sábado, 5 de noviembre de 2022

Evangelio diario: 05-11-2022

Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 9-15

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. 
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. 
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? 
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de él.

Y les dijo:
«Vosotros os las dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios».




Comentario

La llamada de atención de Jesús es bastante clara: «Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón». Estad en vela. Estad despiertos y disponibles para poder encarnar el Mandamiento nuevo de Jesús: «Como yo os he amado», para no perder el norte de lo que tiene que ser nuestra vida de amigos no siervos.

Tratar de buscar tablas de salvación en nuestros egoísmos. Poner siempre por bandera en nuestra vida los intereses particulares. No entregarnos del todo ni confiar en todo momento porque siempre buscamos aferrarnos a algo material que nos dé una esperanza caduca y marchita. Mal vivir una existencia cargada de excusas, de rencores, envidias, en las que por estar centradas en ellas nunca nos sorprende un rayo de alegría. De esa manera se pierde la vida. O mejor dicho se ahoga la vida. Aparece una continua polilla que nos va minando por dentro y nos deja huecos, insensibles. Aparece el ladrón que nos roba la paz, la alegría. Aparece una especie de óxido que le quita todo el brillo a nuestra mirada y la apartamos de la cruz de Cristo. Sin embargo, Dios conoce nuestros corazones y nos llama a vivir en fidelidad, justicia, libertad y compasión como hijos de la luz.