domingo, 10 de octubre de 2021

Santoral: San Daniel y compañeros mártires

SAN DANIEL

Daniel Fasanella nació en Italia, en el pueblo Belvedere Marítimo, proviniendo de familia noble (Fasanella). San Daniel era sacerdote secular, cuando hizo oidos a las maravillas que realizaba el patriarca San Francisco, quiso conocer en persona a tan milagroso Santo. Visitándole en Agrópolis recibio de sus manos el seráfico hábito en diciembre de 1219. Poco después pasó a Calabria donde San Francisco le encomendó la tarea de convertirse en ministro provincial. San Daniel hizo el noviciado durante cinco años en el célebre Convento de Carillano. Durante este tiempo forjó su caracter de humildad, pobreza y obediencia a Dios. Terminado este tiempo de forjado interior, San Daniel ya estaba preparado para poder realizar su anhelo de predicación del evangelio. También le fue encargada la tarea de fundación de varios conventos.

San Daniel y sus compañeros mártires se reúnen en el convento de Santa María del Socorro, de allí parten a Castrovillari. Desde Castrovillari parten a Belvedere Marítimo a fin de conseguir todos los medios necesarios para el gran viaje. La llegada a Ceuta se produce el 26 de septiembre de 1227.

San Daniel y sus compañeros Santos planearon que su primera decisión sería ir a Marruecos para que fuera allí donde empezar a predicar la fe cristiana, pero se dieron cuenta que podían perfectamente comenzar en Ceuta su camino pues era en esta ciudad donde confluian todas las circunstancias que hacían necesario el comienzo de su gran labor pastoral. Esta ardua tarea que todos acogieron de buen grado comenzó prácticamente después de tomar tierra en Ceuta, empezando a predicar la palabra de Dios a los cristianos que les dieron buena acogida. Estos cristianos se encontraban situados fuera del recinto amurallado de Ceuta, basicamente eran mercaderes. En este barrio de cristianos existía una pequeña iglesia o ermita conocida con el nombre de Santa María de Marruecos. Pasados los días planearon el comienzo de la predicación a todos aquellos que no comulgaban con la fe en Cristo.

Los cristianos cuando supieron de sus propósitos, intentaron que desistieran de sus intenciones, pero ellos al contrario reafirmaron su convicción decidida de morir por Jesús Salvador. El primer sábado de octubre todos se confesaron y recibieron la Sagrada Comunión de manos de San Daniel. El domingo durante el alba entraron los siete religiosos en la ciudad secretamente, puesto que no les estaba permitido a ningún cristiano entrar en ella sin permiso especial de los sarracenos. Vistiendo los hábitos y con enorme valor y cubiertas sus cabezas de cenizas, discurrían los Santos por las calles y plazas donde había más concurrencia de infieles gritando a voz en grito que no hay salvación fuera del nombre de Jesús. Paraban a los moros dandoles las prerrogativas de la Salvación, cuando estos oyeron semejante discurso, se encendió entre ellos la ira, se abalanzaron sobre los religiosos, apaleándoles, escupiéndoles y golpeándoles.

De no ser por los letrados musulmanes hubieran muerto allí mismo, salvaron momentáneamente a los frailes prefiriendo llevar el asunto por el rigor de la justicia. De allí condujeron a los predicadores a la presencia del gobernador. El gobernador ordenó encarcelarlos para poner en prueba la constancia, valentía y arrojo de los clérigos cristianos.

Intentaron en vano disuadirlos de su fe, intentaron hacerles desistir de su entereza pero éstos permanecían firmes en la fe, replicándoles San Daniel que Mahoma era un falso profeta y que solamente la ley cristiana era la verdadera. Ocho dias estuvieron nuestros mártires en oscuras y deleznables mazmorras, recibiendo tormentos y vejaciones. En la carcel tuvo lugar un milagro con el que Dios quiso constatar la virtud y fe de todos ellos, haciendo que las celdas se inundaran de luz y esplendor, rompiéndose las cadenas que sujetaban manos y pies, mientras cantaban jubilosamente alabanzas al Señor su Dios.

Los guardias que observaron tal milagro huyeron despavoridos y temerosos para contárselo al gobernador. El gobernador comprobó in situ que era verdad lo que sus hombres le habían contado. El gobernador entonces pensó que los Santos eran unos magos que a través de hechizos y brujería intentaban embaucar a todos sus hombres. Fueron llevados a palacio e intentaron sobornarlos con promesas y regalos para que abandonasen definitivamente la fe en Cristo. Ante la insistente negativa de los Santos, fueron condenados a la pena de muerte. Daniel y sus compañeros fueron decapitados, siendo posteriormente sus cuerpos entregados a la chusma, hasta que los cristianos piadosos recogieron sus restos mortales.