lunes, 19 de octubre de 2020

Evangelio diario: 19-10-2020

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:

«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”.
Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios».




Comentario

En este texto evangélico Jesús nos invita a caer en la cuenta que de lo que en verdad tiene importancia, de que la verdadera vida no depende de nuestras posesiones, de que este hombre rico, vive solamente para este mundo y esta vida, que piensa solo en sí mismo, sin darse cuenta de las necesidades de los demás, a pesar de su propia abundancia, del desapego real que debemos tener de los bienes materiales.

Está bien que busquemos seguridad en esta vida, ya que es inherente al ser humano. Pero basar esa seguridad en el «tener» por acumular desmedidamente, o en el consumo desmedido, implica un desequilibrio, una pérdida de sentido y de propósito en nuestro planteamiento de la vida.

Por ello esta parábola nos deja muy claro el equivocado comportamiento de quien vive de manera egoísta, a pesar de que su heredad ha producido fruto en abundancia. Lo que más pena produce es que, en su corazón, no hay lugar ni para Dios, ni para su prójimo.

También la parábola nos ilustra lo trivial y fútil de una vida cuyo centro es el afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. La actitud de esta persona apunta hacia la idea equivocada de que el futuro y la seguridad tienen su garantía en la cantidad de las riquezas.

Los trabajos, las propiedades, las riquezas son bienes necesarios para nuestra vida y nuestro bienestar, ya que nos aportan seguridad y nos ayudan a construir nuestro futuro. Pero se convierte en obstáculo cuando ponemos estas realidades en lo más profundo de nuestro corazón y las convertimos en el sentido de nuestra existencia.

Por ello es muy bueno que nos demos cuenta que el texto evangélico de hoy nos invita a contemplar en Jesucristo al único pobre en verdad, ya que: «no tiene donde reclinar la cabeza», y al único generoso hasta el extremo: «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

En verdad que el trabajo en este mundo sólo encuentra su sentido más pleno en cuanto que sirve para prepararnos la vida definitiva y eterna.

Que el Señor nos conceda «buscar sobre todo el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se nos dará por añadidura».