sábado, 5 de junio de 2021

Solemnidad del Corpus Christi




Hoy es la Solemnidad del Corpus Christi, uno de los días más gozosos y festivos del calendario litúrgico. Celebrando con amor la Eucaristía y adorando con fervor el Cuerpo del Señor, la Iglesia manifiesta este domingo su fe en la presencia real y verdadera de Jesús en este “sacramento admirable”. La Eucaristía es el sacramento del inmenso amor del Señor en el que se conmemora su Pascua salvadora; es el Sacramento que vivifica, alimenta y fortalece nuestra existencia cristiana. Vivir de la Eucaristía y vivir la Eucaristía, con todo lo que ello implica, es el compromiso que renovamos en este hermoso día “que reluce más que el sol”, como rezara el refrán popular. 

La solemnidad del Corpus Christi nos recuerda la singular y particular importancia que Jesús daba al comer juntos en torno a una misma mesa. Las comidas de Jesús fueron gestos y acciones proféticas. 

Quien se aproxima al Misterio de Jesús no puede eludir el profundo significado religioso y el valor transcendente que el mismo Jesús quiso imprimir a la comensalidad. Sirvan como ejemplo los relatos de la multiplicación de los panes y los peces, las bodas de Caná… 

Cuando los seguidores de Jesús se volvieron a reunir tras su muerte, ahora ya sin Jesús, con la sola fuerza en la convicción de su nueva presencia resucitada, hasta el punto que podemos hablar de la comunidad del Resucitado, lo hacen, como nos relatan los textos del Nuevo Testamento, celebrando una comida y partiendo y repartiendo el pan, tal como lo habían visto hacer al mismo Jesús. Es más, las narraciones sobre Jesús, que después pasaron a ser relatos acerca de Jesús, origen de los Evangelios, se fraguaron en estas comidas de fraternidad. 

El sencillo pueblo cristiano, comprendió de una forma más plena y auténtica el sentido profundo de la Cena del Señor hasta el punto que, llevado de su ‘sentido de la fe’, consiguió durante la Edad Media europea hacer de la celebración vespertina del Jueves Santo, la Cena del Señor, una solemnidad particular, pasado el tiempo de Pascua, para realzar y celebrar con total alegría y regocijo la institución de la Eucaristía, esto es, el memorial por el cual Jesús se hace ‘real’, simbólica y sacramentalmente, bajo las especies y signos de pan y de vino en torno a una mesa compartida.