Domingo V de Cuaresma (21 de marzo)
En la primera oración de este domingo, pedimos que «avancemos animosamente hacia aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo».
Por su muerte y resurrección Dios ha hecho con nosotros una Alianza Nueva con una ley no escrita en tablas de piedra: «Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones», leemos en la primera lectura.
El Evangelio nos recuerda —refiriéndose a la muerte de Cristo— que «ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no muere, da mucho fruto». Imitemos a Cristo, aborreciéndonos a nosotros mismos en este mundo, para guardarnos así para la vida eterna.