viernes, 30 de abril de 2021

Catolia - El lugar de encuentro de los católicos


 

Evangelio diario: 30-04-2021

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».




Comentario

Hay que superar toda angustia porque Jesús les habla de las muchas moradas, estancias, posibilidades, que Dios les tiene preparados, nos tiene preparados. Jesús les habla en forma críptica. Ellos van a estar con Él. Pero dónde. Tomás, siempre tan intrépido, se convierte en voz del grupo: No sabemos a dónde vas. Pero, ¿te vas? No sabemos el camino. Y Jesús con una firmeza inusitada le responde, propia del que habla con autoridad, Yo soy el camino, la verdad y la vida. Tres formulaciones que cierran el círculo de la duda. Camino. Verdad. Vida. Se trataba de darles seguridad, ya que estaban inmersos en una duda profunda. No sabían, como nosotros muchas veces, por dónde tirar, qué camino seguir.

Necesitamos, como los discípulos, contundencia, seguridad, alguien que nos señale el camino. Debemos repetirnos muchas veces: Señor, danos la valentía de escuchar tu paso silencioso por los senderos de este mundo. Sin esa valentía es posible que no podamos seguirte en medio de tantas encrucijadas.

Pascua, nos habla continuamente de la resurrección y las apariciones de Jesús y de las dudas, miedos e incertidumbres de los discípulos. 

En este tiempo pascual es cuando la fe se pone a prueba sin más que la confianza en su Palabra, en lo que los discípulos vivieron de forma temerosa, titubeante. Por eso necesitaron de la llegada del Espíritu prometido como empuje y fortaleza interior. Igual que los discípulos, también nosotros hemos de esperar a Pentecostés, aunque ya podemos ir anticipando cada día su vivencia.

jueves, 29 de abril de 2021

Santa Catalina de Siena - Patrona de Europa



Patrona de Europa y de Italia

Lo asombroso en la vida de esta religiosa italiana, Santa Catalina, que ya era patrona de Italia junto con San Francisco de Asís desde 1939, es que no sabía leer ni escribir. Sus cartas, escritos y su obra "Diálogo sobre la Divina Providencia" tuvo que dictarlas a algunos amanuenses; pero tan ricas de doctrina su contenido, que Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia en 1970. Fue la primera mujer, junto con Santa Teresa de Ávila, en obtener el título de Doctora de la Iglesia Universal, que la Iglesia hasta ahora ha atribuido a solo 33 personas en reconocimiento de sus reflexiones teológicas.

Catalina fue llamada maestra por un número considerable de discípulos, incluidos ilustres profesores universitarios, fue recibida y escuchada por Papas, cardenales y reyes de toda Europa, y fue capaz de ejercer una acción incisiva hasta las más altas autoridades políticas y religiosas de la época. Es en sí mismo un hecho milagroso que una mujer de orígenes humildes pudiera mantener una correspondencia política en el siglo XIV con reyes y cardenales, a quienes se dirigió en un tono de orden firme, sin perder su humildad habitual.

Santa Catalina desempeñó un extraordinario y decisivo papel en la Europa de su tiempo, dividida en la obediencia hasta a tres Papas distintos en el denominado Cisma de Occidente o de Aviñón, con sus valientes intervenciones ante los mismos Pontífices, reyes y pueblo en general, animando a la unidad desechando egoístas intereses.

La historia de Catalina es el de una mujer que ha vivido por la paz entre los pueblos. A pesar de no haber recibido educación, gracias a la fe se encontró con grandes escritores y artistas. Con el tiempo aprendió a escribir y a leer, y se convierte en una “mensajera de paz en el mundo”.


Santa Catalina viaja a Aviñón



El viaje a Aviñón

Los habitantes de Florencia le encomendaron una misión de paz en 1377, cuando fue a Aviñón para encontrarse con el papa Gregorio XI. A pesar de su compromiso y sus sabias palabras, la misión falla y ella se ve obligada a volver a casa. Luego es llamada por el Papa Urbano VI después de la rebelión de una parte de los cardenales que empieza el cisma de Occidente. Pero aquí cae enferma y muere, con solo 33 años.

Será canonizada en 1461 por el Papa Pío II, originario de Siena. En 1939, Pío XII la declaró patrona de Italia junto con San Francisco de Asís. El Papa Juan Pablo II la llamó "Mensajera de la paz" y por esta razón quería que fuera patrona de Europa. También porque en su vida Santa Catalina viajó por todo el continente con el objetivo de instar a la reforma interna y la unidad de la Iglesia junto con la reconciliación entre los Estados.



Las palabras de San Juan Pablo II

El 1 de octubre de 1999, el Papa San Juan Pablo II en la Proclamación de Santa Catalina como patrona de Europa, dijo sobre esta Santa:

“Sus cartas se propagaron por Italia y hasta por Europa entera. En efecto, la joven sienesa entró con paso seguro y palabras ardientes en el corazón de los problemas eclesiales y sociales de su época. Catalina fue incansable en el empeño que puso en la solución de muchos conflictos que laceraban la sociedad de su tiempo. Su obra pacificadora llegó a soberanos europeos como Carlos V de Francia, Carlos de Durazzo, Isabel de Hungría, Luis el Grande de Hungría y de Polonia, y Juana de Nápoles. Fue significativa su actividad para reconciliar Florencia con el Papa. Señalando a los contendientes a «Cristo crucificado y a María dulce», hacía ver que, para una sociedad inspirada en los valores cristianos, nunca podía darse un motivo de contienda tan grave que indujera a recurrir a la razón de las armas en vez de a las armas de la razón.

Catalina, no obstante, sabía bien que no se podía llegar con eficacia a esta conclusión si antes no se forjaban los ánimos con el vigor del Evangelio. De aquí la urgencia de la reforma de las costumbres, que ella proponía a todos sin excepción. A los reyes les recordaba que no podían gobernar como si el reino fuese una «propiedad» suya, sino que, conscientes de tener que rendir cuentas a Dios de la gestión del poder, debían más bien asumir la tarea de mantener en él «la santa y verdadera justicia», haciéndose «padres de los pobres». En efecto, el ejercicio de la soberanía no podía disociarse del de la caridad, que es a la vez alma de la vida personal y de la responsabilidad política.

Con esta misma fuerza se dirigía a los eclesiásticos de todos los rangos para pedir la más rigurosa coherencia en su vida y en su ministerio pastoral. Impresiona el tono libre, vigoroso y tajante con el que amonestaba a sacerdotes, obispos y cardenales. Era preciso, decía,  "arrancar del jardín de la Iglesia las plantas podridas sustituyéndolas con plantas nuevas, frescas y fragantes". La santa sienesa, apoyándose en su intimidad con Cristo, no tenía reparo en señalar con franqueza incluso al Pontífice mismo, al cual amaba tiernamente como «dulce Cristo en la tierra», la voluntad de Dios, que le imponía librarse de los titubeos dictados por la prudencia terrena y por los intereses mundanos para regresar de Aviñón a Roma.

Con igual ardor, Catalina se esforzó después en evitar las divisiones que se produjeron en la elección papal que sucedió a la muerte de Gregorio XI. También en aquel episodio recurrió, una vez más, a las razones irrenunciables de la comunión. Éste era el valor ideal supremo que había inspirado toda su vida”.



Enfermera y mensajera de paz

Podemos decir que las dos grandes obras de Santa Caterina da Siena han sido, por un lado, la de ser enfermera voluntaria entre los débiles, y por el otro, mensajera de paz entre los poderosos: habló con Papas y leprosos, generales y marineros, reinas y amas de casa.

Catalina interpretó la caridad cristiana de una manera practica y concreta, tanto que trabajó en el hospital de Siena diariamente, llevando asistencia y consuelo a los enfermos. Por lo tanto, representa el modelo de enfermera voluntaria por excelencia: llena de caridad, paciencia, energía y fuerza de voluntad. Por esta razón, Catalina fue comparada con una gran figura de nuestro tiempo, la Madre Teresa de Calcuta.

Evangelio diario: 29-04-2021

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. 
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».




Comentario

Jesús en un momento de desahogo afectivo ante su Padre, se alegra de que su Padre sea como es, el que revela sus cosas, sus secretos no a los sabios y discretos sino a los pequeñuelos, por los que Jesús siente especial cariño, son sus preferidos.

También nos dice que si queremos conocer a fondo a Dios Padre no tenemos más que ir a Él: “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo”. Jesús vino hasta nosotros para aclararnos quién es nuestro Dios. Nos lo dio a conocer no solo con sus palabras, hablándonos de Él, sino también con su vida, cono le aseguró a su despistado apóstol Felipe: “Felipe quien me ve a mí ve al Padre”. Los rasgos de Jesús son los rasgos de Dios Padre.

Jesús, que conoce a fondo nuestra vida porque él fue hombre como nosotros, sabe que a veces se nos hace muy cuesta arriba y el cansancio nos invade. Jesús, que viene como siempre en nuestra ayuda, quiere que salgamos victoriosos de nuestros agobios y cansancios. Para ello, nos invita a que sigamos sus pasos “aprended de mí”, que le imitemos, que carguemos con su “blando yugo y su carga ligera”. Su yugo y su carga es siempre el amor…y quien camine con el amor en su corazón, quien se deje guiar por el amor, aunque se encuentre con situaciones dolorosas, el amor las volverá suaves y ligeras. El amor tiene esa capacidad, hasta lo más doloroso y costoso, como puede ser la cruz para Cristo, lo vuelve blando y ligero… porque el amor siempre lleva dentro de sí la alegría, el gozo de hacer lo que hay que hacer en cada instante.

miércoles, 28 de abril de 2021

Evangelio diario: 28-04-2021

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 44-50

En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo:
«El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. 
Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».




Comentario

La presencia de Jesús resucitado ilumina al mundo y destruye las tinieblas. Esto es una realidad que va unida a la presencia del Verbo encarnado. En los días de la Natividad se proclama esta verdad: el pueblo que yacía en tinieblas ha visto brillar una gran luz. Ahora en los días de la cincuentena pascual, esta afirmación de Jesús, hecha antes de su pasión, muerte y resurrección, nos hace ver la unidad del Misterio de Cristo. Ha llegado a nosotros para destruir las tinieblas, regenerarnos y hacernos partícipes de la vida que ha traído al mundo.

Él nos dice: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado.” Creer para ver. Esa es la enseñanza de Jesús resucitado a Tomás. En la medida que creemos, vamos viendo surgir la novedad por todas partes. Comenzando por nosotros mismos. Y ese hombre nuevo, por tener la misma vida de Jesús, participando de su condición divina por gracia, es capaz de percibir la novedad de todo lo que existe.

Nos ha revelado todo lo que concierne a Dios, como Padre, la relación íntima entre las tres divinas Personas. Pero también cómo debemos hacerlo entre nosotros. La preocupación mutua manifiesta la novedad de la relación fundada en el mismo amor de Cristo. Esa luz que es él mismo, destruye la oscuridad interior y hace que se irradie en el entorno. Es una manera de decir en este mundo nuestro que todo puede ser diferente, mucho más humano, más pleno, más gozoso.

Y todo porque su palabra es la Palabra pronunciada por el Padre. Una Palabra llena de Vida y de Verdad, que libera y hace alcanzar al ser humano lo que más desea, que no son cosas materiales, sino aquellas que realmente le llevan a ser verdaderamente humano.

¿Qué aportamos nosotros a la humanidad para descubra su realidad?

¿Cómo somos luz en medio de las circunstancias difíciles que nos toca vivir?

martes, 27 de abril de 2021

Evangelio diario: 27-04-2021

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 22-30

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».





Comentario

Las palabras de Jesús en este texto del Evangelio de San Juan han dividido de nuevo a los judíos. Pero todos coinciden en que su persona, se acepte o se rechace, llama poderosamente la atención.

Ahora quieren que se defina claramente ¿eres tú el Cristo? Jesús explica las relaciones que hay entre Él y sus ovejas. Las llama por su nombre, las conoce una a una y a su vez es conocido por ellas; las saca a los pastos. Todo esto indica una intimidad, una participación de vida, una pertenencia mutua y profunda. El Pastor ama a sus ovejas y está dispuesto a dar la vida por ellas para que así tengan vida abundante.

También Jesús les responde echándoles en cara su pecado. Se resisten a creer en Él y a aceptar la luz. Mis obras acreditan que soy el Cristo que vengo del Padre. Más aún: os digo claramente: “Yo y el Padre somos uno”.

Está claro: se hace igual a Dios. Solo caben dos reacciones: creer en Él o matarle por blasfemo, y quieren hacer esto último. Los corazones se cierran. Pecan contra la luz.

Hoy sucede lo mismo a muchos hombres y mujeres. Son las personas del penúltimo escalón y que no se atreven a subir el último peldaño. Les falta dar el paso que compromete, pero que lo ilumina todo: creo que tú eres el Hijo de Dios.

lunes, 26 de abril de 2021

Nuestra Señora del Buen Consejo - Patrona del Cuerpo Militar de Intervención

Nuestra Señora del Buen Consejo
Catedral de San Esteban -  Shkoder (Albania)

 


Nuestra Señora del Buen Consejo es una advocación mariana de la Iglesia Católica, venerada entre los fieles de la ciudad de Genazzano y la Iglesia universal. Pío IX incluyó en las letanías lauretanas las palabras "Madre del Buen Consejo", en veneración a esta advocación.

Son muchos y todos ellos magníficos y gloriosos, los títulos que la Iglesia da a la Madre de Dios en estas Letanías, pero es particularmente bello el de Madre del Buen Consejo porque:

Obra del eterno consejo, quiere decir que Dios, desde toda la eternidad, pensó en María y la miró con complacencia; la amó con especial afecto y quiso hacer de Ella la Obra Maestra de su Infinito Poder, Sabiduría y Bondad, puesto que desde toda la eternidad la eligió y predestinó para ser la Madre de su Divino Hijo.

Llena de manera singular del don de consejo. El Don de Consejo, don del Espíritu Santo por el cual somos iluminados para conocer y para escoger siempre entre todas las cosas, aquella que mejor sirve para la Gloria de Dios y para nuestra salvación.

De este Don estuvo singularmente llena María Santísima (y de todos los dones y de todas la gracias) por lo que Ella supera incomparablemente a toda la humanidad.

Debemos recurrir a ella para obtener este don y así poder conocer, escoger y hacer siempre lo mejor para Gloria de Dios y bien del alma. Tenemos necesidad del Don de Consejo para defender nuestra Fe, para guardar el gran tesoro de la gracia de Dios, para huir del ambiente anticristiano, de todo el mal que nos rodea.



Historia

Durante el Imperio romano, los patricios y la corte imperial había establecido nuevamente sus dominios en las villas junto a los centros más importantes de la ciudad. Durante el gobierno del papa Marcos, los paganos desaparecieron y se dio la primera edificación de un templo bajo la advocación de la Virgen María, como del Buen Consejo.

Durante muchos siglos el sitio había perdido toda su importancia histórica. En el siglo XIV, el templo fue dado en custodia de la Orden de San Agustín, con el objetivo de brindar la asistencia pastoral a la comunidad y para la debida conservación del edificio. Para la restauración del templo antiguo tomó un papel importante la terciaria agustina Petruccia de Nocera, viuda y dedicada a la oración y a servicios en el Templo. Pidió permiso a los frailes para dar en patrimonio al templo su herencia con la que se restablecería nuevamente la estructura deteriorada.

Según la leyenda, en 1467, durante la fiesta de la Virgen del Buen Consejo se escuchó del cielo una música angelical; un rayo de luz bajó hasta la pared del fondo de la capilla inconclusa, las campanas repicaban, seguido todos los campanarios sonaron al unísono las campanas de Genazzano. La nube se disipó poco a poco, descubriendo la pintura que representa a la Virgen del Buen Consejo con su Hijo en brazos. La noticia de la aparición llegó hasta Roma, el papa Paulo II consideró que debía investigar y estudiar dichos sucesos, ese mismo año se estableció dicha comisión.

Algunos papas de la Iglesia católica le han rendido homenaje a esta advocación. Pío V como exvoto envió un corazón de oro; Urbano VII, en 1630 fue en peregrinación para pedir la ayuda durante una plaga; Inocencio XI, coronó a la imagen. Benedicto XIV aprobó la Cofradía de Nuestra Señora del Buen Consejo, siendo su primer miembro. Pío XII la escogió como la patrona de su pontificado. Muchos santos y beatos le han rendido mucha veneración.

San Isidoro de Sevilla


En el año 615, el rey visigodo Sisebuto está llevando a cabo una durísima campaña militar, naval y terrestre, contra las posiciones romano-bizantinas en Hispania. Malaca, Málaga, acaba de caer en su poder. Los combates son feroces y el ejército y la flota visigodos se van imponiendo a los romanos a costa de un sangriento tributo.

No obstante obtener semejantes triunfos, Sisebuto se lamenta por el derramamiento de sangre y añora los días en que podía dedicarse al estudio de la astronomía, la gramática y la filosofía. De hecho, el rey compone un poema sobre las fases y eclipses de la luna para reconfortar a quienes ven en dichos fenómenos naturales funestos presagios y anima a su amigo, el obispo de Hispalis, Sevilla, Isidoro, a escribir una nueva obra sobre la astronomía y la naturaleza: De Rerum Natura y a proseguir con la redacción de sus monumentales Etimologías en donde debía recogerse y sistematizarse el saber universal.

Lo realmente sorprendente de la estampa anterior no es que se diera en Hispania, sino que solo en ella, de todo el Occidente europeo, podía darse.

Si de verdad queremos entender el hecho extraordinario que significó en la Europa occidental del siglo VII la existencia de soberanos, políticos, eclesiásticos, literatos, etc. como Sisebuto, Isidoro de Sevilla y sus continuadores, esto es, hombres no solo capaces de leer y escribir, sino pertrechados de conocimientos suficientes como para salvaguardar y apreciar el legado de los clásicos y participar en reuniones tales como los Concilios de Toledo en donde eruditos obispos y cultos nobles del Aula regia se reunían para debatir problemas teológicos, de derecho y política, basta con mirar a la Francia merovingia del siglo VII o a la Inglaterra anglosajona del mismo periodo y constatar como allí los reyes letrados o no existían, en el caso de Inglaterra, o bien comienzan a ser anécdota hasta desaparecer y pasar a ser cosa normal que los soberanos ni siquiera pudieran escribir su propio nombre, como es el caso de la Francia merovingia. Y es que, en la Hispania de fines del siglo VI y del siglo VII la corte visigoda, tenía más en común con la corte imperial bizantina que con la merovingia.

Esta singularidad hispana es algo valioso ha destacar, la “densidad” de hombres doctos y el resurgimiento de las letras latinas en la Hispania visigoda del siglo VII es de una fuerza sin parangón en el Occidente de la época.

Ahora bien, el súbito y rutilante despertar cultural hispano fue en buena medida propiciado e impulsado por una gran figura de genio e intelecto desmesurados: Isidoro de Sevilla. 

Isidoro de Sevilla, transmisor del saber

A comienzos del siglo VII Hispania se estaba conformando como idea que concretaba y conformaba al Regnum Gothorum del que ya no era sino sinónimo.

En efecto, para San Isidoro ya no existían dos pueblos, sino un solo pueblo de gran fortaleza política y militar fruto de la fusión del romano y el visigodo.

Esa idea, quedó expresada en los textos de los concilios toledanos, siglos VI y VII, y muy particularmente en el trascendental IV Concilio de Toledo de 633 en cuyo Canon LXXV se acude a la expresión “Spaniae Populi,” esto es, “Pueblos de Hispania”, para definir al sujeto político sobre el que gobierna el rey de los godos y que es representado ante el monarca por los obispos y nobles de la asamblea conciliar.

De hecho, Isidoro definió perfectamente en su Laus Hispaniae esa nueva idea, esa nueva identidad que construían y sumaban entre sí, godos e hispanorromanos. La propia vida de Isidoro era una suerte de ejemplo vital de dicho proceso.

En efecto, nacido probablemente en Hispalis, Sevilla, hacia 556, sus padres, Severiano y Turtur, habían abandonado su ciudad natal, Cartago Espartaria, Cartagena, en 554, para no quedar bajo la administración del restaurado poder romano en la Hispania suroriental propiciada por la Recuperatio hispana de Justiniano en 552. Esto, que hispanorromanos de alcurnia prefirieran vivir bajo dominio godo antes que romano/bizantino, era ya toda una señal de que algo estaba cambiando.

La familia de Isidoro, con sus tres destacados hermanos mayores –Leandro, Fulgencio y Florentia– iba a ser una de las más influyentes en el nuevo “Reino de Hispania”, que el implacable y genial Leovigildo y su templado e inteligente hijo, Recaredo, estaban forjando en el extremo Occidente.

Hacia el año 599 sucedió a su hermano Leandro en la silla episcopal de Hispalis, Sevilla, en aquel momento una de las ciudades más pujantes, ricas y pobladas de la Península e influyó notablemente sobre reyes como Sisebuto, 612-621, Suintila, 621-631 y Sisenando, 631-636, en momentos en que el reino alcanzaba su apogeo político, militar y cultural.

Su capacidad e influencia política se manifestaron en el IV Concilio de Toledo de diciembre de 633 en cuyo Canon LXXV se definen las obligaciones del rey hacia el pueblo y del pueblo hacia el rey y en donde este último queda sometido a la ley y a la moral imperantes. Quedando la monarquía sujeta a la asamblea conciliar de nobles y obispos que, en representación de Spaniae populi, “De los pueblos de Hispania” elegía al soberano y, llegado el caso, podía juzgarlo y deponerlo.

Isidoro de Sevilla, de hecho, definió perfectamente cuales debían ser las virtudes del buen rey y con ello y gracias a su poderosa influencia en la Europa medieval, condicionó la imagen de príncipe que se tendría en Occidente durante los siguientes ochocientos años. Así, en sus Etimologías nos dice a propósito de los reyes y de su poder:
«El término Rey deriva de regir del mismo modo en que sacerdote deriva de sacrificar. No rige el que no corrige. El nombre de Rey se posee cuando se obra rectamente, y se pierde cuando se obra mal. De aquí aquel proverbio que corría entre los antiguos: serás Rey si obras con rectitud».

Pero ante todo, Isidoro fue un faro cultural. Amigo del cultísimo rey Sisebuto (612-621), emprendió por instigación de este último una serie de obras casi hercúleas: las Etimologías, toda una “enciclopedia” o compendio del saber que griegos y romanos habían legado al Mundo; La Historia de los godos, vándalos y suevos y la poco apreciada, pero sorprendente y desconocida, Crónica universal. No fueron sus únicas obras. Por el contrario, estas se contaron por docenas y se ocuparon de temas diversos que fueron de la filosofía y la teología a la exégesis bíblica, la música, las matemáticas, la numerología, la hidráulica, el derecho, la astronomía, etc.

Poseedor de una abundantísima biblioteca en la que se hallaban obras hoy perdidas para nosotros, sus conocimientos y, más aún, su actitud ante el saber y su concepto universal del mismo, hicieron de él un puente entre la antigüedad clásica y la Edad Media. Mientras que su gusto por la sistematización del saber de los antiguos y su capacidad de sumarlo con total naturalidad y acierto al nuevo contexto cultural que ya anunciaba el medievo, lo convirtieron en uno de los grandes maestros de Europa.

Isidoro, ante el saber, no adopta un papel pasivo, de mero transmisor, sino que se interroga sobre su función y propósito. Sus reflexiones sobre la historia, la gramática, la música, la política o el buen gobierno, etc. están llenas de buen sentido y de una honda reflexión que preludia al humanismo en cuanto que aspira a una comprensión plena e integrada del hombre y de la naturaleza como creaciones y por ende, como proyecciones, de la Divinidad.

Es difícil lograr trasmitir hasta qué punto Isidoro de Sevilla influyó en los hombres doctos de la Europa medieval. Los monasterios y escuelas catedralicias de todo el Occidente contaron con sus obras y hallaron en ellas una parte sustancial de su erudición y, a través de ella, de su concepción del Mundo. Pero aunque fueron muchas las obras de Isidoro que condicionaron el pensamiento europeo durante siglos y siglos, lo cierto es que es en sus Etimologías en donde hallamos el mayor motivo de asombro y la suma de sus virtudes intelectuales. Pues sin duda, las Etimologías de Isidoro de Sevilla son la más fascinante obra escrita en Europa entre el 400 y el 1200.


Una obra para la posteridad

Las Etimologías no son una mera “enciclopedia,” sino toda una reflexión sobre el saber de los antiguos griegos y romanos y de su síntesis con la literatura hebrea y la nueva civilización cristiana. Isidoro no solo recogió y sintetizó buena parte de los conocimientos del mundo clásico, sino que los adaptó al nuevo mundo surgido de la caída del Occidente romano, haciendo así comprensible ese saber para el hombre medieval y de paso, y por ende, salvándolo en buena medida.

Los veinte libros que componen las Etimologías son una muestra apabullante del saber del que se podía disponer en la Hispania visigoda del siglo VII. Europa entera, la Europa de los siglos VII a XV, se formó en buena medida con la lectura de estos veinte libros de las Etimologías.

En ellos podemos encontrar disciplinas, saberes y temas tan variados como la gramática, la retórica y la dialéctica, la aritmética, la música, la geometría y la astronomía, la medicina, el derecho, la cronología, las Sagradas Escrituras, los ciclos del tiempo, las bibliotecas y los libros, las fiestas y los principales oficios, la naturaleza de Dios, de los ángeles, de los santos padres, la jerarquía y organización de la iglesia, la sinagoga y el judaísmo, la vida y obra de los más célebres filósofos, herejes y poetas, el estudio de las otras religiones, las noticias sobre los pueblos de otras tierras, sobre sus lenguas, instituciones, costumbres y las relaciones que se tenía con ellos o de donde provenía el conocimiento que de ellos se tenía, el estudio de los nombres, la anatomía del ser humano, sus malformaciones y los fenómenos a él ligados, los animales, tanto los familiares y cercanos, como los exóticos y casi fabulosos, los elementos que componían el universo y la materia, los mares, ríos y diluvios, la geografía, los tipos y elementos de los asentamientos urbanos y rurales: las ciudades, villas, aldeas, etc., las formas de comunicación que podían emplearse, los pesos y medidas, los minerales y los metales, la agricultura, la guerra: armas, táctica, etc., los espectáculos y juegos, los distintos tipos de embarcaciones, la pesca, los edificios y las vestimentas, los alimentos y bebidas, el ajuar doméstico, las herramientas…

Ese afán totalizador y universalista de Isidoro de Sevilla se advierte también en su Crónica universal, en donde, con pasmosa naturalidad, hibrida las tradiciones y mitos grecorromanos, babilónicos y hebreos con la historia romana y con la nueva cultura cristiana.

Pero sin duda, su obra más influyente durante los siguientes ocho siglos que transcurrieron tras su muerte fueron sus Sententiae, “Sentencias”, obra de carácter reflexivo y moral en donde aborda temas como el objeto y razón del poder de los príncipes y que marcó toda una concepción del buen gobierno en la Europa medieval.

Idea que también quedó reflejada en el IV Concilio de Toledo al que ya hemos hecho referencia más arriba, así como en sus Etimologías y en la que la ley quedaba como referente y regidora máxima a la cual hasta el rey debía someterse aunque él mismo la hubiera promulgado. El poder del rey se sacralizaba en cuanto no era sino una suerte de responsabilidad que Dios le otorgaba en cuanto Vicarius Dei, esto es, intermediario entre Dios y el pueblo o, siguiendo una imagen bíblica, en cuanto “pastor” de su pueblo. Pero a la par, ese “encargo” divino permitía a los súbditos exigir al rey buen gobierno, respeto a las leyes y mesura.

La influencia de Isidoro fue enorme en su propio tiempo y trascendental en los siglos que siguieron. Pronto se copiaron sus obras en Irlanda en donde en el siglo VIII era uno de los autores más leídos y la autoridad máxima en cuestiones tan variadas como geografía, gramática, astronomía, etc. Sus obras fueron también muy pronto recibidas y copiadas en la Inglaterra anglosajona, en el norte de Francia, en Italia… Y, por supuesto, tuvieron poderoso eco en los reinos cristianos y en el al-Ándalus hispanos.

En suma, se puede afirmar que lo que podemos llamar “Renacimiento isidoriano” fue una de las bases fundamentales del posterior y más conocido Renacimiento carolingio. Y que el gran florecimiento cultural experimentado por Europa durante los siglos XII al XIV tuvo también una de sus raíces fundamentales en el legado de Isidoro de Sevilla.

Evangelio diario: 26-04-2021

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 13-16


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielos».




Comentario

Muchas veces, al escuchar este pasaje del Evangelio, hemos visto en él una especie de tarea a realizar, algo a lo que tenemos que llegar como cristianos. Pero si nos fijamos, el texto no nos dice que “debamos ser sal o luz” de la tierra, sino que de hecho lo somos. Es algo que pertenece a nuestra esencia, que nos define, que se refiere a nuestra identidad. Por eso, os invito a profundizar en estos dos símbolos tan cotidianos en nuestra vida, de los cuales sólo tomamos conciencia cuando nos faltan o cuando están presentes en exceso.

Seguramente cada uno de nosotros descubrirá muchos matices; en principio se nos presenta con fuerza la capacidad de uno y otro elemento para hacer que, allí donde están presentes, todo queda realzado. En el caso de la sal, el sabor de los platos; y en el caso de la luz, la forma, el color y el brillo de cada elemento que recibe esa luz. Valoramos la sal, no de forma aislada, sino dentro del guiso que vamos a comer. ¿Para qué serviría la sal si no? Y valoramos la luz, cuando vemos las cosas con claridad y nitidez. Y porque sabemos lo que significa un buen guiso y lo que significa poder disfrutar de la visión de la creación, nos damos cuenta de cuán necesarias son la sal y la luz para la vida.

Si cada uno de nosotros somos sal y luz del mundo, significa que no podemos ser plenamente lo que somos sin abrirnos por un lado a recibir, de Dios, de los otros y de la creación, la sal y la luz que necesitamos y que permite que salga lo más valioso y auténtico de nosotros mismos; pero que al mismo sólo puede manifestarse como tal si se entrega gratuitamente a los demás, que necesitan también abrirse a nuestro don para poder ser en plenitud.

Identificar el ser de la persona y su misión con ser sal y luz del mundo, nos invita hoy a tomar conciencia de nuestra interdependencia, y de la importancia de vivir al servicio del bien común y de la fraternidad. No como una opción entre otras, sino como la única que expresa nuestra verdadera identidad humana.

Apoya nuestra labor de ayuda a las familias más afectadas

Situación actual de la crisis


Nos encontramos desde el 13 de marzo en un estado de alarma decretado por el Gobierno de la Nación tras el impacto de la pandemia del Covid-19. Por este motivo se han paralizado los motores económicos del país, que, según todas las previsiones habidas hasta el momento, tanto por los organismos internacionales desde el propio Fondo Monetario Internacional a la Unión Europea como por los más diversos expertos nacionales, es más que previsible una recesión económica que produzca situaciones de necesidad más profundas incluso que aquellas originadas por la crisis de 2008.

Por ello el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Juan del Río Martín, Arzobispo Castrense de España, encomienda a Cáritas Castrense, el organismo oficial del Arzobispado Castrense de España, constituida para promover, coordinar y orientar la acción caritativa y social, la creación de un fondo de emergencia con el fin de paliar las necesidades que se produzcan en el entorno del Arzobispado Castrense de España.

“Recogió José trigo como arena del mar, mucho en extremo, hasta no poderse contar, porque no tenía número. Así se cumplieron los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto. Y comenzaron a venir los siete años del hambre, como José había dicho; y hubo hambre en todos los países, mas en toda la tierra de Egipto había pan”

 (Gn, 41, 53ss)







Queridos hermanos y amigos.

Durante los últimos meses hemos visto como nuestras vidas se transformaban para enfrentarnos al COVID-19 y sus trágicas consecuencias, no solo sanitarias, sino también sociales y económicas, cambiando nuestras costumbres cotidianas.

Todos conocemos el caso de un ser querido y cercano que ha sucumbido ante las perniciosas consecuencias de la pandemia, pérdidas irreparables que nos han atormentado y creado un gran dolor al que enfrentamos nuestra oración y el saber que a todos nos llegará la resurrección ante nuestro Señor.

Las familias han sufrido la desgarradora muerte de algún ser querido, amigo o conocido. Pero el drama también se ha plasmado en el día a día cuando los puestos de trabajo han desaparecido o han sufrido una merma notable de los ingresos provocando un gran quebranto en los hogares.

Para enfrentar esas necesidades nació “El Granero de José” que gestiona Cáritas Castrense con el objetivo de paliar las penurias de los más necesitados en aspectos como la vivienda, la sanidad, la educación y los suministros del hogar. Esenciales para mantener el nivel de vida de las familias y su dignidad, elemento esencial para que una persona de sienta en plenitud.

Desde el inicio “El Granero de José” fue diseñado para que no existieran trabas burocráticas y que su gestión fuese prácticamente automática desde la petición de ayuda que la inician los capellanes castrenses.

Desde está página os animo a todos a llenar este “Granero de José” para poder repartir entre quien lo necesita y ejercer con generosidad la caridad hacia el prójimo.

Muchas gracias por vuestra colaboración, Dios os lo pague.

Carlos Jesús Montes Herreros
Ordinario Castrense de España



Necesitamos tu apoyo urgente


Con el referente de la figura de José en Egipto, se creará un “granero” (Cf. Génesis 41, 56) que, a modo de fondo de emergencia, constituido por los donativos de personas físicas o jurídicas, permita paliar con inmediatez las necesidades más básicas generadas por la crisis del Covid-19.



Se pondrá especial atención en cubrir necesidades como:
• Alimentación 
• Medicina 
• Vivienda y suministros servicios (agua; luz; gas etc.)
• Académicos/escolarización
• Cualquier otra actividad que tienda a cubrir necesidades básicas.

Ayudar y alentar a las CPC, extendidas por el territorio nacional y al resto de capellanes que no tienen CPC en sus unidades, bases o acuartelamientos en la consecución de los mismos fines anteriormente mencionados.



Gracias por apoyarnos en esta campaña en pro de los más desfavorecidos

sábado, 24 de abril de 2021

Domingo IV de Pascua

El Buen Pastor - Cristóbal García Salmerón (s. XVII)
Museo Nacional El Prado - Depositado en otra institución


Primera lectura
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 8-12

En aquellos días, lleno de Espíritu Santo, Pedro dijo:
«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es la “piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro; pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».




Salmo

R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes.

R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
Tu eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular




Segunda lectura
Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 3, 1-2

Queridos hermanos:

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.

Queridos, ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.





Lectura del santo Evangelio según San Juan 10, 11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.

Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».





Comentario

El evangelio de este domingo nos presenta la imagen del «buen pastor». Una imagen que puede evocar muchas cosas, pero quizá la que más caracteriza el oficio de pastor es que estamos ante alguien que se dedica a cuidar. Jesús se presenta como aquel que se entrega de forma incondicional al cuidado de todos los que forman «el rebaño» que su Padre le ha confiado. Ya no hay porqué sentirse abandonado ni olvidado; despreciado ni marginado porque hay alguien -Jesús, el pastor bueno- que estará dispuesto a todo, incluso a entregar la vida, con tal de que nadie sea maltratado ni humillado. Y es que la confianza que trasmite el pastor bueno nos habla de un cuidado desde la ternura y el amor.

La cultura del cuidado en nuestros días significa estar con él, con el otro, estar atentos y escuchar todos sus lenguajes. Solo así podremos cuidarlo, solo así podremos llevar a cabo el «oficio de pastor» al estilo de Jesús de Nazaret. Porque la escucha, saber escuchar, es primordial a la hora del cuidado ya que nos remite a voluntad y disponibilidad. Escuchar requiere un diálogo que consiga un acercamiento al otro. Porque el diálogo significa la capacidad de ser en los otros sin perder la propia identidad, dado que puede enriquecer a cada uno. Supone el vigor de aceptar lo diferente como diferente, de acogerlo y dejarnos enriquecer con ello. Los peores rivales del diálogo son el individualismo y toda una serie de alteraciones dañinas que mutilan de forma considerable la labor que debe desempañar todo aquel que se entregue al cuidado de los demás: la envidia, los celos, el resentimiento, el miedo, la arrogancia. Es necesario el encuentro y el diálogo fraterno; es necesario abrirse al razonamiento del otro, pero sin ser enemigos de la verdad porque, si esto sucediera, se fractura el proceso del cuidar como un buen pastor.

Si se quiere llevar a cabo el pastoreo y el cuidado a la luz del evangelio de este domingo, habría que aplicar esa expresión que el papa Francisco no ha dudado en acuñar: «oler a oveja». Es cierto que a muchos les resulta insulsa e incluso infantil, pero no deja de ser una expresión cuya intención es despertar una sensación que el lenguaje no es capaz de describir. Porque oler a oveja -y no olvidemos el carácter vocacional de este domingo- se trata de acompañar la vida de muchos y ofrecer la posibilidad de entrar en comunión con ese Dios de quien somos sus hijos para disfrutar de esa realidad amorosa que es la divinidad.

Oler a oveja es escuchar, curar heridas y sanar errores; bendecir toda ilusión y corregir engaños. Oler a oveja es acompañar no pocas soledades y levantar pobrezas; alentar, apoyar, sostener. Y es que el pastor que huele a oveja es aquella persona creyente que ha escuchado la inquietante sugerencia de Dios para entregar su vida como ofrenda a favor de los demás, y solo para los demás. Que sabe que las más de las veces va a ser terapeuta herido, discípulo, aprendiz, con toda la grandeza y la miseria que comporta su humana condición. Pero, como en cualquier obra de arte, la grandeza que posee la entrega al cuidado del otro no está encerrada en la materialidad. Porque a través de esa entrega la compasión de Dios seguirá mirando y cuidando a la humanidad.

El olor nos dice, nos cuenta y nos revela, es decir, es fuente de conocimiento por el cual se llega a la esencia de la vida. Por ello «oler a oveja» al estilo del pastor bueno del evangelio de este domingo es mostrar, aún más, la humanidad que nos habita.

Evangelio diario: 24-04-2021

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 60-69

En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».





Comentario

El evangelio de hoy trae la parte final del discurso del Pan de Vida. Nos muestra las exigencias de la fe y la necesidad de un compromiso firme con Jesús y con su propuesta. “Este lenguaje es duro. ¿Quién puede escucharlo?” con esta expresión se refleja cómo diversos discípulos se volvieron atrás y ya no estaban dispuestos a recorrer el camino de Jesús.

Hoy a nosotros nos puede pasar lo mismo. Estamos en unos momentos en que la vida cristiana debe ser vivida de verdad y a contracorriente, proclamando unos valores que el mundo entiende como contravalores y podemos ceder a la tentación de cobijar en nuestro corazón este pensamiento: esto es muy duro, ¿quién puede cargar con esto? Mejor dejarlo. La decisión de quedarse o marcharse dependerá de que hayamos experimentado fuertemente en nosotros la fuerza de su mensaje: “pan de vida” y sus “palabras de vida eterna”.

La vida es un avanzar, un caminar. Cuando nos quedamos quietos todo se vuelve fijo, inmóvil, quizás más fácil y cómodo, pero también más frío, más inútil, más muerto. Dentro de nosotros existe el deseo de avanzar, de seguir adelante. Pero muchas veces no sabemos hacia dónde ir, necesitamos una voz que susurre con amor nuestro nombre, que nos hable al corazón y nos llame. En el revuelo de voces que llaman a nuestro alrededor, que reclaman nuestra atención, que nos prometen la felicidad más absoluta a bajo precio, nos puede pasar desapercibida la voz que nos llama en nuestro interior, que nos pide la atención de nuestro silencio: la voz de Dios.

Cuando la sentimos, cuando tenemos el gozo de captarla, de dejarnos acariciar el alma por la dulzura de su llamada, ¿somos capaces de dejarlo todo por él, de contestarle que sí, de emprender un camino que antes nos parecía del todo imposible? El amor y la llamada de Dios son irresistibles y Él es el siempre fiel.

viernes, 23 de abril de 2021

Evangelio diario: 23-04-2021

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 52-59

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.

Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.



Comentario

¿Cómo puede éste a darnos de comer su propio cuerpo? Una pregunta que, de una u otra forma, muchos en la actualidad siguen haciendo respecto a la Eucaristía; dicen: el pan es pan y el vino es vino, no le demos más vueltas. La comparación con el maná es apropiada, con la diferencia de que aquellos murieron.

Ahora Jesús es el nuevo maná/pan de Vida. Su Vida resucitada, eucaristizada, se prolonga en nosotros cada vez que nuestro espíritu receptivo se abre a Su alimento. Es un salto cualitativo: Él es verdadera comida y bebida porque la perspectiva es nueva; ya no estamos en una dimensión puramente material, es una dimensión de fe, de prolongación de aquel gesto de la Última Cena, de unidad y común unión; en definitiva, de fe total a la persona de Jesús, que quiso quedarse a Él mismo como alimento fortalecedor de nuestras vidas débiles e indefensas. 

Desde entonces, las reuniones y encuentros entorno a la mesa para disfrutar de la reconciliación, de la Palabra, del Pan de Vida, tienen el sabor de auténtica pascua, de paso del Señor que se queda entre nosotros y no de cualquier forma, sino de la mejor forma: saciando nuestra hambre y sed de Vida.

En la Eucaristía, en la comunión, la hacemos carne de nuestra carne y con ella enraizamos cada día la vida entera en Dios. Porque de estar enraizados se trata. Sin raíces, pronto nos secamos y morimos.

El papa Francisco lo expresa muy bien: “En la Eucaristía, que es el precioso alimento para la fe, se da el encuentro con Cristo presente realmente con el acto supremo de amor, el don de sí mismo, que genera vida. En la Eucaristía confluyen los dos ejes por los que discurre el camino de la fe. Por una parte, el eje de la historia: la Eucaristía es un acto de memoria, actualización del misterio, en el cual el pasado, como acontecimiento de muerte y resurrección, muestra su capacidad al futuro, de anticipar la plenitud final. La liturgia nos lo recuerda con su hodie, el «hoy» de los misterios de la salvación. Por otra parte, confluye en ella también el eje que lleva del mundo visible al invisible”.

jueves, 22 de abril de 2021

Evangelio diario: 22-04-2021

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día. 
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. 
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. 
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. 
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. 
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».




Comentario

Estando en el tiempo litúrgico que estamos, es lógico que todas las lecturas de estos días, de manera directa o indirecta, nos hablen de nuestra resurrección. De manera clara Jesús nos dice: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre". Nos lo ha dicho bien claro, el camino que nos lleva a la vida eterna, la vida para siempre, es Jesús.

Jesús no se quedó en proclamarse como pan de vida. Dio un paso más. Instituyó la eucaristía, la comida especial donde se nos ofrece su pan entregado y su sangre derramada. “Tomad y comed… tomad y bebed”.

Ser cristiano es vivir en íntima unión con Jesús, es dejar que él se apodere de nuestra mente, de nuestro corazón, de nuestros sentimientos… de toda nuestra persona, para lo cual debemos alimentarnos con el pan de vida que es Él mismo. De esta manera, cada día con más fuerza, podremos decir: “Ya no soy yo quien vive es Cristo quien vive en mí”.

miércoles, 21 de abril de 2021

Evangelio diario: 21-04-2021

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 35-40

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. 
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. 
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».




Comentario

Comienza el discurso “del pan de vida”. Va precedido de la búsqueda de Jesús por parte de aquella gente que ha vivido la multiplicación de los panes y los peces. Esa búsqueda es interesada y el mismo Jesús les reprocha que lo busquen solo porque les ha calmado el hambre. Por eso les propone que se “esfuercen no por el alimento que perece, sino por el que da la vida eterna”. La gente parece que entendió sus palabras y por eso le preguntan qué deben hacer para actuar como Dios quiere. Él les responde que crean en aquél que Dios ha enviado. Ante la petición de señales, Él responde con el discurso del “pan de vida”.

En él queda clara la voluntad salvadora de Dios a través de Jesucristo. Él no rechazará a nadie “ya que la voluntad del Padre es que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna”. La salvación de Dios no tiene privilegiados, está abierta a todos, ya que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad.

Este “pan de vida” ha tenido dos interpretaciones a lo largo de la historia. Para algunos, apoyándose en los libros sapienciales del Antiguo Testamento, “el pan” sería la misma doctrina de Jesús. Equivaldría a la revelación de Dios que nos descubren las palabras de Jesús. Por tanto, tendría un sentido alegórico. Para otros, en cambio, el pan haría referencia a la carne de Cristo, pan eucarístico sacramental.

¿Qué nos dice a nosotros este discurso, creyentes en Jesús, que caminamos en medio de esta pandemia que nos tiene atenazados y atemorizados? Nos invita a confiar en Jesucristo, conscientes de que esas palabras son vida y transmiten vida. Por eso, son una invitación a escucharlas y a compartir su cuerpo en la Eucaristía. Él nos garantiza que el que acude a Él “no volverá a tener hambre; el que cree en Él nunca tendrá sed”. Es vivir sabiendo que los deseos más profundos de nuestro corazón se saciarán y la felicidad irá haciéndose real en nuestra vida.

Son palabras que transmiten confianza y seguridad. Escuchar, ahondar en su mensaje, empaparse de sus palabras, es garantía de ir por el buen camino. Su palabra, que ha de dirigir nuestra vida, y la participación en la Eucaristía son garantía de que seguimos caminando con Él. Todo ello nos convierte en testigos que pueden señalar a otros por dónde caminar con más seguridad, sabiendo que Él está en medio de nosotros alentando nuestros días.

Que este tiempo pascual sea para todos, tiempo de la alegría, esa que nace de saber que Cristo ha resucitado y camina con nosotros.