domingo, 5 de diciembre de 2021

La espera de Cristo, preparad los caminos... Segundo Domingo de Adviento

San Juan Bautista señalando al Mesias
Paolo de Matheis (1723) - Museo Nacional El Prado

 

Para preparar el camino al Señor que viene, es necesario tener en cuenta los requisitos de conversión a la que invita el Bautista. ¿Cuáles son estos requisitos? Ante todo, estamos llamados a rellenar los barrancos causados por la frialdad y la indiferencia, abriéndonos a los demás con los mismos sentimientos de Jesús, es decir, con esa cordialidad y atención fraterna. No se puede tener una relación de amor, de fraternidad, de caridad con el prójimo si hay “agujeros”, así como no se puede ir por un camino con muchos baches. Hace falta cambiar de actitud.

Después es necesario rebajar tantas asperezas causadas por el orgullo y la soberbia. Cuánta gente, quizás sin darse cuenta, es soberbia, áspera, no tiene esa relación de cordialidad. Hay que superar esto haciendo gestos concretos de reconciliación con nuestros hermanos, de solicitud de perdón por nuestras culpas. No es fácil reconciliarse, siempre se piensa: ¿quién da el primer paso? Pero el Señor nos ayuda a hacerlo si tenemos buena voluntad. La conversión, de hecho, es completa si lleva a reconocer humildemente nuestros errores, nuestras infidelidades, nuestras faltas.

El creyente es aquél que, a través de su hacerse cercano al hermano, como Juan el Bautista, abre caminos en el desierto, es decir, indica perspectivas de esperanza incluso en aquellos contextos tortuosos, marcados por el fracaso y la derrota. No podemos rendirnos ante las situaciones negativas de cierre y de rechazo; no debemos dejarnos subyugar por la mentalidad del mundo, porque el centro de nuestra vida es Jesús y su palabra de luz, de amor, de consuelo. ¡Es Él!

También hoy, los discípulos de Jesús estamos llamados a ser sus testigos humildes pero valientes para reencender la esperanza. Pensemos, pues: ¿cómo puedo cambiar algo de mi actitud, para preparar el camino al Señor?


Papa Francisco, 9 de diciembre de 2018






El Salvador - Museo Nacional El Prado
El Greco (1608-1614)

La Espera de Cristo

El tiempo de Adviento tiene un doble carácter: es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, y es a la vez el tiempo en el que las mentes se dirigen hacia la espera de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estas dos razones el Adviento se, nos manifiesta como tiempo de una expectación al mismo tiempo piadosa y alegre (Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario n. 39).

La reforma litúrgica del Concilio Vaticano II ha salvado los dos sentidos del Adviento: preparación para la Navidad y espera de la segunda venida de Cristo. Desde el primer domingo de adviento hasta el 16 de diciembre se resalta más el aspecto escatológico, orientando el espíritu hacia la espera de la gloriosa venida de Cristo, y del 17 al 24 de diciembre, tanto en la misa como en la liturgia de las horas, todos los textos se orientan más directamente a preparar la Navidad. Los dos prefacios de adviento expresan acertadamente las características de una y otra fase.

Destacan en este tiempo claramente tres figuras bíblicas: el profeta Isaías, que se lee a lo largo de todo el Adviento en la primera lectura, y encargado de levantar la esperanza de Israel en los momentos más críticos de su historia, san Juan Bautista, precursor del Mesías, y la Virgen María, como la máxima cooperadora del Misterio de la Redención.