domingo, 14 de agosto de 2022

Domingo XX del Tiempo Ordinario

Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías 38,4-6.8-10:

En aquellos días, los dignatarios dijeron al rey:
«Hay que condenar a muerte a ese Jeremías, pues, con semejantes discursos, está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y al resto de la gente. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia».
Respondió el rey Sedecías:
«Ahí lo tenéis, en vuestras manos. Nada puedo hacer yo contra vosotros».
Ellos se apoderaron de Jeremías y lo metieron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. Jeremías se hundió en el lodo del fondo, pues el aljibe no tenía agua.

Ebedmélec abandonó el palacio, fue al rey y le dijo:
«Mi rey y señor, esos hombres han tratado injustamente al profeta Jeremías al arrojarlo al aljibe, donde sin duda morirá de hambre, pues no queda pan en la ciudad».
Entonces el rey ordenó a Ebedmélec el cusita:
«Toma tres hombres a tu mando y sacad al profeta Jeremías del aljibe antes de que muera».



Salmo 39

R/. Señor, date prisa en socorrerme

Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito.

R/. Señor, date prisa en socorrerme

Me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos.

R/. Señor, date prisa en socorrerme

Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor.

R/. Señor, date prisa en socorrerme

Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor se cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes.

R/. Señor, date prisa en socorrerme




Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 12,1-4

Hermanos:
Teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.

Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.




Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! 
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».




Comentario

Jesús ha comenzado ya su viaje a Jerusalén y de pronto lanza a sus discípulos estas enigmáticas palabras. Lucas ha hecho del viaje a Jerusalén el eje de su relato evangélico. Ese viaje, esa subida, ese éxodo de Jesús, se convierte en el camino programático para todo seguidor de Cristo. Ese viaje conduce a la Jerusalén que “mata a los profetas”.

Recordemos el caso de Jeremías en la primera lectura. Jesús ha comenzado el viaje presentando las exigencias y condiciones que conlleva su seguimiento. Se trata de un camino de plenitud y de vida abundante que pasa necesariamente por la Cruz, por la entrega de la propia vida. Los discípulos están ya en camino con el Señor, deben tener claro qué significa ir con Él, deben estar dispuestos y decididos a vivir como Él asumiendo las consecuencias.

Jesús es consciente de que le espera un difícil destino, un “bautismo de dolor” que le causa angustia, pero camina con decisión hacia él. Les dice a los discípulos que ha venido a prender fuego y desea que estuviera ardiendo. Es un fuego que trae disensión y odio. Ese fuego es su mensaje, su evangelio, el Reino. Esto causa disensión y odio pues quema como el fuego sacando a la luz las intenciones del corazón humano.

Recordemos las palabras de Simeón en la presentación en el Templo: “este será bandera discutida, signo de contradicción, está puesto para que muchos caigan y se levanten…” Jesús va a correr la suerte de los profetas, su palabra causa hostilidad. Esa hostilidad y rechazo no solo será social sino que va a surgir hasta en la propia familia. La opción por Cristo puede crear confrontación hasta entre los miembros de la familia. El seguidor de Jesús puede sentir este rechazo y esa confrontación no solo procedente del mundo sino de su entorno más íntimo.

Nuestra propia experiencia nos hace comprender estas palabras de Jesús. Jesús es una opción con “riesgo”. La respuesta urge y es sí o no. No cabe tibieza ni mediocridad. Optar por Él implica valentía, osadía, la que procede de saber bien “de quien me he fiado”. El Señor nos anima porque en medio de cualquier hostilidad por su causa Él siempre es auxilio y liberación.