jueves, 14 de abril de 2022

Comienzo del Triduo Pascual - Jueves Santo

COMIENZA EL TRIDUO PASCUAL
(Después de la hora nona)


JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR

Con la misa que tiene lugar en las horas vespertinas del jueves de la Semana Santa, la Iglesia comienza el Triduo pascual y evoca aquella Cena en la cual el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, habiendo amado hasta el extremo a los suyos que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino y los entregó a los apóstoles para que los sumiesen, mandándoles que ellos y sus sucesores en el sacerdocio también lo ofreciesen.

Toda la atención del espíritu debe centrarse en los misterios que se recuerdan en la misa: es decir, la institución de la Eucaristía, la institución del Orden sacerdotal y el mandamiento del Señor sobre la caridad fraterna; son estos los puntos que conviene recordar a los fieles en la homilía, para que tan grandes misterios puedan penetrar más profundamente en su piedad y los vivan intensamente en sus costumbres y en su vida.

Misa vespertina de la Cena del Señor, se celebra con vestiduras de color blanco. Mientras se canta el himno  «Gloria a Dios», de acuerdo con las costumbres locales, se hacen sonar las campanas, que ya no se vuelven a tocar hasta el «Gloria a Dios» de la Vigilia pascual, no se recita el Credo, no se dice «Podéis ir en paz».

Lecturas:

- Éx 12, 1-8. 11-14. Prescripciones sobre la cena pascual.

- Sal 115. R. El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo.

- 1 Cor 11, 23-26. Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.

- Jn 13, 1-15. Los amó hasta el extremo.  



Comenzamos hoy el Triduo pascual. Hoy la liturgia nos hace presente la última Cena del Señor con sus apóstoles, en la que instituyó el sacramento de la eucaristía, memorial de su pasión, muerte y resurrección, banquete de su amor, sacrificio nuevo y eterno (cf. 1.a orac.). La 1 lect. nos recuerda la primera cena pascual en Egipto, cuando los israelitas fueron librados de la muerte por la sangre de los animales sacrificados con la que habían rociado las dos jambas y el dintel de la casa. Nosotros hemos sido salvados por la sangre de Cristo, nuestro Cordero pascual. El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo (sal. resp.). Él nos ha amado hasta el extremo y nos llama a imitarlo, lavándonos los pies unos a otros (Ev.). Después de la misa, el Santísimo Sacramento queda reservado solemnemente para su adoración.

La sagrada comunión solo se puede distribuir a los fieles dentro de la misa; a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora.

Adórnese con flores el altar con la moderación conveniente al carácter de este día. El sagrario ha de estar completamente vacío al inicio de la celebración; se ha de consagrar en esta misa suficiente pan para que el clero y el pueblo puedan comulgar hoy y mañana.

El lavatorio de los pies a aquellos previamente designados, que según la tradición se hace en este día, significa el servicio y el amor de Cristo, que ha venido «no para ser servido, sino para servir» (Mt 20, 28). Conviene que esta tradición se mantenga y se explique según su propio significado.

Los donativos para los pobres, especialmente aquellos que se han podido reunir durante la Cuaresma como fruto de la penitencia, pueden ser presentados en la procesión de las ofrendas junto al pan y el vino, mientras se canta «Ubi cáritas est» u otro canto apropiado.

Será muy conveniente que los diáconos, acólitos o ministros extraordinarios lleven la Eucaristía a la casa de los enfermos que lo deseen, tomándola del altar en el momento de la comunión, indicando de este modo su unión más intensa con la Iglesia que celebra.

Terminada la misa, se despoja el altar en el cual se ha celebrado. Conviene que las cruces que haya en la iglesia se cubran con un velo de color oscuro o morado. No se encenderán velas o lámparas ante las imágenes de los santos.

Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.


Reserva y adoración

Prepárese un lugar para la reserva, preparada en alguna parte de la iglesia o en alguna capilla convenientemente ornamentada, que invite a la oración y a la meditación. No se pierda de vista la sobriedad y la austeridad que corresponden a la liturgia de estos días.

El traslado y la reserva del Santísimo Sacramento no han de hacerse si en esa iglesia no va a tener lugar la celebración de la Pasión del Señor el Viernes Santo.

El sacramento ha de ser reservado en un sagrario; no ha de hacerse nunca una exposición con la custodia. El sagrario no ha de tener la forma de sepulcro; la capilla de la reserva no se prepara para representar la sepultura del Señor, sino para conservar el pan eucarístico destinado a la comunión del Viernes Santo.

Invítese a los fieles a una adoración prolongada durante la noche del Santísimo Sacramento en la reserva solemne. En esta ocasión es oportuno leer una parte del Ev. según san Juan (capítulos 13-17).

Pasada la medianoche, la adoración debe hacerse sin solemnidad, dado que ha comenzado ya el día de la Pasión del Señor.