domingo, 24 de abril de 2022

Domingo II de Pascua - Domingo de la Misericordia

La incredulidad de Tomás - Caravaggio 1602
Palacio de Sanssouci - Postdam (Alemania)


Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 12-16


Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo.

Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor. La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que al pasar Pedro, su sombra por lo menos cayera sobre alguno.Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén llevando enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban.



Salmo 117

R. / Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

R. / Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.

R. / Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Señor, danos la salvación,
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.

R. / Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.




Lectura del libro del Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19

Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, 
en el reino y en la esperanza en Jesús, 
esaba desterrado en la isla de Patmos, 
por haber predicado la palabra de Dios 
y haber dado testimonio de Jesús.

Un domingo caí en éxtasis
y oí a mis espaldas una voz potente,
como una trompeta, que decía: 
Lo que veas escríbelo en un libro, 
y envíaselo a las siete iglesias de Asia.
Me volví a ver quién me hablaba, 
y al volverme, vi siete lámparas de oro, 
y en medio de ellas una figura humana, 
vestida de larga túnica 
con un cinturón de oro a la altura del pecho.

Al verla, caí a sus pies como muerto.
El puso la mano derecha sobre mí y dijo: 
–No temas, Yo soy el primero y el último, 
yo soy el que vive.
Estaba muerto, y ya ves,
vivo por los siglos de los siglos; 
y tengo las llaves de la Muerte y del Infierno.
Escribe, pues, lo que veas, 
lo que está sucediendo 
y lo que ha de suceder más tarde.




Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos.

Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
–Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
–Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
–Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
–Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
–Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
–Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
–Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
–¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
–¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.



Comentario

No nos puede sorprender que la Iglesia nos proponga la lectura de este Evangelio en el domingo de la Octava de Pascua. En él se nos explica la “relación” entre los discípulos y el Resucitado en dos apariciones. La primera tiene lugar “al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana” cuando sólo diez de los discípulos, asustados y encerrados, son testigos de la aparición de Cristo y reciben de Él el Espíritu Santo. De la misma manera en el momento de la creación “Yahvé formó al hombre con el polvo de la tierra; luego sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre tuvo aliento de vida”.

El encuentro con el Resucitado es siempre una nueva creación para el hombre por medio del Espíritu Santo. Y es a través de ese Espíritu Santo que la Iglesia recibe el ministerio de perdonar los pecados como nos recuerda el Evangelio de hoy.

La segunda aparición se realiza al cabo de ocho días, una semana más tarde, cuando los discípulos se reúnen de nuevo en el mismo lugar. Entre ellos esta vez también se encuentra Tomás, a diferencia de la vez anterior. Éste había desaparecido en el momento crucial, pero era el mismo que en la pasión de Jesús animaba a los otros discípulos para mostrar su solidaridad con el Maestro: “vayamos también nosotros a morir con Él”.

Estos dos días, el primero y el octavo, son el testimonio de que ya desde el principio los cristianos se reunían regularmente para encontrarse con el Señor Resucitado. De hecho el encuentro con el Resucitado no se da fácilmente en la soledad ni un solo día al año adornados con nuestras “mejores galas”. El encuentro con Cristo pasa por el testimonio de los Apóstoles y la comunión con la Iglesia que los tiene como fundamentos. Ni si quiera Tomás, que con tanta radicalidad le siguió en vida, se escapa a esta regla. El gran contacto con Cristo resucitado, incluso el tangible, puede ser experimentado con aquellos que se encuentran “congregados en un mismo Espíritu”. Y no se trata de ningún tipo de “solidaridad de clase”, sino de experiencia de la Iglesia, una Iglesia que no siempre puede ser perfecta pero que hace tangible en ella las llagas del Resucitado para suscitar la fe.

El problema de Tomás no es la duda de si Jesús se apareció o no, sino si sus compañeros apóstoles dicen la vedad o no, si en verdad han visto el Resucitado. El problema es fiarse de los hermanos. Muchas veces nuestro problema es más cercano al de Tomás de lo que podemos pensar; el problema es si reposamos o no nuestra fe sobre el testimonio apostólico de la Iglesia. Porque a través de él se nos ha transmitido el Resucitado. Quizás por esto Jesús hace inmediatamente la afirmación por primera vez en el Evangelio de “Bienaventurados los que creyeron sin ver”.

En la tradición de la Iglesia el octavo día es considerado otra vez como el primero, es como volver al principio, es como volver al paraíso. No sin razón por ello, ya en los tiempos antiguos, los nuevos bautizados en la noche de Pascua que eran revestidos con túnicas blancas las llevaban durante toda la semana, para experimentar en ellos la nueva creación, su nuevo renacer en Cristo por el agua y el Espíritu, su renacer a la verdad que los Apóstoles les habían retransmitido. Por ello este domingo es llamado domingo “in Albis” (en blanco) y es también para nosotros el comienzo de un nuevo viaje al paraíso…