lunes, 30 de mayo de 2022

Evangelio diario: 30-05-2022

Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 29-33

En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús:
«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios».
Les contestó Jesús:
«¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».



Comentario

San Juan sitúa este diálogo entre Jesús y los Discípulos en el transcurso de la última cena. Están hablando en torno a la mesa y Cristo les anuncia que le van a dejar solo. Pero a la vez les tranquiliza porque el Padre estará con Él hasta el final. En estos últimos momentos de su vida en común los Apóstoles confiesan que le entienden, que ya no necesitan de parábolas. Sin duda el Espíritu Santo ha obrado en ellos la transformación. Y Jesús les advierte de los peligros del mundo y Él mismo se pone como ejemplo de que se pueden vencer. Es un claro llamamiento a que seamos como Él.

La escena no puede ser más enternecedora: un grupo de amigos hablando en confianza en torno a una mesa. Y así debe ser nuestra relación con Dios: cercana, íntima, sincera, sin miedo y atentos a sus palabras. En esos momentos el futuro es incierto para los Doce por más que el Maestro les haya venido anunciando cómo será su misión. En unas pocas horas se dispersarán, se esconderán, le negarán...

Desde el punto de vista humano es normal, pero ellos estaban llamados a “pescar hombres” y tras los primeros momentos de estupor asumirán el mandato de Jesús. Y para ello será fundamental la intervención del Espíritu Santo: ¡PENTECOSTÉS!

Todos, en algún momento de nuestra vida, tenemos nuestro propio Pentecostés, debemos estar atentos al momento y no tenemos que temer a nada ni a nadie. Dios está con nosotros. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos acompañan siempre. Como aquellos discípulos del cenáculo estamos llamados a enfrentarnos al mundo con la mejor de las armas: La Palabra, las enseñanzas de Cristo, el Hijo del Hombre, el Resucitado. No tengamos miedo.