jueves, 4 de junio de 2020

Evangelio del día: Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote





Primera lectura

Lectura del libro del Génesis 22, 9-18

En aquellos días, llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:

«¡Abrahán, Abrahán!».

Él contestó:

«Aquí estoy».

El ángel le ordenó:
«No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo».
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.

Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «En el monte el Señor es visto».

El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo:
«Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz».

Salmo

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio;
entonces yo digo: «Aquí estoy».

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

«-Como está escrito en mi libro-
para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas».

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes.
No me he guardado en el pecho tu justicia,
he contado tu fidelidad y tu salvación.

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad


Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»,
los que desean tu salvación.



Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 26, 36-42


Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos:

«Sentaos aquí, mientras voy allá a orar».

Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia.
Entonces les dijo:
«Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo».
Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
«Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
« ¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
«Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».

Comentario:

Dice la carta a los Hebreos, el único escrito que llama a Jesús Sacerdote: 
«Convenía que aquel, para quien y por quién existe todo, llevara muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación».
Característica fundamental de ese salvador es la solidaridad, en todo semejante a sus hermanos para hacernos semejantes a Él.

Solidaridad que le llevó a la muerte y a vencerla. Así, Cristo fue constituido Sumo Sacerdote, “mediador” entre Dios y la humanidad, igual con Dios e igual con los seres humanos en todo, hasta en la muerte. Característica de su sacerdocio es la compasión; “fiel en el servicio de Dios”, su amor compasivo solo podía venir del mismo Dios.

Identificados con Él por el bautismo, nosotros somos salvados y podemos ayudar a salvar. Lo hacemos cuando ejercemos nuestro propio sacerdocio aceptando la dependencia y solidaridad con los demás, trabajando a su lado, sufriendo y alegrándonos con ellos, diciendo: «Aquí estoy, mándame».

El Nuevo Testamento reserva el término sacerdote para denominar a Cristo y a todo el pueblo de Dios que es sacerdotal. La mediación de Cristo consiste en interceder en favor de todos los miembros de ese pueblo sacerdotal, quienes, por medio del bautismo, se hacen partícipes del sacerdocio de Cristo. Nuestra vida es sacerdotal en la medida en que, unida a la suya, se convierte en una completa oblación al Padre.

La fiesta de hoy celebra también el sacerdocio de todos los ministros ordenados que sirven al pueblo de Dios. Lo destacan bien las oraciones de la misa y el prefacio que se propone. Es un día de oración por la santidad de todos los sacerdotes para ayudarles, aun con sus debilidades y caídas, a ser cada día mejores instrumentos en su servicio de mediación entre Dios y la humanidad.