miércoles, 15 de septiembre de 2021

Evangelio diario: 15-09-2021

Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena.

Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

- "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo:

- "Ahí tienes a tu madre". Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. 



Comentario

Contemplamos en esta escena a una madre que ve morir a su hijo clavado en una cruz. ¿Hay dolor semejante a ese dolor? Esa madre es, en este evangelio, María de Nazaret, la Madre de Jesús, el Cristo. Una mujer no sólo presente, sino asociada al suplicio que su Hijo sufre por la humanidad. El sufrimiento de ambos se funde en una aceptación y una entrega a la voluntad de los hombres, que matan por odio e ignorancia, y a la voluntad de Dios, que consiente esa ignominia, pero que libera de la muerte y perdona ese pecado. 

María es también, en esa escena, símbolo de la Iglesia. El discípulo amado, que está también al pie de la cruz y acoge a María por encargo de Jesús, representa a los creyentes, que acogen como algo suyo a la Iglesia, que se sienten unidos a ella porque son parte de ella. 

Como madre de Jesús, que es Dios, María suscita respeto y veneración en la comunidad. De ahí deriva toda la devoción que los cristianos, especialmente los católicos, han tenido desde muy antiguo a la que llamamos Santísima Virgen. Es una actitud que ha arraigado profundamente en el corazón de los fieles, que la han visto siempre como Madre espiritual recibida del mismo Cristo. 

Como símbolo de la Iglesia, los cristianos se ven reflejados en ella, porque es el mejor ejemplo de seguimiento de Cristo sobre la tierra, y es a la vez signo de consuelo y de esperanza cierta para el pueblo que peregrina hacia el cielo. Nos invita a seguir sus pasos sin rechazar el sufrimiento, aceptándolo como una forma de estar nosotros también al pie de la cruz, prolongando como Iglesia la obra de reconciliación humano-divina que él vino a realizar y que continúa realizando a través de sus discípulos. 

¿Entendemos también nosotros así nuestro sacerdocio bautismal? Nuestra devoción a María ¿responde a esa invitación a seguir sus pasos?