sábado, 24 de diciembre de 2022

Comienza el Tiempo de Navidad y la Octava de Navidad

Comienza el tiempo de Navidad y
la octava de Navidad
(después de la hora nona)



Introducción al tiempo de Navidad

Del Directorio sobre la Piedad popular y la Liturgia (nn. 106-107)

En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén, anunciado a los pastores, primicia de Israel que acoge al Salvador; la manifestación a los Magos, «venidos de Oriente» (Mt 2, 1), primicia de los gentiles, que en Jesús recién nacido reconocen y adoran al Cristo Mesías; la teofanía en el río Jordán, donde Jesús fue proclamado por el Padre «hijo predilecto» (Mt 3, 17) y comienza públicamente su ministerio mesiánico; el signo realizado en Caná, con el que Jesús «manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él» (Jn 2, 11).

Durante el tiempo navideño, además de estas celebraciones, que muestran su sentido esencial, tienen lugar otras que están íntimamente relacionadas con el misterio de la manifestación del Señor: el martirio de los Santos Inocentes (28 de diciembre), cuya sangre fue derramada a causa del odio a Jesús y del rechazo de su reino por parte de Herodes; la memoria del Nombre de Jesús, el 3 de enero; la fiesta de la Sagrada Familia (domingo dentro de la Octava), en la que se celebra el santo núcleo familiar en el que «Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52); la solemnidad del 1 de enero, me- moria importante de la maternidad divina, virginal y salvífica de María; y, aunque fuera ya de los límites del tiempo navideño, la fiesta de la Presentación del Señor (2 de febrero), celebración del encuentro del Mesías con su pueblo, representado en Simeón y Ana, y ocasión de la profecía mesiánica de Simeón.

Esta noche de vigilia de Navidad, en la liturgia de la palabra comenzamos escuchando cómo el profeta Isaías nos anuncia el nacimiento de la Luz que nos alumbrará a los que caminamos en tinieblas. Se trata de un Niño, el Señor, que nos librará de la opresión, que nos dará aquello que realmente necesitamos, instaurando aquí su Reino.

En el rezo del salmo 95 compartimos con toda la creación la alegría por el nacimiento del Señor. Nuestro corazón se llena de júbilo.

En su carta a Tito, san Pablo nos dice que el Hijo de Dios nos trae la salvación y la felicidad en la medida en que nosotros seamos coherentes con su Evangelio, siendo generosos con los demás.

Y por último, escuchamos cómo el evangelista san Lucas nos narra el nacimiento del Señor, que tuvo lugar en medio de la noche. Cuando todo estaba sosegado y en silencio, un ángel irrumpió para anunciar la gran noticia: un Niño recién nacido y envuelto tiernamente en pañales es nuestro Salvador.