "Nacimiento del sol invicto" con motivo del solsticio de invierno, proponiendo a Cristo como luz que ilumina a las naciones. Por otra parte, los judíos celebraban en estas fechas la fiesta de la Hanukkah (dedicación), o de las luces, recordando la purificación del templo de Jerusalén y su iluminación gracias a la victoria de Judas Macabeo (1Mac 4, 36-61), precisamente el día 25 del mes noveno, Casleu, que es nuestro diciembre. Navidad es también consagración del Cuerpo de Cristo, templo luminoso de la divinidad.

Ninguna otra fiesta ha sufrido un proceso de secularización más que esta; todos celebran la Navidad, pero pocos saben por qué lo hacen. Precisamente es la liturgia cristiana, con todo el conjunto de celebraciones de estos días, la que puede dar cumplida respuesta a tanto vacío moral.


Dios cumple sus promesas

El nombre de Noche buena no es algo bonito, sin más. La bondad de la Nochebuena, cantada por poetas y artistas a lo largo de veinte siglos desde que sucedió, no es comparable con ninguna otra. Precisamente porque sucedió. Y porque Cristo ha nacido, nos espera a los hombres, no la noche de la tristeza, sino el más claro y radiante de los días. Así lo expresó Fray Luis de Granada:

En este día tan glorioso y de tanta virtud, dice el santo Evangelista que se cumplieron los días del parto de la Virgen, y llegó aquella hora tan deseada de todas las gentes, tan esperada en todos los siglos, tan prometida en todos los tiempos, tan cantada y celebrada en todas las Escrituras divinas. Llegó aquella hora, de la cual pendía la salud del mundo, el reparo del cielo, la victoria del demonio, el triunfo de la muerte y del pecado. Era la medianoche muy más clara que el mediodía (cuando todas las cosas estaban en silencio, y gozaban del sosiego y del reposo de la noche quieta), y en esta hora tan dichosa sale de las entrañas virginales a este nuevo mundo el Unigénito Hijo de Dios.

Veis aquí al Salvador del mundo, a la gloria del cielo, al Señor de los ángeles, a la bienaventuranza de los hombres, y a aquella sabiduría eterna, engendrada antes del lucero de la mañana…

El nacimiento de Jesús en Belén no es un hecho que se pueda relegar al pasado. En efecto, ante él se sitúa la historia entera: nuestro hoy y el futuro del mundo son iluminados por su presencia.

Él es el que vive (Ap 1,18), Aquel que es, que era y que va a venir (Ap 1,4). Ante Él debe doblarse toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua debe proclamar que Él es el Señor. Al encontrar a Cristo todo hombre descubre su propia vida.

Jesús es la verdadera novedad que supera todas las expectativas de la humanidad. Y así será para siempre, a través de la sucesión de las diversas épocas históricas. La encarnación del Hijo de Dios y la salvación que Él ha realizado con su muerte y resurrección son, pues, el verdadero criterio para juzgar la realidad temporal y todo proyecto encaminado a hacer la vida del hombre cada vez más humana (JUAN PABLO II, Bula Incarnationis Mysterium, nº 1)

Durante algún tiempo, la historia occidental estuvo completamente fascinada por este acontecimiento. No solo la Iglesia; también el Estado se concibió y se estructuró como representación visible y terrenal del vencedor eterno del mundo, del Kyrios Christos. Pero luego la historia volvió a abrir al aire sus velas y zarpó hacia nuevas costas. Y muchos cristianos han perdido la confianza en su propia realidad. El acontecimiento de Belén y el Gólgota les parece un mero símbolo, una idea; un simple mito, tal vez el más puro, el más fecundo de todos, pero desde luego no la realidad que lo domina todo; sencillamente una mera imagen ideal para el desarrollo de la humanidad, para la realización de los derechos humanos, de la reconciliación y del perdón entre los individuos y también entre los pueblos. Y si bien no podemos olvidar que esta visión de las cosas no es tampoco ajena a las palabras de la Sagrada Escritura tampoco es completa.

En ese tiempo humano Dios introdujo la plenitud al entrar con ella en la historia del hombre. No entró en el mundo como un concepto abstracto. Entró como Padre que da la vida -una vida nueva, una vida divina- a sus hijos adoptivos.

Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que trae la buena noticia. Aquello que nos ha estado anunciando Juan el Bautista a lo largo de todo el tiempo del Adviento, hoy es realidad. ¡Qué hermosos son los pies del mensajero! Estamos tocando aquí el culmen del misterio de nuestra vida cristiana. En efecto, el nombre cristiano indica un nuevo modo de ser: existir a semejanza del Hijo de Dios. Como hijos en el Hijo participamos en la salvación, la cual no es sólo liberación del mal, sino ante todo, plenitud del bien; del sumo bien de la filiación de Dios.


Dios ha nacido entre nosotros... Feliz Navidad




Solemnidad de la Natividad del Señor

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 52, 7-10


¡Qué hermosos son sobre los montes
los pies del mensajero que proclama la paz,
que anuncia la buena noticia,
que pregona la justicia,
que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!».
Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro,
porque ven cara a cara al Señor,
que vuelve a Sión.
Romped a cantar a coro,
ruinas de Jerusalén,
porque el Señor ha consolado a su pueblo,
ha rescatado a Jerusalén.
Ha descubierto el Señor su santo brazo
a los ojos de todas las naciones,
y verán los confines de la tierra
la salvación de nuestro Dios.




Salmo 97


R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios

El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios

Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.

R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios

Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.

R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios




Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 1, 1-6


En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas.

En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos.

Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.

Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»; y en otro lugar: «Yo seré para él un padre, y el será para mi un hijo»?

Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios».



Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.

Él estaba en el principio junto a Dios.

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni  de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.

Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.





Comentario
La experiencia más bella que podemos tener es la de lo misterioso. Se trata de un sentimiento fundamental que es, como si dijéramos, la cuna del arte y de la ciencia verdadera. Quien no lo conoce ya no puede maravillarse ni admirarse de nada, ya está muerto, podríamos decir, y su ojo está debilitado (Albert Einstein).

La noche se cerraba entre el asombro y la expectación que nos regalaba el contemplar a un Dios que se acercaba con tal premura, sencillez y ternura al ser humano. Un Dios que buscaba encontrarse con el hombre de ayer y de hoy, simplemente en lo humano, en lo histórico, en lo cotidiano del vivir, para desde ahí, llevarnos a comprender más y mejor a Dios y a ser parte de Él con más conciencia de hijos.

El acontecimiento desborda la expectativa de quien ejercitaba la espera y la esperanza. Redención y salvación empiezan a trabar el buen fin del propósito de vida emanado por Dios desde la creación del mundo para cada hombre y para cada mujer. Contemplábamos un misterio. Contemplábamos la Vida haciéndose hermana nuestra en un recién nacido. La luz del nacimiento del Redentor iluminaba nuestros ojos y educaba nuestra mirada en ese ser capaces de acoger el misterio.

Hoy, en este día santo de Navidad, nos sorprende la liturgia de la Palabra con un texto, no muy del regusto humano, apegado a lo entrañable o a lo romántico de lo “esperable por Navidad”. Hoy la Palabra ya no busca endulzar unos oídos primerizos o que simplemente atiendan al primer rumor. En este día santo de Navidad, que la Iglesia prolongará durante toda una octava, porque el hecho es de tal envergadura que así lo requiere la fe y la razón humanas para asumirlo, se nos ofrece a la consideración el prólogo del cuarto evangelio. Compendio de toda la Buena Noticia, sumario de la voluntad de Dios, recapitulación de la inconsistencia humana que se debate, a lo largo de la historia, entre vivir, acoger y ser luz, o cerrar la puerta del corazón a la luz de la Vida.

La condición de filiación -pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre (Jn 1,12)- o dicho con palabras más coloquiales, la fuerza de la posibilidad de vivirse en la relación con Dios y en la existencia humana como hijos, supone un desafío al eterno anhelo de lo humano. Vivir como regalo, sabiéndose acompañado, custodiado… en relación condicionada por el amor incondicional, en fraternidad con los demás hombres y mujeres del mundo, que hoy y siempre, han acogido la luz.

Las palabras toman cuerpo. La Palabra se encarna. Ya no hay quimera, ilusión o fantasía. De Dios nunca podremos decir que su Palabra fuera campana hueca o címbalo que aturde. La Palabra-Promesa traspasa su misma definición y límite, se excede en el intento… Dios no se quiere lejos de aquello que ama. Dios se quiere en la historia. Dios se quiere encontrar y dejarse encontrar en sus propios hijos. Dios se hace historia entrelazando lo humano y lo divino en ese punto de sutura que es el Hijo del hombre, el Cristo, el Ungido de Dios.

Ha nacido y está en medio de nosotros. Es Dios -con todo su poder y majestad-, que se ha hecho Niño, para que, viéndole, nos elevemos a las cosas divinas. Por tanto, nos toca a nosotros, a cada uno aquí y ahora, creer en su amor. Ya que como dice san Agustín: ¿Por qué razón sobre toda razón, se encarnó el Verbo, sino para manifestarnos su amor?

En definitiva, Dios se ha encarnado, se ha hecho Niño para estar junto a nosotros. Y lo ha hecho por puro amor al ser humano; y porque el amor tiende siempre, de natural, a la unión con lo amado. Bien lo cantaba san Juan de la Cruz:

¿Adónde te escondiste, 
Amado, y me dejaste con gemido? 
Como el ciervo huiste, 
habiéndome herido; 
salí tras ti clamando, y eras ido.

Descubre tu presencia, 
y máteme tu vista y hermosura; 
mira que la dolencia 
de amor que no se cura 
sino con la presencia y la figura.

¡Oh, noche que guiaste!
¡Oh, noche amable más que la alborada!
¡Oh, noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

De ahí que nuestro mejor tributo en este día de Navidad sea creer en su amor, tal y como en una de las cartas lo señalará el propio evangelista del cuarto evangelio: Hemos conocido y creído la caridad que Dios nos tiene (1Jn 4,16). Además, será esta fe, esta inclinación de nuestra mente, corazón y voluntad al amor de Dios, el principio de nuestra propia felicidad. Santa Teresita sonreía porque se llamaba del Niño Jesús. El rostro de la Virgen es el símbolo de la felicidad, porque ha mirado al Niño y ha visto en sus ojos todo el misterio del amor de Cristo. Contemplemos con María el misterio. Y si adoración es el postrer esfuerzo del alma que rebosa y ya no puede articular palabra, postrados ante Él, adorémosle en silencio, dejémonos mirar por el Amor…

Feliz Navidad




Desde este espacio desearos a todos una muy feliz Navidad del Señor y un mejor año 2023.
Que el Señor de la vida nos cuide a todos
y nos bendiga cada día.

sábado, 24 de diciembre de 2022

Comienza el Tiempo de Navidad y la Octava de Navidad

Comienza el tiempo de Navidad y
la octava de Navidad
(después de la hora nona)



Introducción al tiempo de Navidad

Del Directorio sobre la Piedad popular y la Liturgia (nn. 106-107)

En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén, anunciado a los pastores, primicia de Israel que acoge al Salvador; la manifestación a los Magos, «venidos de Oriente» (Mt 2, 1), primicia de los gentiles, que en Jesús recién nacido reconocen y adoran al Cristo Mesías; la teofanía en el río Jordán, donde Jesús fue proclamado por el Padre «hijo predilecto» (Mt 3, 17) y comienza públicamente su ministerio mesiánico; el signo realizado en Caná, con el que Jesús «manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él» (Jn 2, 11).

Durante el tiempo navideño, además de estas celebraciones, que muestran su sentido esencial, tienen lugar otras que están íntimamente relacionadas con el misterio de la manifestación del Señor: el martirio de los Santos Inocentes (28 de diciembre), cuya sangre fue derramada a causa del odio a Jesús y del rechazo de su reino por parte de Herodes; la memoria del Nombre de Jesús, el 3 de enero; la fiesta de la Sagrada Familia (domingo dentro de la Octava), en la que se celebra el santo núcleo familiar en el que «Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52); la solemnidad del 1 de enero, me- moria importante de la maternidad divina, virginal y salvífica de María; y, aunque fuera ya de los límites del tiempo navideño, la fiesta de la Presentación del Señor (2 de febrero), celebración del encuentro del Mesías con su pueblo, representado en Simeón y Ana, y ocasión de la profecía mesiánica de Simeón.

Esta noche de vigilia de Navidad, en la liturgia de la palabra comenzamos escuchando cómo el profeta Isaías nos anuncia el nacimiento de la Luz que nos alumbrará a los que caminamos en tinieblas. Se trata de un Niño, el Señor, que nos librará de la opresión, que nos dará aquello que realmente necesitamos, instaurando aquí su Reino.

En el rezo del salmo 95 compartimos con toda la creación la alegría por el nacimiento del Señor. Nuestro corazón se llena de júbilo.

En su carta a Tito, san Pablo nos dice que el Hijo de Dios nos trae la salvación y la felicidad en la medida en que nosotros seamos coherentes con su Evangelio, siendo generosos con los demás.

Y por último, escuchamos cómo el evangelista san Lucas nos narra el nacimiento del Señor, que tuvo lugar en medio de la noche. Cuando todo estaba sosegado y en silencio, un ángel irrumpió para anunciar la gran noticia: un Niño recién nacido y envuelto tiernamente en pañales es nuestro Salvador.

Vigilia de la Natividad del Señor

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 9, 1-6


El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande;
habitaba en tierra y sombras de muerte,
y una luz les brilló.

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo;
se gozan en tu presencia, como gozan al segar,
como se alegran al repartirse el botín.

Porque la vara del opresor, el yugo de su carga,
el bastón de su hombro,
los quebrantaste como el día de Madián.

Porque la bota que pisa con estrépito
y la túnica empapada de sangre
serán combustible, pasto del fuego.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado:
lleva a hombros el principado, y es su nombre:
«Maravilla de Consejero, Dios fuerte,
Padre de eternidad, Príncipe de la paz».

Para dilatar el principado, con una paz sin límites,
sobre el trono de David y sobre su reino.

Para sostenerlo y consolidarlo
con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre.

El celo del Señor del universo lo realizará.




Salmo 95

R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre.

R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.

R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque.

R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor

Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.

R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor





Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14


Querido hermano:

Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, el cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras.





Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 1-14

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio.

Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad.

También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.

De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.

El ángel les dijo:
«No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».




Comentario

Navidad vuelve a ser, hoy igual que ayer, apertura a lo que nace, acogida de lo que llega, abrazo de lo herido, ternura para con lo vulnerable, acrecentamiento de la alegría, desbordamiento de la esperanza; en definitiva, asombro desmedido por un Dios que se nos ‘avecina’ en nuestra carne, en nuestros sentires…

Un Dios que se va a dejar, no solo adorar sino también amar… y lo va a hacer al modo humano. Y para vivir esto hace falta detenerse, hace falta capacidad de asombro, hace falta silenciamiento de todo lo demás… y precisamente ahora, todo lo demás, mete más ruido que nunca. Ante Dios hecho hombre necesitamos volver a recuperar el vértigo y el escalofrío, el estremecimiento y la conmoción. Debemos volver a gritarle al hombre de hoy, de cerca y de lejos, aquella alocución de san Agustín ante la Navidad: ¡despierta cristiano: Dios se ha hecho Hombre por ti!

Creer, celebrar y predicar la Navidad es discurso desmesurado de humanidad y de divinidad. Es acallar lo conocido para gritar lo inefable. Vivir la Navidad es lo opuesto al grisáceo pragmatismo de lo material y de lo urgente que, tantas veces, nos hace olvidar lo importante. Predicar la Navidad es volver al origen, a nosotros mismos como individuos y como Iglesia. Celebrar la Navidad es recordarnos unos a otros la posibilidad de hacer encuentro con Cristo, con el Dios hecho hombre por nosotros. Creer en la Navidad es abrazar a Cristo, acogerle. Es romper las inercias de una fe consabida para dejarnos seducir y asombrar por una Palabra vertida en historia, contingencia, inmanencia. Una Palabra encarnada por nosotros. Es ser capaz de escuchar el balbucir de un Dios vulnerable al amor humano. Es ser capaz de contemplar, entre circunspecto y desbordado, lo de Dios en un humano.

No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados.
Nuestra mayor amenaza “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando”. A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” 
(Benedicto XVI, Aparecida 12).

El evangelio en esta noche nos habla de todo ello: no hay grises pragmatismos en la venida del Señor. No hay estrecheces de mirada en los planes de Dios. No hay obstáculos imposibles o desafío desmedido en la encarnación del Hijo del Hombre. Lo que hallamos es disponibilidad en la dificultad, acogida en lo novedoso, adoración en la pobreza, música en la oscuridad de la noche, esperanza en todos y cada uno de quienes supieron acallar y contemplar lo que nacía.

Es por ello que intentar el juego de la seducción por la palabra en esta Navidad es, como dijo Diego de Jesús en el siglo XVII, invitarnos unos a otros a de dejar de “ir a Belén a hacer cosas” para intentar un “ir a Belén a que ocurran cosas”.

Ir a presenciar pasivamente —con ‘actuosa’ pasividad— el Acontecimiento que viene hacia mí. (Nada exige mayor energía y compromiso —anota Simone Weil— que la atención). Tras esta intuición cordial podemos vislumbrar a cada uno de los personajes del evangelio de esta noche: María y José que solo cumplían la ley en ese intento de buscar el cómo vivir lo inefable de su embarazo en lo cotidiano de lo histórico y social; los pastores que solo dormitaban una noche más el silencio rutinario y sereno de una cotidiana pobreza e intemperie, cuando supieron acoger la novedad del anuncio y aprehenderla desde sus desesperanzas. Y, por último, el mismo Dios: que abajándose a lo pequeño supo dejarse mecer sin abalorios y comodidades, supo dejarse ver en la vulnerabilidad de un bebe como esperanza colmada de unos pastores que se fueron sin poder callar su encuentro.

Y en todos ellos rezuma una actitud: la de saber contemplar, la de saber detenerse a lo importante, la de ser capaz de leer, sentir, vivir y creer la fragilidad de un niño como la esperanza cumplida de cualquier hombre o mujer de ayer y de hoy. Algo tan ajeno a nuestros grises pragmatismos sociales y eclesiales, a nuestras prisas y desesperadas materialidades.

Volviendo a parafrasear a Diego de Jesús podríamos demarcar el itinerario y la invitación en esta Nochebuena así: sólo el detenimiento permite el asombro; y sólo el asombro provoca adoración. Hay que caminar con María y José a Belén, con los pastores al pesebre, hasta el umbral y saber detenerse allí. Lo más difícil de una peregrinación es saber disfrutar de la llegada y no caer en la trampa de hacer del ‘término’ del camino la ‘terminación’ de lo vivido... o la mutación inmediata de fin en medio, para —cual búsqueda del tesoro— reemprender la marcha a nuevo destino... El funcionario al arribar a una meta, cierra el caso, para dar vuelta la página. El amante, al llegar a la meta sabe permanecer en ella. Decía el cardenal J. H. Newman que se puede rezar para haber rezado o se puede rezar para estar rezando...

Se puede celebrar y predicar la Navidad para haberlo hecho un año más o se puede celebrar y predicar la Navidad para ser Navidad en medio de la noche de cada uno de los hombres y mujeres de nuestro mundo.