viernes, 15 de abril de 2022

Triduo Pascual - Viernes Santo

VIERNES SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR


Ayuno y abstinencia

En este día, en que «ha sido inmolada nuestra Víctima Pascual: Cristo, lo que por largo tiempo había sido prometido en misteriosa prefiguración se ha cumplido con plena eficacia: el cordero verdadero sustituye a la oveja que lo anunciaba, y con el único sacrificio se termina la diversidad de las víctimas antiguas» (San León Magno).

En efecto, «esta obra de la Redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada antes por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo, el Señor, la realizó principalmente por el Misterio pascual de su bienaventurada Pasión, Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró nuestra vida. Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera» (SC, 5).

La Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su propio nacimiento y su misión de extender a toda la humanidad sus fecundos efectos, que hoy celebra, dando gracias por tan inefable don, e intercede por la salvación de todo el mundo.

La celebración de la Pasión del Señor, se lleva a cabo con vestiduras rojas, y al terminar la celebración no se dice «Podéis ir en paz».

Lecturas:

- Is 52, 13 — 53, 12. Él fue traspasado por nuestras rebeliones (Tercer cántico del Siervo del Señor).

- Sal 30. R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

- Heb 4, 14-16; 5, 7-9. Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación.

- Jn 18, 1 — 19, 42. Pasión de nuestro Señor Jesucristo.

Hoy no se celebra la eucaristía. Cristo crucificado es el centro de la liturgia de hoy. La liturgia de la Palabra está centrada en la pasión y muerte del Señor, anunciada por el profeta Isaías: “Mirad al que traspasaron por nuestras rebeliones” (cf. 1 lect.). Una pasión, voluntariamente aceptada, por la que hemos sido salvados (cf. 2 lect.). Hoy se lee la Pasión según san Juan. En este relato aparece la herencia que nos dejó Cristo, cuando dijo a Juan: «Ahí tienes a tu madre», refiriéndose a la Virgen María, la segunda Eva, Madre de la nueva humanidad redimida. Tras una amplia oración universal, se adora la cruz y luego se distribuye la sagrada comunión. En la orac. sobre el pueblo se expresa la esperanza en la resurrección del Señor.

La acción litúrgica transcurre en silencio y en contemplación. La celebración consta de las siguientes partes:

Rito de entrada: procesión en silencio y oración.

Liturgia de la Palabra en la que se proclama especialmente la narración de la Pasión y se ora solemnemente por todos.

Adoración de la Cruz. La Cruz es signo del triunfo de la donación y del amor supremo de Jesús.

Rito de la comunión. La comunión es configuración sacramental con Cristo, muerto y resucitado.

Rito de conclusión. Las oraciones finales recuerdan a la asamblea, comunidad de la cruz, que debe vivir lo que ha celebrado.

Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra ningún sacramento ni en este día ni en el siguiente, excepto los de la Penitencia y la Unción de enfermos. La sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos que no puedan participar en dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.

El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros ni manteles.

Después del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razones pastorales se elija una hora más tardía, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, desde el mediodía hasta el atardecer, pero nunca después de las nueve de la noche.

Las lecturas han de ser leídas por entero.

La historia de la Pasión del Señor según san Juan se canta o se proclama como el domingo anterior sin cirios ni incienso, no se hace al principio la salutación habitual, ni se signa el libro, pero se dice al final «Palabra del Señor».

Después de la lectura de la Pasión es oportuno hacer una breve homilía. Al final de la misma, los fieles pueden ser invitados a permanecer en oración durante un breve espacio de tiempo.

Para la adoración solo debe exponerse una cruz, suficiente, grande y bella. Este rito ha de hacerse con el esplendor digno de la Gloria del misterio de nuestra salvación.

Acabada la distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la píxide a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario.

Después de la celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos o cuatro candeleros. Dispóngase en la iglesia un lugar adecuado para colocar allí la cruz, a fin de que los fieles puedan adorarla, besarla y permanecer en oración y meditación. Hasta la Vigilia pascual se hace genuflexión sencilla a la Cruz.

Los ejercicios de piedad, como son el viacrucis, las procesiones de la Pasión y el recuerdo de los dolores de la santísima Virgen María, en modo alguno pueden ser descuidados, dada su importancia pastoral. Los textos y los cantos utilizados han de responder al espíritu de la liturgia del día. Los horarios de estos ejercicios piadosos han de regularse con el horario de la celebración litúrgica de tal manera que aparezca claro que la acción litúrgica, por su misma naturaleza, está por encima de los ejercicios piadosos.

Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial. Las exequias sin misa han de celebrarse sin canto, sin órgano y sin tocar las campanas.