viernes, 22 de julio de 2022

Evangelio diario: 22-07-2022

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-2. 11-18

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.

Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.

Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice:
«¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».




Comentario

María Magdalena ha vivido una experiencia transformadora en su encuentro con Jesús antes de la Pascua. La vincula de tal manera a Jesús que estará presente en el momento de la muerte de Cristo, junto con la Madre del Señor y Juan, el discípulo más querido. Sin duda, como los demás, ha oído al Maestro hablar de este momento y de la resurrección de entre los muertos. Pero no entendían nada y les daba miedo preguntar. Era un tema que se les escapaba de las manos. La Magdalena como Tomás nos ayudan a situarnos nosotros también en la perspectiva de la resurrección. A veces con las mismas dificultades, pues en nuestro horizonte con frecuencia sólo damos cabida a lo que está dentro de nuestros parámetros.

El pasaje del Evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena en dos momentos: cuando va al sepulcro a llorar y lamentarse por la muerte de Jesús. Esa fijación que cierra toda posibilidad al mensaje de la resurrección, implica llegar a una conclusión errada. Corre a comunicar, nos dice Juan, que se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Es la idea machacona de quien no ve otra salida al drama vivido y a un amor que se limita a llorar sobre un cadáver.

El segundo momento sitúa a María en su llanto y desconsuelo. Los diálogos que siguen de preguntas y respuesta, ángeles y el mismo Jesús, ponen de manifiesto esta realidad: en su horizonte no tiene cabida la resurrección. A los ángeles les dirá, “se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto” y a Jesús al que no reconoce, porque lo tiene por muerto definitivamente, “Señor, si tú te los has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré”. María oye su nombre pronunciado por ese desconocido y de inmediato reconoce. Se nos dice en la Escritura: Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón. Por este motivo María reacciona. Este momento es de gran importancia porque incluye la misión.

Por un lado no debe aferrarse a la experiencia prepascual, de ahí que le pida le suelte. El mensaje que ha de llevar está ligado también a la razón que Jesús le da: “Suéltame, que todavía no he subido al Padre.” A María le encarga Jesús que vaya a comunicar no sólo que le ha visto resucitado, por lo tanto, que vive, sino que sube al Padre. Ella que ha corrido angustiada afirmando la desaparición del cadáver, ahora no dirá que lo encontrado. Dirá lo que Jesús le encarga: “Ve a mis hermanos y diles: subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”.

Para los bautizados, que parten de una experiencia similar, María Magdalena alienta en la misión evangelizadora, pues también somos situados en la experiencia pascual y enviados a comunicar la alegría de la Pascua.