lunes, 30 de noviembre de 2020

San Andrés Apóstol



Nació en Betsaida y tuvo el honor y el privilegio de haber sido el primer discípulo que tuvo Jesús, junto con San Juan el evangelista. Los dos eran discípulos de Juan Bautista, y este al ver pasar a Jesús (cuando volvía el desierto después de su ayuno y sus tentaciones) exclamó: "He ahí el cordero de Dios". Andrés se emocionó al oír semejante elogio y se fue detrás de Jesús, Jesús se volvió y les dijo: "¿Qué buscáis?". Ellos le dijeron: "Señor: ¿dónde vives?". Jesús les respondió: "Venid y veréis". Y se fueron y pasaron con Él aquella tarde.

Esa llamada cambió su vida para siempre. San Andrés se fue luego donde su hermano Simón y le dijo: "Hemos encontrado al Salvador del mundo" y lo llevó a donde Jesús quien encontró en el gran San Pedro, a un entrañable amigo y al fundador de su Iglesia. El día del milagro de la multiplicación de los panes, fue San Andrés el que llevó a Jesús el muchacho que tenía los cinco panes. El santo presenció la mayoría de los milagros que hizo Jesús y escuchó, uno por uno, sus maravillosos sermones, viviendo junto a él por tres años.

En el día de Pentecostés, San Andrés recibió junto con la Virgen María y los demás Apóstoles, al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, y en adelante se dedicó a predicar el evangelio con gran valentía y obrando milagros y prodigios.

La tradición coloca su martirio el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio de Nerón.

Evangelio diario: 30-11-2020

Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 18-22

En aquel tiempo, paseando Jesús junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.


Comentario

En el evangelio de hoy, Mateo nos presenta el inicio del seguimiento a Jesús, que comienza con un encuentro y en un lugar concreto. En ese encuentro se puede captar nítidamente,  la llamada que "alguien" hace y la libertad de seguirlo por aquel que lo ha oído. No puede haber seguimiento de Jesús si no existe este espacio de intimidad, reconocimiento de su mensaje y descubrir que es el mismo, el que nos busca primero.

Hoy celebramos la fiesta de San Andrés Apóstol, hermano de Pedro y como él pescador en el lago de Tiberiades, lugar donde Jesús le va a encontrar junto a su hermano mayor.

El evangelio cuenta la vocación de los primeros discípulos de forma escueta y directa. La sitúa en el lugar donde realizan su trabajo de cada día, allí Jesús les propone algo casi incomprensible. Estos hombres que conocen bien la faena que realizan a diario, saben todo de pesca y como hacerla, y he aquí que este hombre llamado Jesús les pide que abandonen todo, para ser “pescadores de hombres”.

No encontramos nada más, ninguna reacción de los que han sido llamados, quizá ahí radica la fuerza y viveza de este pasaje para sostener nuestra fe y al mismo tiempo cuestionar nuestra vida cristiana.

Quizás nos gustaría percibir alguna duda, miedos, ciertas reticencias en la respuesta, pedir tiempo para discernir… parece que es lo propio del ser humano. Y los Apóstoles fueron seres humanos, limitados, carenciales… Gracias a Dios, los evangelios darán cuenta de todo lo que Jesús tuvo que emplearse para que Andrés y los otros llegasen a ser verdaderos discípulos y predicadores de la Buena Noticia que ellos mismos descubrieron en el camino, junto a Jesús.

Y nos dice el evangelista que al instante, dejando todo, le siguieron... Una valiente decisión, que precisa de nuestra reflexión y oración para nuestra vida, para nuestro mundo. Y es que Dios sigue siendo el Dios fiel, compasivo, que se ha encarnado en nuestra carne y en nuestra historia.

Que no decaiga nuestra fe, nuestra esperanza, el Dios fiel, siempre nos acompaña y nos llama por nuestro nombre.

Apoya nuestra labor de ayuda a las familias más afectadas

Situación actual de la crisis

Nos encontramos desde el 13 de marzo en un estado de alarma decretado por el Gobierno de la Nación tras el impacto de la pandemia del Covid-19. Por este motivo se han paralizado los motores económicos del país, que, según todas las previsiones habidas hasta el momento, tanto por los organismos internacionales desde el propio Fondo Monetario Internacional a la Unión Europea como por los más diversos expertos nacionales, es más que previsible una recesión económica que produzca situaciones de necesidad más profundas incluso que aquellas originadas por la crisis de 2008.

Por ello el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Juan del Río Martín, Arzobispo Castrense de España, encomienda a Cáritas Castrense, el organismo oficial del Arzobispado Castrense de España, constituida para promover, coordinar y orientar la acción caritativa y social, la creación de un fondo de emergencia con el fin de paliar las necesidades que se produzcan en el entorno del Arzobispado Castrense de España.

“Recogió José trigo como arena del mar, mucho en extremo, hasta no poderse contar, porque no tenía número. Así se cumplieron los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto. Y comenzaron a venir los siete años del hambre, como José había dicho; y hubo hambre en todos los países, mas en toda la tierra de Egipto había pan”

 (Gn, 41, 53ss)





Necesitamos tu apoyo urgente


Con el referente de la figura de José en Egipto, se creará un “granero” (Cf. Génesis 41, 56) que, a modo de fondo de emergencia, constituido por los donativos de personas físicas o jurídicas, permita paliar con inmediatez las necesidades más básicas generadas por la crisis del Covid-19.



Se pondrá especial atención en cubrir necesidades como:
• Alimentación 
• Medicina 
• Vivienda y suministros servicios (agua; luz; gas etc.)
• Académicos/escolarización
• Cualquier otra actividad que tienda a cubrir necesidades básicas.

Ayudar y alentar a las CPC, extendidas por el territorio nacional y al resto de capellanes que no tienen CPC en sus unidades, bases o acuartelamientos en la consecución de los mismos fines anteriormente mencionados.



Gracias por apoyarnos en esta campaña en pro de los más desfavorecidos

domingo, 29 de noviembre de 2020

Adviento: Comienzo de un nuevo año litúrgico


El Adviento es el Tiempo con el que comienza el Año Litúrgico. Este año comienza el domingo 29 de noviembre y termina el 24 de diciembre. Son los cuatro domingos anteriores a la Navidad y forma una unidad con el Tiempo de Navidad y la Epifanía.

El término "Adviento" procede del latín adventus, que significa venida, llegada. El color usado en la liturgia de la Iglesia durante este tiempo es el morado. Con el Adviento comienza un nuevo año litúrgico en la Iglesia.

El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor.

Se puede hablar de dos partes del Adviento:

Primera Parte

Desde el primer domingo, 29 de noviembre, con marcado carácter escatológico, mirando a la venida del Señor al final de los tiempos.

La primera parte del adviento tiene una dimensión eminentemente escatológica. No está dedicada a preparar el misterio de Navidad, sino a celebrar un importante artículo del Credo, el que dice que el Señor de nuevo vendrá con gloria, al final de los tiempos, para juzgar a vivos y muertos. La primera parte del adviento no se refiere al pasado, sino al futuro; no celebra lo ya acontecido, sino lo que vendrá.

¿Qué interés tiene este artículo de la fe, que dice que el Señor vendrá para juzgar, o sea, para dejar claras todas las cosas, para poner orden en toda la realidad? Mucho. Según lo que esperamos y a quien esperamos, así vivimos. Quien espera, aún en medio de muchos dolores, la curación de una enfermedad, vive con mucha más alegría que quien, sin sufrir tanto, sabe que con su enfermedad tiene los días contados. Quien espera la pronta liberación, aún en medio de sufrimientos e incomodidades, vive con más alegría que quien sólo espera la muerte. Nosotros esperamos la “vuelta” del Señor, o sea, esperamos encontrarnos con él al final de nuestra vida.

Segunda Parte

Desde el 17 de diciembre al 24 de diciembre, es la llamada "Semana Santa" de la Navidad, y se orienta a preparar más explícitamente la venida de Jesucristo en la historia, la Navidad.

Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesia ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor Jesús.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Domingo I de Adviento



Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7

Tú, Señor, eres nuestro padre,
tu nombre desde siempre es «nuestro Libertador».
¿Por qué nos extravías, Señor, de tus caminos,
y endureces nuestro corazón para que no te tema?
Vuélvete, por amor a tus siervos
y a las tribus de tu heredad.

¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!
En tu presencia se estremecerían las montañas.
«Descendiste, y las montañas se estremecieron».
Jamás se oyó ni se escuchó,
ni ojo vio un Dios, fuera de ti,
que hiciera tanto por quien espera en él.

Sales al encuentro
de quien practica con alegría la justicia
y, andando en tus caminos, se acuerda de ti.
He aquí que tu estabas airado
y nosotros hemos pecado.

Pero en los caminos de antiguo
seremos salvados.
Todos éramos impuros,
nuestra justicia era un vestido manchado;
todos nos marchitábamos como hojas,
nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie invocaba tu nombre,
nadie salía del letargo para adherirse a ti;
pues nos ocultabas tu rostro
y nos entregabas al poder de nuestra culpa.

Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre,
nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero:
todos somos obra de tu mano.



Salmo 79

R/ Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Pastor de Israel, escucha;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece;
despierta tu poder y ven a salvarnos.

R/ Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has fortalecido.

R/ Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.

R/ Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.




Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 3-9


Hermanos:
A vosotros gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia de Dios que se os ha dado en Cristo Jesús; pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo, de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.

Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo.

Fiel es Dios, el cual os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.





Lectura del santo evangelio según san Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. 
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. 
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. 
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».




Comentario

La primera parte del adviento orienta nuestra mirada hacia el Señor glorioso que un día vendrá a nuestro encuentro, al final de los tiempos. En Navidad celebraremos que ese que vendrá con gloria es el mismo que vino en la humildad de nuestra carne.

Pero ahora el Adviento nos lleva a hablar de la esperanza en la venida del Señor al final de los tiempos. Para cada uno, el final de nuestro tiempo es la hora de nuestra muerte, el momento de la salida de este mundo. Pues bien, tenemos que esperar ese momento con paz y serenidad, porque precisamente entonces Dios se nos hará más presente que nunca. Dios nos acogerá con un amor como no hay otro, nos abrazará para no soltarnos nunca de sus manos.

El evangelio que hemos escuchado nos exhorta a estar siempre vigilantes, porque no sabemos cuando va a ocurrir el encuentro definitivo con el Señor de la gloria. Para dejar claro que siempre hay que estar preparado, cuenta una pequeña parábola que recuerda los cuatro momentos en que se divide el día y en los que el gallo canta: el amanecer, el mediodía, la media tarde y la mitad de la noche. Siempre hay que estar preparado, no sólo porque el Señor de la gloria puede venir en cualquier momento, sino porque siempre está viniendo a nuestras vidas, y el creyente tiene mucho interés en descubrir esa permanente venida.

Escucharemos en el prefacio de la Eucaristía, que el Señor glorioso que vendrá al final de los tiempos, “viene ahora a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su reino”. El profeta Isaías, en la primera lectura, ha dicho claramente que Dios sale al encuentro del que practica la justicia. Y el Apóstol Pablo, en la segunda lectura, nos dice a nosotros, que aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que importa mucho salir bien parados cuando tengamos que presentarnos ante el tribunal de Jesucristo. Para salir bien parados nada mejor que encontrar hoy al Señor presente ya en nuestras vidas y en cada uno de los hermanos que se aproximan a nosotros.

El adviento es tiempo de atención y de cuidado, tiempo de vigilancia dice Jesús en el Evangelio. Tiempo de estar atentos. Atentos a tantas injusticias y desigualdades; atentos a quienes más sufren las consecuencias de esta pandemia; atentos a los grupos, personas e instituciones que están empeñadas en cuidar la tierra y cuidar de los habitantes de la tierra; atentos para consumir de forma que la vida sea abundante para todos; atentos a lo que está diciendo el Espíritu en los signos de los tiempos; atentos para descubrir el rostro de Cristo en quién nos necesita; atentos para no hacer ningún daño ni causar ninguna lágrima.

Hablar, saber, hacer: hablar palabras positivas, palabras de reconciliación, palabras que unan y no dividan. Saber que todos somos hijos de Dios, que Dios ama a todos con todo su amor, y quiere para cada uno un presente y un futuro lleno de vida. Y hacer, o sea cuidar unos de otros, cuidar la tierra que nos da el alimento, cuidar sobre todo de los más necesitados. Esos son los caminos del Señor de los que habla el profeta Isaías. Ese es el camino que nosotros estamos llamados a recorrer en este tiempo de adviento y siempre.



Evangelio diario: 28-11-2020

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. 
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».




Comentario

Una vez más Jesús nos dice que debemos estar vigilantes, pendientes de lo que ha de venir, preparados. Sus palabras hoy están más de actualidad que nunca: nos avisa del peligro que corre nuestra alma si nos dejamos llevar por el mundo, por las inquietudes de la vida sin pensar en nuestra salvación, por los placeres fáciles que se nos ofrecen cada día. Serán múltiples las ocasiones en las que nos avise de la importancia de cuidarnos de los influjos externos, de todo aquello que estorba nuestra vida espiritual, de la importancia de la oración, de estar alerta. Y en este pasaje lo hace una vez más.

Es muy importante que cuidemos de nuestra alma, de ahí la  conveniencia de acercarnos al Evangelio cada día. Leer las Escrituras y frecuentar los Sacramentos es la mejor manera de "mantenernos en pie ante el Hijo del Hombre". No sabemos la fecha en que deberemos dar cuenta de nuestra vida, por lo tanto tenemos que estar preparados para cuando llegue, igual que las doncellas prudentes aguardaban con la luz encendida la llegada de sus esposos.

Así nosotros podremos mirar a Dios cara a cara sin temor y gozaremos eternamente de su presencia. Cristo nos salvó, nos redimió del pecado, pero nosotros debemos hacer nuestra parte, cumpliendo con los Mandamientos y siendo fieles a su Palabra. La recompensa es grande: gozar eternamente de la presencia de Dios. 

viernes, 27 de noviembre de 2020

Evangelio diario: 27-11-2020

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,29-33

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola:
«Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. 
Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. 
En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».




Comentario

En su venida hasta nosotros, el tema principal de la predicación de Jesús fue el reino de Dios. Jesús se esforzó en convencernos de que nos apuntásemos al reino de Dios predicado por él. Que ya en esta vida dejásemos a Dios ser el Rey y Señor de nuestro existir. Que Él se adueñase de nuestro corazón, que guiase y rigiese todas nuestras acciones.

Pero bien sabemos que ese reinado en nuestro caminar terreno no lo vivimos en plenitud. A veces, vamos detrás de otros dioses, no somos fieles a la palabra dada…

Todo parece indicar que el evangelio de hoy hace alusión al final terreno del reino de Dios predicado por Jesús y al comienzo de ese reino en plenitud, al final de los tiempos. Llegará un momento en que la vida terrena desaparecerá y todos los resucitados viviremos en plenitud el reinado de Dios. Solo Dios, que es Amor y nadie más que Dios será nuestro Rey. Nos espera el reinado del Amor. El mal y todos sus hijos serán derrotados para siempre. Es lo que nos ha prometido Jesús. “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Evangelio diario: 26-11-2020

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,20-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción. 
Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo que está escrito. 
¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! 
Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo. 
“Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por gentiles”, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles. 
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. 
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. 
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».




Comentario

El último discurso de Jesús en el evangelio de Lucas es también apocalíptico, y hoy escuchamos algunos versículos en el evangelio del día.

Por un lado, la alusión a la destrucción de Jerusalén, la ciudad infiel que no ha querido recibir al enviado de Dios, descrita como un escenario de todos los horrores, en el que no es posible encontrar lugar seguro, Y presentada, como hacían los profetas, en términos de castigo divino.

No es el fin de la historia ni del mundo. La vida continúa y recibimos la oportunidad del tiempo para cambiar esa dinámica de infidelidad y abrir las puertas al que viene de parte de Dios.

De otro lado, el anuncio de la parusía, la venida definitiva de Jesús, no en debilidad como en Belén, sino con “gran poder y gloria”. Una última venida que nadie sabe cuándo será, ni cómo será. Lo definitivo es que Jesús “ya” está viniendo, y que cada uno puede vivir ese encuentro con Él que ilumina y transforma la vida.

¿Signos?. Cuando aquello que considerábamos firme, estable, seguro… se tambalea y va perdiendo significado, y al mismo tiempo comencemos a atisbar que lo único que da soporte, firmeza y sentido a nuestra vida es la presencia de Jesús en ella, ¡podemos alegrarnos porque nuestra liberación está cerca!

miércoles, 25 de noviembre de 2020

La Virgen María, mujer de oración

En nuestro camino de catequesis sobre la oración, hoy encontramos a la Virgen María, como mujer orante. La Virgen rezaba. Cuando el mundo todavía la ignora, cuando es una sencilla joven prometida con un hombre de la casa de David, María reza. Podemos imaginar a la joven de Nazaret recogida en silencio, en continuo diálogo con Dios, que pronto le encomendaría su misión. Ella está ya llena de gracia e inmaculada desde la concepción, pero todavía no sabe nada de su sorprendente y extraordinaria vocación y del mar tempestuoso que tendrá que navegar. Algo es seguro: María pertenece al gran grupo de los humildes de corazón a quienes los historiadores oficiales no incluyen en sus libros, pero con quienes Dios ha preparado la venida de su Hijo.

María no dirige autónomamente su vida: espera que Dios tome las riendas de su camino y la guíe donde Él quiere. Es dócil, y con su disponibilidad predispone los grandes eventos que involucran a Dios en el mundo. El Catecismo nos recuerda su presencia constante y atenta en el designio amoroso del Padre y a lo largo de la vida de Jesús (cfr. CCE, 2617-2618).

María está en oración, cuando el arcángel Gabriel viene a traerle el anuncio a Nazaret. Su “he aquí”, pequeño e inmenso, que en ese momento hace saltar de alegría a toda la creación, ha estado precedido en la historia de la salvación de muchos otros “he aquí”, de muchas obediencias confiadas, de muchas disponibilidades a la voluntad de Dios. No hay mejor forma de rezar que ponerse como María en una actitud de apertura, de corazón abierto a Dios: “Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras”. Es decir, el corazón abierto a la voluntad de Dios. Y Dios siempre responde. ¡Cuántos creyentes viven así su oración! Los que son más humildes de corazón, rezan así: con la humildad esencial, digamos así; con humildad sencilla: “Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras”. Y estos rezan así, no enfadándose porque los días están llenos de problemas, sino yendo al encuentro de la realidad y sabiendo que en el amor humilde, en el amor ofrecido en cada situación, nos convertimos en instrumentos de la gracia de Dios. Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras. Una oración sencilla, pero es poner nuestra vida en manos del Señor: que sea Él quien nos guíe. Todos podemos rezar así, casi sin palabras. 

La oración sabe calmar la inquietud: pero, nosotros somos inquietos, siempre queremos las cosas antes de pedirlas y las queremos en seguida. Esta inquietud nos hace daño, y la oración sabe calmar la inquietud, sabe transformarla en disponibilidad. Cuando estoy inquieto, rezo y la oración me abre el corazón y me vuelve disponible a la voluntad de Dios. La Virgen María, en esos pocos instantes de la Anunciación, ha sabido rechazar el miedo, aun presagiando que su “sí” le daría pruebas muy duras. Si en la oración comprendemos que cada día donado por Dios es una llamada, entonces agrandamos el corazón y acogemos todo. Se aprende a decir: “Lo que Tú quieras, Señor. Prométeme solo que estarás presente en cada paso de mi camino”. Esto es lo importante: pedir al Señor su presencia en cada paso de nuestro camino: que no nos deje solos, que no nos abandone en la tentación, que no nos abandone en los momentos difíciles. Ese final del Padre Nuestro es así: la gracia que Jesús mismo nos ha enseñado a pedir al Señor. 

María acompaña en oración toda la vida de Jesús, hasta la muerte y la resurrección; y al final continúa, y acompaña los primeros pasos de la Iglesia naciente (cfr. Hch 1,14). María reza con los discípulos que han atravesado el escándalo de la cruz. Reza con Pedro, que ha cedido al miedo y ha llorado por el arrepentimiento. María está ahí, con los discípulos, en medio de los hombres y las mujeres que su Hijo ha llamado a formar su Comunidad. ¡María no hace el sacerdote entre ellos, no! Es la Madre de Jesús que reza con ellos, en comunidad, como una de la comunidad. Reza con ellos y reza por ellos. Y, nuevamente, su oración precede el futuro que está por cumplirse: por obra del Espíritu Santo se ha convertido en Madre de Dios, y por obra del Espíritu Santo, se convierte en Madre de la Iglesia. Rezando con la Iglesia naciente se convierte en Madre de la Iglesia, acompaña a los discípulos en los primeros pasos de la Iglesia en la oración, esperando al Espíritu Santo. En silencio, siempre en silencio. La oración de María es silenciosa. El Evangelio nos cuenta solamente una oración de María: en Caná, cuando pide a su Hijo, para esa pobre gente, que va a quedar mal en la fiesta. Pero, imaginemos: ¡hacer una fiesta de boda y terminarla con leche porque no había vino! ¡Eso es quedar mal! Y Ella, reza y pide al Hijo que resuelva ese problema. La presencia de María es por sí misma oración, y su presencia entre los discípulos en el Cenáculo, esperando el Espíritu Santo, está en oración. Así María da a luz a la Iglesia, es Madre de la Iglesia. El Catecismo explica: «En la fe de su humilde esclava, el don de Dios encuentra la acogida que esperaba desde el comienzo de los tiempos» (CCE, 2617).

En la Virgen María, la natural intuición femenina es exaltada por su singular unión con Dios en la oración. Por esto, leyendo el Evangelio, notamos que algunas veces parece que ella desaparece, para después volver a aflorar en los momentos cruciales: María está abierta a la voz de Dios que guía su corazón, que guía sus pasos allí donde hay necesidad de su presencia. Presencia silenciosa de madre y de discípula. María está presente porque es Madre, pero también está presente porque es la primera discípula, la que ha aprendido mejor las cosas de Jesús. María nunca dice: “Venid, yo resolveré las cosas”. Sino que dice: “Haced lo que Él os diga”, siempre señalando con el dedo a Jesús. Esta actitud es típica del discípulo, y ella es la primera discípula: reza como Madre y reza como discípula. 

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19). Así el evangelista Lucas retrata a la Madre del Señor en el Evangelio de la infancia. Todo lo que pasa a su alrededor termina teniendo un reflejo en lo más profundo de su corazón: los días llenos de alegría, como los momentos más oscuros, cuando también a ella le cuesta comprender por qué camino debe pasar la Redención. Todo termina en su corazón, para que pase la criba de la oración y sea transfigurado por ella. Ya sean los regalos de los Magos, o la huida en Egipto, hasta ese tremendo viernes de pasión: la Madre guarda todo y lo lleva a su diálogo con Dios. Algunos han comparado el corazón de María con una perla de esplendor incomparable, formada y suavizada por la paciente acogida de la voluntad de Dios a través de los misterios de Jesús meditados en la oración. ¡Qué bonito si nosotros también podemos parecernos un poco a nuestra Madre! Con el corazón abierto a la Palabra de Dios, con el corazón silencioso, con el corazón obediente, con el corazón que sabe recibir la Palabra de Dios y la deja crecer con una semilla del bien de la Iglesia. 

Papa Francisco
18-11-2020

Evangelio diario: 25-11-2020

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,12-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. 
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. 
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».




Comentario

Estamos a punto de terminar el Año Litúrgico. Este evangelio sí tiene visos apocalípticos, de final nada fácil. Jesús es claro: tenemos la confianza de que Él nos dijo que nos daría las palabras idóneas para la defensa… si es que nos dejan defendernos. El momento es inminente y nos lo harán pasar muy mal. Solemos decir en dicho popular: No hay mejor defensa que un buen ataque. No parece que sea éste el momento de atacar a nadie, sino de aceptar lo que el Señor tenga preparado para cada uno.

No debe preocuparnos “el final de los tiempos”, sino el “final del tiempo” de cada uno. Para ello nos vamos preparando, no como unos ingenuos que se dejan llevar, sino como verdaderos creyentes que fundamentan su vida, con sus fallos y pecados, en la misericordia de Dios. Sí, nos atacarán, pero no nos vencerán. Incluso dentro de nuestra propia familia, dice Jesús. También solemos decir que “no hay peor cuña que la de la misma madera”.

Queda ese final brillante y consolador: ni un simple cabello perecerá. Lo que importa es la perseverancia a lo largo de la vida para así poder degustar la salvación prometida.

Perseverancia, paciencia, pasión, van íntimamente unidas al éxito. Y no olvidemos que el éxito, el triunfo, es saber inspirar confianza. La realidad termina pareciéndose a nuestros sueños, si éstos se sueñan con perseverancia. Y nuestro sueño siempre es el de un cielo nuevo y una tierra nueva… en cada amanecer.

martes, 24 de noviembre de 2020

Evangelio diario: 24-11-2020

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,5-11

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».

Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».



Comentario

Ante la predicción de la destrucción del templo, los oyentes preguntan a Jesús sobre el cuándo tendrá lugar y qué señales precederán a esa caída. Como en otras ocasiones, Jesús no responde a esas preguntas.

Sin embargo, ante toda esa descripción aconseja no tener pánico. El pánico es un miedo extremo que puede paralizarnos y confundirnos. Jesús invita a la confianza. Ante lo que pueda suceder es preciso mantener la calma y no dejarnos aplastar por el puro sentimiento. Nos invita a tener en cuenta sus palabras, repetidas con frecuencia en el evangelio: “no tengáis miedo”. ¿Por qué no hemos de tener miedo? Dios es un Padre bueno que no nos va a dejar perdidos entre las desgracias. Jesús sabe que mantener la serenidad en esos momentos es costoso. De ahí la recomendación de no dejarnos llevar por ese sentimiento.

En la pandemia que sufrimos muchas personas acudimos a Dios. No para que Él solucione los problemas, sino solicitando fuerza para saber vivir todo lo que se nos vino encima. Lo han hecho los sanitarios, enfermos y familiares que han vivido al límite.

Necesitamos siempre su fuerza, pero especialmente en los momentos en que todo parece perder sentido. Confiemos en Él. Nunca nos abandonará. En las pruebas se manifiesta la fuerza de nuestra fe. San Pedro en su primera carta lo expresa muy bien: “Confiadle todas vuestras preocupaciones, puesto que Él se preocupa de vosotros” (1P 5, 7).

lunes, 23 de noviembre de 2020

Retiro de Adviento - Ermita de San Antonio

ADVIENTO, TIEMPO DE GRACIA


La Cofradía de San Antonio, organiza el próximo sábado 28 de Noviembre de 10h a 13h, un Retiro de preparación al Adviento, basado en la Espiritualidad de Los Talleres de Oración y Vida.

Os invitamos a vivir una mañana de Encuentro con el Señor para volver a casa revestidos de su Presencia y con la Esperanza puesta en su Venida.

Después del Retiro celebraremos la Eucaristía en la Ermita de San Antonio.

Adviento es un Tiempo de Gracia que nos brinda la Iglesia, vamos a aprovecharlo.

Te esperamos.

OPERACION KILO NAVIDAD 2020 organizada por CARITAS CASTRENSE CEUTA

Os presentamos la campaña para esta Navidad 2020 OPERACIÓN KILO, animándoos a uniros a toda la familia castrense y a mostrar una vez más la solidaridad de tantos hombres y mujeres y sus familias que en los momentos de necesidad arriman el hombro, sintiendo la necesidad del prójimo como propia.

Desde aquí, animaros a colaborar y agradeceros de antemano el esfuerzo y el cariño puesto en vuestra cooperación, en una labor que con ilusión y entrega realiza el equipo de voluntarios de Caritas Castrense de Ceuta. 








 

Evangelio diario: 23-11-2020

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,1-4

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo:
«En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».


Comentario

En el evangelio de hoy encontramos dos grande contrastes: los ricos y la viuda; el que da de lo que le sobra y el que da lo necesario para vivir. Aquí el verdadero tesoro se centra en la viuda, una mujer que conforme al contexto de su época vive de la caridad.

Su actitud ante Dios es la de no reservarse nada, lo da todo para gloria de Dios. Eso es posible porque tiene su esperanza puesta en el Señor. Por este motivo, merece el elogio de Jesús; porque reconoce en ella no un simple ritual, sino un verdadero abandono a la Divina Providencia que sólo puede venir de aquél que está lleno de Dios y vacío de sí mismo.

Hoy en día, podemos contemplar esta misma actitud en aquellos creyentes que con fidelidad y sincero corazón tienen a Jesús como su único tesoro. El fiel deja todo a la espera de su Señor porque nada tiene que temer. Afronta su día a día con confianza filial. Su entrega no se queda sólo en lo material, da a la Iglesia, a Dios y a su prójimo, su tiempo, su servicio y su amor, porque ve en ellos templos vivos. Así es como termina entregando hasta el rincón más íntimo de su vida, a la vez que se despreocupa de ella, consciente de que hay Otro que cuida de él mejor que nadie.

Cuando somos fieles vivimos así pero cuando no lo somos, tratamos de arreglárnoslas con otras seguridades más propias del mundo que de Dios, por eso ahí damos sólo de lo que nos sobra. Examinemos nuestro interior para ver si nuestros ojos están fijos en el Único que puede darnos vida.

Apoya nuestra labor de ayuda a las familias más afectadas

Situación actual de la crisis

Nos encontramos desde el 13 de marzo en un estado de alarma decretado por el Gobierno de la Nación tras el impacto de la pandemia del Covid-19. Por este motivo se han paralizado los motores económicos del país, que, según todas las previsiones habidas hasta el momento, tanto por los organismos internacionales desde el propio Fondo Monetario Internacional a la Unión Europea como por los más diversos expertos nacionales, es más que previsible una recesión económica que produzca situaciones de necesidad más profundas incluso que aquellas originadas por la crisis de 2008.

Por ello el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Juan del Río Martín, Arzobispo Castrense de España, encomienda a Cáritas Castrense, el organismo oficial del Arzobispado Castrense de España, constituida para promover, coordinar y orientar la acción caritativa y social, la creación de un fondo de emergencia con el fin de paliar las necesidades que se produzcan en el entorno del Arzobispado Castrense de España.

“Recogió José trigo como arena del mar, mucho en extremo, hasta no poderse contar, porque no tenía número. Así se cumplieron los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto. Y comenzaron a venir los siete años del hambre, como José había dicho; y hubo hambre en todos los países, mas en toda la tierra de Egipto había pan”

 (Gn, 41, 53ss)





Necesitamos tu apoyo urgente


Con el referente de la figura de José en Egipto, se creará un “granero” (Cf. Génesis 41, 56) que, a modo de fondo de emergencia, constituido por los donativos de personas físicas o jurídicas, permita paliar con inmediatez las necesidades más básicas generadas por la crisis del Covid-19.



Se pondrá especial atención en cubrir necesidades como:
• Alimentación 
• Medicina 
• Vivienda y suministros servicios (agua; luz; gas etc.)
• Académicos/escolarización
• Cualquier otra actividad que tienda a cubrir necesidades básicas.

Ayudar y alentar a las CPC, extendidas por el territorio nacional y al resto de capellanes que no tienen CPC en sus unidades, bases o acuartelamientos en la consecución de los mismos fines anteriormente mencionados.



Gracias por apoyarnos en esta campaña en pro de los más desfavorecidos

sábado, 21 de noviembre de 2020

Jesucristo Rey del Universo

Con este domingo finaliza el año litúrgico y en el próximo inauguraremos el nuevo año con la celebración del Adviento.

La fiesta de Cristo Rey fue instituida por Pío XI en 1925 con una finalidad precisa: quería afirmar la soberana autoridad de Cristo sobre los hombres y las instituciones ante los avances del ateísmo y la secularización de la sociedad.

En 1970 la fiesta se formuló de otra manera: “Cristo Rey del Universo”, queriendo destacar más bien el carácter cósmico y escatológico del reinado de Cristo.

Se fijó en el último domingo del año litúrgico y como conclusión del mismo. El sentido de la nueva orientación lo explica la oración inicial de la misa cuando pide a Dios que “toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin”.

La nueva formulación casa mejor con la finalidad misma de la celebración del año litúrgico que es la formación a lo vivo de Cristo en nosotros por medio de la celebración litúrgica de los misterios fundamentales de su vida, desde la Navidad a Pentecostés, y por medio de la asimilación progresiva del evangelio y de la eucaristía.

Estas celebraciones de los misterios de la vida de Jesús no son solo ahora memoria del pasado, contienen espiritualmente la realidad misma que conmemoran, y así la vida de Cristo, y sus correspondientes sentimientos, se forman en la comunidad cristiana y en cada uno de sus miembros.

Una vida espiritual sin Cristo, un año litúrgico sin la celebración de los misterios de la vida del Señor, era impensable para la comunidad de los primeros siglos para la cual la Pascua del Señor era lo que daba contenido y forma a la vivencia de la vida cristiana integral.



Que Cristo es rey lo afirma él mismo ante Pilato. Pero
durante su ministerio público Jesús no cede nunca al entusiasmo mesiánico de las multitudes, demasiado mezclado con elementos humanos y con esperanzas temporales.

Su misión es de orden muy diferente. Cuando las multitudes quieren aclamarlo como rey, después de la multiplicación de los panes, él desaparece. En una única ocasión se presta a una manifestación pública entrando triunfalmente en Jerusalén, mostrándose con humilde aparato, conforme al oráculo de Zacarías 9,9. Y este éxito acelera su pasión.

Jesús, interrogado por Pilato, no reniega del título de rey. Pero precisa que su reino no es de este mundo. El buen ladrón, reconociendo también su realeza, ruega a Jesús que se acuerde de él cuando esté en su reino. Jesús reconoce la gloria de su realeza, pero esta tendrá lugar en su resurrección y en su manifestación final.

El auténtico trono de Cristo


El sorprendente trono de Cristo es la cruz. Predice que “cuando sea elevado, atraerá a todos hacia él”. Los seguidores de Jesús son sus súbditos porque “son arrancados del dominio de las tinieblas para ser trasladados al reino de su Hijo, en quien tienen la redención”. La dependencia de los cristianos de Cristo no se realiza por medio de leyes. No es de carácter jurídico. Es una dependencia basada en la libertad y el amor.

Jesús no se apoya en la omnipotencia divina, sino en la impotencia humana. Atrae, fascina, seduce, se hace amar y no temer, y pide hacerlo libremente, voluntariamente. Los que se afirman sus súbditos lo dan todo, su vida, sus bienes, la libertad, las comodidades, el bienestar terreno. La atracción y el encanto brotan de dentro, no de fuera. Es entusiasmo, no sumisión. Es amor, no humillación.

Los cristianos que se reconocen verdaderos súbditos de Cristo, viven esta dependencia en máxima libertad. Viven en el mundo, pero se despegan del mundo. Viven en la carne, pero no según los requerimientos de la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está ya en el cielo. Sufren, pero son ya bienaventurados. Obedecen las leyes instituidas, pero su verdadera ley consiste no en cumplir, sino en amar, y amar incluso a los que les hacen mal. Aman, incluso cuando no se les ama a ellos.

Mueren como todos, pero dejan este mundo en la viva esperanza de que es entonces cuando reciben una vida superior. En no pocas ocasiones les infieren la muerte, pero ellos creen que es entonces cuando reciben la verdadera vida. Aun siendo pobres, enriquecen a muchos, porque saben que su dueño y rey es el señor absoluto de la vida. Carecen de todo, pero lo tienen todo. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor y consideración. Efectivamente, quienes así obran tienen a Cristo como su Rey y Señor.

Reconocer que Cristo es el rey de nuestra vida, significa en primer lugar confesar gozosamente que está en nosotros y con nosotros, que vive en verdad dentro de nosotros activamente, iluminando y conduciendo, como verdadero Rey y Señor.

La presencia de Jesús como Dios y Señor en cada uno de nosotros, ejerciendo una amistad y una guía sorprendente, es la verdad fundamental del evangelio. Jesús dijo: ”Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él”.

El ideal de fe de todos los siglos, reconocido e impulsado siempre por el magisterio de la Iglesia, es advertir esa Presencia y ser coherentes con ella. Dios no solo habló; sigue hablando hoy y siempre.

Pero en muchos de nosotros, en realidad, él no está, no manda, no reina. Permanece como un extraño en su propia casa. En muchos, acaso como una estatua. No le sienten ni perciben. Muchos viven en las afueras de Dios, pues lo han reducido a imagen mental. Y viven también fuera de ellos mismos, pues la conciencia, la espontaneidad, el amor, la libertad no se hacen presentes y actuantes.

Activan solo la memoria, la costumbre, la rutina. Cuando dicen que van a Dios no salen de ellos mismos. Su fe es un monólogo solitario, pues hacen rezos, pero no oración. No rezan a Dios: se rezan a sí mismos en monólogo y no en diálogo. Mueven los labios, y la memoria, pero no el corazón. Cuando rezan, utilizan las palabras fría y mecánicamente. Jesús dice que, al orar, no utilicemos muchas palabras.

Durante siglos ha habido corrientes de orantes que no utilizaron las palabras. Vivieron una fuerte conciencia de su presencia y un intenso sentimiento de reconocimiento y amor. Pasaron horas diciendo suavemente, intensamente, “¡Jesús!”, o simplemente “¡Tú!”, en una suma activación del corazón, del afecto sentido. Se relacionaban con un Jesús no solo conocido, sino intensamente vivido.

Como dice hoy el prefacio de la misa, el reino de Jesús es un reino eterno y universal, el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz. Pidamos hoy al Señor que reine en nuestra voluntad y que nos ayude a difundir su reinado dichoso sobre todos los hombres.

Jesucristo Rey del Universo - Ultima semana del tiempo ordinario

Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel 34, 11-12. 15-17



Esto dice el Señor Dios:
«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré.
Como cuida un pastor de su grey dispersa,
así cuidaré yo de mi rebaño
y lo libraré,
sacándolo de los lugares por donde se había dispersado
un día de oscuros nubarrones.
Yo mismo apacentaré mis ovejas
y las haré reposar
—oráculo del Señor Dios—.
Buscaré la oveja perdida,
recogeré a la descarriada;
vendaré a las heridas;
fortaleceré a la enferma;
pero a la que está fuerte y robusta la guardaré:
la apacentaré con justicia».
En cuanto a vosotros, mi rebaño,
esto dice el Señor Dios:
«Yo voy a juzgar entre oveja y oveja,
entre carnero y macho cabrío».



Salmo 22

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.



Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 20-26. 28


Hermanos:

Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.

Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.

Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida; después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte.

Cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo Hijo se someterá al que se lo había sometido todo. Así Dios será todo en todos.



Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 31-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. 
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. 
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. 
Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».




Comentario

Desde la encarnación del Hijo de Dios en naturaleza y condición humanas hasta su última palabra en parábolas y en predicación verbal, todo evidencia esta realidad: Dios tiene preferencia por los pobres, por los pecadores, por los perseguidos, por los que sufren.

Son varios los pasajes del evangelio en los que se dice rotundamente que el primero y principal prójimo es el pobre y que ellos son la medida del amor a Dios. La gloria de Dios es que el pobre viva. Pero la mejor comprobación de la identificación de Dios con el pobre nos la brinda el evangelio de san Mateo que la liturgia sitúa en la fiesta de hoy: “Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”, y, aún por el lado opuesto, “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Ellos son mucho más que seres desheredados que mueven a compasión, reclamo de justicia social y vergüenza de civilizaciones, etc. Son la representación de Dios aquí, mientras el reino de Dios culmina en el más allá del tiempo.

El evangelista san Mateo, al referirse a Jesús en el fragmento evangélico del día, utiliza tres nombres que expresan esa centralidad: Hijo del hombre, rey y Señor que son netamente títulos de carácter cristológico. El título de Señor, Kyrios, se convirtió en el nombre propio de Dios, y expresa el poder de Cristo, a la vez que lo identifica con la soberanía de Dios.

Es ahí, en el escenario imponente del “juicio final”, donde Cristo, “ante todas las naciones” desplegará su poder regio: será el momento en que el reino de Dios, iniciado en la historia como un grano de mostaza, se expanda en su infinita potencialidad de gloria y bienaventuranza. El Señor y rey, el Hijo del hombre, juez de vivos y muertos, presentará al Padre a la humanidad redimida como un trofeo de la lucha gigantesca ganada a golpe de “sangre de la Alianza nueva y eterna, derramada por todos los hombres para el perdón de los pecados”. La misión redentora de Cristo culminará en el amor del Pastor y en la misericordia del Rey repartidos entre todos los hombres que, llegados ante el Señor, evidenciarán la suma pobreza que conmoverá las entrañas de Dios Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.