viernes, 6 de mayo de 2022

Evangelio diario: 06-05-2022

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 52-59

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. 
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. 
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. 
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.


Comentario

Palabras muy elaboradas las de Jesús ante la pregunta de los judíos: ¿Cómo puede éste a darnos de comer su propio cuerpo? Una pregunta que, de una u otra forma, muchos en la actualidad siguen haciendo respecto a la Eucaristía; dicen: el pan es pan y el vino es vino, no le demos más vueltas.

La comparación con el maná es apropiada, con la diferencia de que aquellos murieron. Ahora Jesús es el nuevo maná-pan de Vida. Su Vida resucitada, eucaristizada, se prolonga en nosotros cada vez que nuestro espíritu receptivo se abre a su alimento.

Es un salto cualitativo: Él es verdadera comida y bebida porque la perspectiva es nueva; ya no estamos en una dimensión puramente material, es una dimensión de fe, de prolongación de aquel gesto de la Última Cena, de unidad y común unión; en definitiva, de fe total a la persona de Jesús, que quiso quedarse a Él mismo como alimento fortalecedor de nuestras vidas débiles e indefensas. 

Desde entonces, las reuniones y encuentros entorno a la mesa para disfrutar de la reconciliación, de la Palabra, del Pan de Vida, tienen el sabor de auténtica pascua, de paso del Señor que se queda entre nosotros y no de cualquier forma, sino de la mejor forma: saciando nuestra hambre y sed de Vida.

En la Eucaristía, en la comunión, la hacemos carne de nuestra carne y con ella enraizamos cada día la vida entera en Dios. Porque de estar enraizados se trata. Sin raíces, pronto nos secamos y morimos.

El papa Francisco lo expresa muy bien:
“En la Eucaristía, que es el precioso alimento para la fe, se da el encuentro con Cristo presente realmente con el acto supremo de amor, el don de sí mismo, que genera vida. En la Eucaristía confluyen los dos ejes por los que discurre el camino de la fe. Por una parte, el eje de la historia: la Eucaristía es un acto de memoria, actualización del misterio, en el cual el pasado, como acontecimiento de muerte y resurrección, muestra su capacidad al futuro, de anticipar la plenitud final. La liturgia nos lo recuerda con su hodie, el «hoy» de los misterios de la salvación. Por otra parte, confluye en ella también el eje que lleva del mundo visible al invisible”.