martes, 26 de julio de 2022

Evangelio diario: 26-07-2022

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 36-43

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
«Explícanos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles. 
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».




Comentario

Jesús expone la parábola en la que se describe cómo a pesar de sembrar buena semilla, aparece la cizaña, las malas yerbas en el sembrado. Y, frente a la solución inmediata de quitar las malas hierbas, el amo de la tierra dice “dejadlas crecer juntas”. Hay que esperar a la siega. Jesús quiere que no seamos nosotros los que arranquemos lo que estimamos malas hierbas. Podríamos arrancar con ellas lo que brota de buena semilla, el trigo. Es tarea que hay que dejar a Dios o a los ángeles, sus enviados. Pertenece a la enseñanza de Jesús: “no juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados”.

Convivir trigo y cizaña pertenece a nuestra condición humana. Y no pensemos solo ni tanto en su dimensión social, sino en nuestro propio ser. En él está sembrada buena semilla y germina y crece, pero no está sola. También en cada uno de nosotros aparece la cizaña. Somos suma de trigo y cizaña en dialéctica convivencia. De pulsiones positivas y de pulsiones negativas. O sea, con tendencias al mal y al bien. Vivir con dignidad es ver cómo lo bueno se impone sobre lo malo, pero sin pretender que lo malo que se genera y crece en nosotros vaya a desaparecer. Hemos de saber dar buen fruto, en lucha con la cizaña que se quiere imponer y que nos acompañará hasta el final del vivir.

Esa es la realidad de nuestra condición humana; no aceptarlo es autoengaño. Conocerse bien es la primera tarea que tiene el ser humano. Y no la más fácil. Pero san Agustín ponía en boca de Dios: “trata de conocerte a ti mismo y me conocerás a mí”. El autoconocimiento puede ser decepcionante. Ha de serlo para ser conscientes de que no nos bastamos, hemos de contar con Dios para ser lo que tenemos que ser, hemos de dar dimensión teologal a nuestra vida. O sea, hacer presente a Dios en ella.