jueves, 7 de abril de 2022

Evangelio diario: 07-04-2022

Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 51-59

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.


Comentario

La promesa esencial de Jesús es la de no morir para siempre. La vida vencerá a la muerte. Quizás no le entendieron los oyentes. Creyeron que Jesús hablaba de no morir, no de convertir esta vida en otro modo de vivir, sino continuar para siempre con el mismo modo de vida. Jesús se sitúa fuera del tiempo: Abrahán, dice, llegó a conocer su vida, la vio y se alegró. Los judíos entienden que fue Jesús quien conoció a Abrahán: “¿no tienes aún cincuenta años y has visto a Abrahán?”.

Como tantas veces nos encontramos en el evangelio de Juan, Jesús no responde directamente a las preguntas que los judíos le hacen. En este caso la respuesta de Jesús les confunde más: él es anterior a Abrahán. Es fácil entender y hasta comprender que los judíos concluyan que Jesús se está riendo de ellos. De ahí su reacción, apedrearle, que obligó a Jesús a esconderse.

Jesús sorprendió y sigue sorprendiéndonos. Sabemos que el evangelio de Juan es en parte suma de distintas tradiciones de palabras de Jesús, a veces no bien unidas, al menos con la lógica que esperamos. El texto de este evangelio a pesar de su dificultad para entender su lógica, no deja de ser una llamada a ver lo que somos, ver nuestra historia desde la perspectiva de Dios, al que Jesús llama Padre. Ha de ayudarnos a reinterpretar nuestra vida, como inmersa en Dios. Nos pide que veamos a Dios en nuestra vida, que la intentemos ver con ojos de Dios, más allá de las peripecias puntuales de nuestro vivir.

No es fácil no dejarse someter por la circunstancia; pero es necesario vivir la circunstancia en referencia a la visión trascendente, en Dios, de nuestro ser. Difícil reto, pero necesario.