domingo, 5 de diciembre de 2021

Domingo II de Adviento

Primera lectura
Lectura del Profeta Baruc 5, 1-9


Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción que llevas, y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te concede.

Envuélvete en el manto de la justicia de Dios,
y ponte en la cabeza la diadema de la gloria del Eterno,
porque Dios mostrará tu esplendor
a cuantos habitan bajo el cielo.

Dios te dará un nombre para siempre:
«Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad».

En pie, Jerusalén, sube a la altura,
mira hacia el oriente y contempla a tus hijos:
el Santo los reúne de oriente a occidente
y llegan gozosos invocando a su Dios.

A pie tuvieron que partir, conducidos por el enemigo,
pero Dios te los traerá con gloria,
como llevados en carroza real.

Dios ha mandado rebajarse a todos los montes elevados
y a todas las colinas encumbradas;
ha mandado rellenarse a los barrancos
hasta hacer que el suelo se nivele,
para que Israel camine seguro,
guiado por la gloria de Dios.

Ha mandado a los bosques y a los árboles aromáticos
que den sombra a Israel.

Porque Dios guiará a Israel con alegría,
a la luz de su gloria,
con su justicia y su misericordia.



Salmo 125 

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Cuando el Señor hizo volver a los caustivos de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Recoge, Señor, a nuestro cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. 

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.



Segunda lectura
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 1, 4-6. 8-11


Hermanos:
Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy.

Ésta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena la obra, llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús.

Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo Jesús.

Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores.

Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.




Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 3, 1-6

En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Voz del que grita en el desierto: 
Preparad el camino del Señor, 
allanad sus senderos; 
los valles serán rellenados, 
los montes y colinas serán rebajador; 
lo torcido será enderezado, 
lo escabroso será camino llano. 
Y toda carne verá la salvación de Dios».





Comentario

En las lecturas de este segundo domingo de Adviento encontramos la presencia y el mensaje de dos profetas: Baruc y Juan Bautista. Con ellos la Palabra de Dios nos invita a mirar hacia el futuro. No obstante, se trata de un futuro cumplido. Si nos fijamos, lo que dice Baruc, lo actualiza, haciéndolo suyo en su contexto, Juan Bautista: “allanad los senderos, rellenad los valles, que los montes se abajen”.

En efecto, lo cierto es que Israel regresó del exilio y Juan Bautista preparó y despejó los caminos para que se viera “la salvación de Dios” en Jesucristo. En consecuencia, la secuencia promesa/cumplimiento que plantea la Palabra es la garantía con la que el creyente se ha de abrir confiadamente hacia la segunda venida de Jesucristo. Esta actitud es la que cabe esperar en quienes avanzamos por el camino de la economía de la salvación en este Adviento 2021.

Precisamente, la venida definitiva del Señor es el tema que plantea la segunda lectura de este domingo. De este modo se completa el escenario de la vida cristiana que el Adviento propone. Así se refleja en la conversación epistolar de Pablo con los cristianos de Filipos. “Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena obra, la llevará adelante hasta el Día del Cristo Jesús”.

La situación de estos cristianos de hace siglos es parecida a la nuestra. Tras la encarnación y la Pascua salvadora de Jesucristo avanzamos por la historia aguardando que la promesa de la Parusía se cumpla. Y, mientras tanto, intentamos ser fieles y luchar por la causa del Reino y su justicia. Pero las cosas no son fáciles. La cotidianidad de la vida está cargada de problemas, de pérdidas de sentido, de fracasos, de soledades e incomprensiones, que pueden acabar con esa esperanza; es decir, que pueden dinamitar la confianza en el futuro prometido y, por tanto, debilitar la fe en el presente.

Conviene fijarse en tres detalles de la Palabra de Dios de este domingo para encontrar respuesta a los retos que la misma palabra nos plantea, vivir en esperanza, luchar contra el desaliento y como actuar desde este Adviento que vivimos.

El primer detalle nos lo entrega el comienzo del evangelio de Lucas. Se trata del deseo de ubicar con precisión el momento histórico en el que la Palabra vino a Juan Bautista para que este comenzara su misión profética.

Llama la atención la minuciosidad con la que el autor sagrado quiere señalar ese contacto de la Palabra con la realidad. Su deseo, sin duda, es mostrar que la promesa de Dios no defrauda. Y esto es verdad, más allá de la exactitud de las fechas que Lucas propone. Este realismo de la Palabra de Dios, que confirma la Encarnación, es el que hemos de recibir como lección en este domingo de Adviento.

También nosotros podemos y debemos describir y presentar nuestro contexto vital en relación con hechos, fechas y personajes concretos. Será un signo claro de inserción en la realidad. En una realidad con la que también tiene que ver la Palabra de Dios que, desde la primera venida del Señor, sabemos que posee una clara tendencia encarnatoria. Es decir, la Palabra de Dios sigue conectando hoy con la historia y continúa teniendo una intención salvadora; entre otras cosas, porque busca vocacionar a alguien para que siga haciéndola resonar en el mundo y, por esta vía, hacer presente, precisamente en nuestra situación, una invitación realista en pro de una conversión humanizadora y salvífica.

De aquí podemos extraer dos caminos prácticos: a) frecuentemos la Palabra de Dios, meditémosla, dejémosle más espacio en nuestras vidas y b) seamos conscientes de la realidad en la que nos hallamos, no intentemos evadirnos de ella; el Dios cristiano que dibuja el Adviento es no solo realista, sino sobre todo encarnado.

Y con la conversión tiene que ver el segundo detalle. Juan Bautista recorría las comarcas predicando la conversión para acoger la salvación. Esa predicación sigue siendo necesaria en nuestros días. Por tanto, hemos de volver a convertirnos a la Palabra (a Jesucristo) e invitar a la conversión a los demás. No hemos de decaer o dejarnos llevar ante los conflictos y problemas. Esa es nuestra responsabilidad creyente. Una responsabilidad muy importante porque significa, ni más ni menos, que, si la cumplimos, proyectaremos a nuestro alrededor la esperanza de que otro mundo es posible y de que las cosas pueden ser de otra manera… conforme al plan de Dios.

Y por último, un tercer detalle. Además del contacto de la Palabra de Dios con nuestras existencias y con la realidad; además de la conversión responsable, algo que se puede hacer o intensificar en este tiempo de Adviento es la oración de los unos por los otros. Orar, sobre todo, por la perseverancia de la Iglesia en este tiempo de difícil esperanza, tal y como Pablo recuerda en la carta a los Filipenses: “Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios”.