viernes, 30 de diciembre de 2022

Solemnidad de la Sagrada Familia

Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico 3, 2-6.12-14


El Señor honra más al padre que a los hijos
y afirma el derecho de la madre sobre ellos.
Quien honra a su padre expía sus pecados,
y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros.
Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos
y, cuando rece, será escuchado.
Quien respeta a su padre tendrá larga vida,
y quien honra a su madre obedece al Señor.
Hijo, cuida de tu padre en su vejez
y durante su vida no le causes tristeza.
Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él,
y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor.
Porque la compasión hacia el padre no será olvidada
y te servirá para reparar tus pecados.



Salmo 127

R. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.

R. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa.

R. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.

Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida.

R. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.





Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 12-21


Hermanos:

Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedum-bre, paciencia.

Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.

El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.

Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.

Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.

Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.

Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo.




Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 13-15. 19-23

Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta:
«De Egipto llamé a mi hijo».
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
«Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño».
Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel.

Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.



Comentario

Esta fiesta de la sagrada familia pudiera ser presentada con mucha dulzura y regocijo, pero Mateo nos abre una página de la familia de Nazaret en pleno camino doloroso y de destierro. Jesús, María y José viven la condición dramática de los prófugos; recorren un camino que anticipa, en cierto sentido, el camino del Calvario (incertidumbre, miedo, inseguridad).


Para cada uno de nosotros puede haber también un destierro entendido como experiencia de libertad. Se trata de advertir todo lo que en nuestro mundo representa una amenaza para la persona, la vida, la libertad, el espíritu y la misma familia. Se trata de poner a salvo los valores más preciosos, aquellos que son transparentes a la luz de la patria verdadera, de un mundo distinto, de una manera de ser y de estar… al estilo de José, “hombre de sueños” que acepta la intervención de lo alto, que está y es sensible a la invitación de partir, es decir, de dejar sitio a la Voz de quien bien sabe de lo humano pues es criatura suya; y acepta estar en “otro lugar” respecto al mundo y su criterios, una tierra amplia, sin fronteras ni barreras, donde se saborean la gratuidad, la pertenencia y la paz. La tierra donde cada uno puede ser él mismo, en la verdad de su ser, en comunión con Dios y con los demás… y el camino que lleva a ese Reino, puede ser precisamente el del destierro, el del alejamiento de ese mundo artificial y decrépito obra de la injusticia.

El fragmento que hemos leído del Eclesiástico nos ayuda a ponernos en contacto igualmente con ese otro destierro interior, hacia dentro de nuestra propia familia, de nuestra comunidad, de nuestra iglesia, donde los que menos cuentan, los ancianos por ejemplo, son ignorados o arrinconados. La insistencia en la observancia del cuarto mandamiento, “honrar” nos pone en contacto con reconocer el valor, el carácter sagrado de la persona, independientemente de que su manos puedan sernos o no útiles; la delicadeza con los miembros más débiles de nuestra familia, de nuestra comunidad, puede convertirse en el soporte más sólido y testimonial de la familia, de la comunidad, sin tener que recurrir a ninguna defensa política.

La fiesta de la sagrada familia nos recuerda oportunamente que en ese espacio sagrado, que lo es porque Dios lo ha tocado, se celebra la insustituible liturgia de lo cotidiano, hecha gesto recíproco entre todos sus miembros, compromiso de amor y pertenencia, comunidad de vida y amor… capaz de ser sagrada porque quien la ha tocado con su nacimiento, es sagrado.