lunes, 15 de agosto de 2022

Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María

Primera lectura
Lectura del libro del Apocalipsis 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab


Se abrió en el cielo el santuario de Dios, y apareció en su santuario el arca de su alianza.

Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz.

Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas, y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra.

Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz.

Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono; y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios.

Y oí una gran voz en el cielo que decía:

«Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo».





Salmo 44

R/. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. 

R/. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna.

R/. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.

R/. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.

R/. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.



Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 20-27a


Hermanos:

Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.

Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.

Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida; después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte, porque lo ha sometido todo bajo sus pies.


Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-56


En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.
 
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí,
su nombre es santo, y su misericordia
llega a sus fieles de generación en generación.
 
Él hace proezas con su brazo,
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
 
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahám
y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.



Comentario

El relato evangélico nos remite al encuentro de María con su prima Isabel. María se pone en camino: el encuentro con Dios, la experiencia de Dios en el ser humano, lleva aparejado el deseo de compartir la alegría que supone.

María se pone en camino para ir al encuentro de su prima Isabel: ¿buscamos nosotros compartir la experiencia de fe que vivimos, la alegría de nuestra confianza en la Palabra de Dios? El encuentro con Dios lleva a un plus en nuestro ser y hacer: María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa. ¿Nos sentimos impulsados por nuestra fe a permanecer a lado de quien nos necesita?

Apenas oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno: ¿se mueven nuestras entrañas al encuentro con el Señor? ¿cómo vibra nuestra existencia con la Palabra de Dios, con la vivencia de la eucaristía? ¿es para nosotros un salto de alegría encontrarnos con la comunidad de los discípulos porque sabemos de la presencia de Cristo vivo en medio de dos los que se reúnen en su nombre?

Dichosa tú porque has creído, ¿vivimos la fe como un gozo? ¿mantiene viva y exultante nuestra fe los modos en que la vivimos o se ha convertido en un asunto de cumplimiento que no nos remite a la felicitación y gratitud por la fe de nuestros hermanos?

Magnificat. María convierte la experiencia de Dios en su vida en canto de alabanza. La teología más completa no se escribe, se proclama, se canta. Y en el canto halla lugar el recuerdo, el memorial de sentirse vivificado por Dios. El magnificat es un canto de liberación que culmina Cristo y que remite al primigenio amor de Dios por los pequeños.

Remite a un Dios que escucha los lamentos, que ofrece misericordia y que no olvida la cotidianidad del sufrimiento de los humildes y humillados por la soberbia, la avaricia y el orgullo humano. El magnificat es el canto a un Dios que busca y promueve la fraternidad.

La asunción de María no es solo asunto teológico sino también antropológico. La Asunción de María es profesión de fe en la humanidad, es nuestra ambición más sublime. Es una fiesta que manifiesta la apoteosis corporal como lugar también salvífico.