sábado, 17 de octubre de 2020

Domingo XXIX del tiempo ordinario

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 45, 1. 4-6


Esto dice el Señor a su Ungido, a Ciro:
«Yo lo he tomado de la mano,
para doblegar ante él las naciones
y desarmar a los reyes,
para abrir ante él las puertas,
para que los portales no se cierren.
Por mi siervo Jacob,
por mi escogido Israel,
te llamé por tu nombre,
te di un título de honor,
aunque no me conocías.
Yo soy el Señor y no hay otro;
fuera de mí no hay dios.
Te pongo el cinturón,
aunque no me conoces,
para que sepan de Oriente a Occidente
que no hay otro fuera de mí.
Yo soy el Señor y no hay otro».



Salmo 95

R/. Aclamad la gloria y el poder del Señor.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.

R/. Aclamad la gloria y el poder del Señor.

Porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles no son nada,
mientras que el Señor ha hecho el cielo.

R/. Aclamad la gloria y el poder del Señor.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.

R/. Aclamad la gloria y el poder del Señor.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente».

R/. Aclamad la gloria y el poder del Señor.



Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses


Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz.

En todo momento damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones, pues sin cesar recordamos ante Dios, nuestro Padre, la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y la firmeza de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor.

Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido, pues cuando os anuncié nuestro evangelio, no fue solo de palabra, sino también con la fuerza del Espíritu Santo y con plena convicción.



Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 15-21

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.

Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas: 
¿es lícito pagar impuesto al César o no?».

Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto».
Le presentaron un denario.

Él les preguntó:
«De quién son esta imagen y esta inscripción?».
Le respondieron:
«Del César».
Entonces les replicó:
«Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».


Comentario

Una lectura limitada del texto presentaría la posibilidad de mantener separados el orden de lo temporal y el orden de lo religioso, las cosas del mundo y las cosas de Dios, las realidades profanas y las realidades sagradas.

El misterio de la Encarnación nos da una clave de lectura: Dios ha entrado en diálogo con el hombre y ha creado un espacio sagrado en el corazón de la historia. A imagen de Jesucristo, los bautizados estamos llamados a crear lazos de fraternidad que rompan los esquemas de «ellos y nosotros». La corresponsabilidad de los cristianos en la búsqueda del bien común y en cuidado de la casa común nos llama a respetar la pluralidad de opiniones y cosmovisiones. La solidaridad afectiva y efectiva debe llevarnos a reconocer la dignidad de toda persona. La presencia en los lugares donde se gesta y se decide el rumbo de la política, la economía, la educación, la cultura y la fe, requiere de nosotros idoneidad y valores evangélicos.

No se trata de contraponer realidades, sino de ser creativos en la vivencia de la fe y en el compromiso con la realidad. No se trata de diluir realidades, sino de respetar la justa autonomía y la sana diversidad. Como Jesús, es importante no caer en las trampas de quienes quieren, por derecha o por izquierda, uniformar o formatear tanto a las personas, como a las instituciones o a la realidad. Como Jesús, estamos llamados a responder desde nuestra experiencia de Dios y desde nuestra fe.