sábado, 4 de julio de 2020

Domingo XIV del Tiempo Ordinario

Primera lectura
Lectura de la profecía de Zacarías 9, 9-10


Esto dice el Señor:
«¡Salta de gozo, Sion; alégrate, Jerusalén!Mira que viene tu rey,justo y triunfador,pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna.
Suprimirá los carros de Efraíny los caballos de Jerusalén;romperá el arco guerreroy proclamará la paz a los pueblos. Su dominio irá de mar a mar, desde el Río hasta los extremos del país».


Salmo 144

R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás. 

R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.

R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 9. 11-13


Hermanos:

Vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo.

Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así pues, hermanos, somos deudores, pero no de la carne para vivir según la carne. Pues si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.


Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30


En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. 
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».



Comentario:

Las lectura del profeta Zacarías y el evangelio de Mateo nos ofrecen el marco de nuestra reflexión dominical. El Profeta ante el golpe que sufrió el pueblo de Israel al quedarse sin la tierra prometida, con dificultades, ante la grandeza de David, sorprende a la audiencia con la llegada de un rey, no fuerte y poderoso sino modesto, cabalgando en un pollino. No viene a destruir, sino a romper arcos y dictar la paz, anunciando la llegada de otro Mesías: pacífico, humilde y justo.

Mateo, sorprende a su vez, hablando de los sentimientos de Jesús, que se conmueve ante gente descarriada, o ante los enfermos, paralíticos, paganos, o de mal vivir. Hoy alaba y da gracias a Dios porque el mensaje es comprendido por sus destinatarios, los que están preparados para dejarse sorprender por Dios y sus criterios de liberación universal. 

Cansados, sobre todo, están quienes perciben su vida como carga pesada, sin origen ni destino por multitud de causas. Jesús, saliendo siempre al encuentro, nos invita con sencillez a abrir la mente y el corazón, a vivir confiados en Dios Padre de otra forma, sin miedos acumulados. Dice el Papa Francisco que cada uno discierne libremente su propio camino para descubrir con más Luz lo mejor de sí mismo, más allá de deficiencias y tropiezos; reconociendo los límites y los apoyos, que salen al paso, podrá convertirse en un enviado más, un servidor de la Buena Noticia del amor al prójimo como Jesús nos ha amado y empujado.

El sentido profundo de la vida donada por Jesús es que sea para todos Vida definitiva, en abundancia; algo posible desde la opción por los últimos: La universalidad para ser incluyente empieza así. Es también sentido y misterio de la vida cristiana: Lo que no se da, se pierde; el amor es re-generador de vida en uno mismo y los demás. El amor entregado a diario, como el de Jesús, ha de nacer libremente, con decisión, consciente de que nadie nos quita nada, sino que lo entregamos todo voluntariamente.