sábado, 13 de junio de 2020

Solemnidad del Corpus Christi




Primera lectura
Lectura del libro del Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a


Moisés habló al pueblo diciendo:

«Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para probarte y conocer lo que hay en tu corazón: si observas sus preceptos o no. 
Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para hacerte reconocer que no solo de pan vive el hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de Dios. 
No olvides al Señor, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con serpientes abrasadoras y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres».



Salmo 147

R/. Glorifica al Señor, Jerusalén

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sion.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.

R/. Glorifica al Señor, Jerusalén

Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz.
R/. Glorifica al Señor, Jerusalén
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

R/. Glorifica al Señor, Jerusalén


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 16-17


Hermanos:

El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo?


Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan.



Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».
Disputaban los judíos entre sí:
«Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. 

Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».



Comentario:

Desde el comienzo de la Creación el aliento de Dios está presente en lo creado, de modo especial en el hombre. El viejo pacto entre Dios y el hombre en el Antiguo Testamento con el Pueblo de Israel, se ha convertido en Jesús, Hijo de Dios, en Nueva Alianza que alcanza a toda la humanidad, sin que importe ya la raza, la lengua o el género.

La fidelidad de Dios hacia su pueblo se ha convertido en Jesús en promesa de vida eterna, en una eternidad que transciende el tiempo histórico y que va más allá de nuestra muerte corporal. En su comunión con Él participamos ya, como enseñan los Padres de la Iglesia, de la divinización porque toda la humanidad está orientada a ver a Dios cara a cara y a morar en su santuario.

La actual pandemia por el Covid-19 nos está retando como humanidad. No hay país o grupo humano que esté libre de esta lacra. Cada día algo es más claro: solo podremos superarla con el esfuerzo de todos. Tenemos la oportunidad de crear nuevos lazos de encuentro y comunión solidaria entre todos. Ojalá que al salir de esta crisis seamos todos mejores personas, más preocupados, solícitos y solidarios con la suerte de los demás y comprometidos con nuestro planeta.