domingo, 31 de julio de 2022

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario

Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23

¡Vanidad de vanidades!, —dice Qohélet—. ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!
Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia.
Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol?
De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.




Salmo 89

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna.

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos.

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.



Segunda lectura
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 1-5. 9-11

Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.
En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.
¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos.




Lectura del santo Evangelio según San Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
Así es el que atesora para si y no es rico ante Dios».






Comentario

El proceso para trascender este afán posesivo que acaba en la codicia y que a todos nos embiste lo encontramos en la segunda lectura tomada de la carta del apóstol Pablo a los Colosenses. Donde se da una respuesta a nuestras inquietudes ante el uso de los bienes materiales, tan necesarios siempre que sea en su justa medida.

La carta es a la vez una respuesta muy personal, pues no olvidemos que Pablo es el apóstol converso del judaísmo que está viviendo intensamente la novedad de la vida cristiana, hasta el puno de afirmar que vive, pero ya no vive él, ya no es él, sino el mismo Cristo quien vive en él. Por eso a “sus hijos”, nuevos cristianos de la ciudad de Colosas, (ciudad al este de Éfeso en la zona del Asia Menor), les dice:Buscad, aspirad alos bienes de allá arribaporque vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.

No les dice “odiad los bienes materiales”, si no que señala como prioritario el buscar y el aspirar a los bienes de allá arriba”. Les propone pues una tarea de búsqueda de la autentica libertad interior, necesaria para centrarse en el seguimiento de Cristo. Así, las cosas materiales pasan a convertirse en un simple medio para la autentica libertad humana pero nunca en un fin en sí mismos.

Esta carta de Pablo diríamos hoy que es un modelo de acompañamiento espiritual, porque para lograr esa libertad interior el Apóstol no desdeña señalar una “lucha” que consiste en poner unos límites al “ego” humano, a los deseos más primarios de la persona, por ejemplo, el “no robar” o “no desear los bienes ajenos”. En su carta llega a hacerles un repaso del Decálogo. Visto como una normativa necesaria para poder abrirse a una comunicación con los demás, recordándonos a todos el sentido del ascetismo cristiano, cuya última finalidad es abrirse a la alteridad, es decir abrirse a los otros para encontrarse con Cristo.