viernes, 1 de enero de 2021

Evangelio diario: 01-01-2021

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.



Comentario

El evangelio proclamado en esta Solemnidad es la continuación de aquel de la Misa de Nochebuena. Así se nos da a entender la unidad que existe entre estas dos fiestas: la Navidad y su Octava. Entonces, a los pastores se les anunció el nacimiento del Salvador: “Hoy en la ciudad de David os ha nacido el Salvador”, y ahora estos pastores van a comprobarlo. El ángel les había “evangelizado”, les había anunciado una Buena Noticia.

Efectivamente, ellos comprueban en Belén la veracidad del anuncio celeste: “encontraron a María y a José y al Niño acostado en el pesebre”. Se admiran y cuentan. Comienza la fe. María, por su parte, “guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”.

María, la Madre, está viviendo la Navidad. La Navidad acontece en el corazón de aquel que tiene ojos grandes para admirar y dejarse seducir a la vez por tan humilde y sublime misterio. María interioriza este Misterio inefable y lo tamiza a la luz de Dios que habla en el corazón, verdadero pesebre, donde el Emmanuel quiere encontrar sitio y recostarse, quedarse.

En María, la Virgen contemplativa, está la clave para vivir la Navidad como misterio permanente en nuestra vida. Los pastores han “visto y oído”, son los sentidos de la fe, y por tanto no les queda otra cosa que “evangelizar”, “proclamar”, convirtiéndose ellos ahora en “ángeles”, enviados para comunicar un mensaje de salvación a todo el que se cruce con ellos.

El evangelio termina señalando el hecho trascendental que acontecía en las casas hebreas a los ocho días del nacimiento de un niño: su circuncisión, el signo de pertenencia al pueblo de Israel, y la imposición del nombre que determinaría la misión de la criatura durante toda su vida. Siguiendo las indicaciones dadas por el ángel, el Niño es llamado “Jesús”: “Dios salva, Salvador”. Esa será su misión, para eso “ha puesto su tienda entre nosotros”.