miércoles, 1 de febrero de 2023

Evangelio diario: 01-02-2023

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6,1-6

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.

Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.

Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.



Comentario

La fe sin experiencia del amor misericordioso de Dios resulta hueca, inútil y sin sentido. De ahí que Jesús mande aprender lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios.” Aquellos paisanos de Jesús, dice Marcos, que les resultaba escandaloso, lo que él decía, enseñaba, vivía y realizaba. Allí escaseaba la fe. Como en casi todo Israel. ¿Escasea en nosotros?

La serie de preguntas que este pasaje del evangelio de Marcos recoge, ponen de manifiesto que cuestionan todo lo que se les presenta, de palabra y de obra, porque rompe con los esquemas a los que están acostumbrados. Pensemos nosotros cada una de las preguntas: “¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos?” Luego el ambiente familiar, demasiado conocido, demasiado normal, en exceso corriente. Para ellos nada hay sobresaliente en el ámbito familiar. Jesús los califica: “No desprecian a un profeta más que en su propia tierra, entre sus parientes y en su casa.” Así lo escuchamos reiteradamente en los pasados días de la Navidad, cuando en el Prólogo del evangelio de Juan, se dice: vino a los suyos y no lo recibiron.

La fe permite ver, experimentar y comprender toda la novedad que se ha hecho visible, palpable, cercana, del misterio mismo de Dios. No es consecuencia de lo que vemos, sino que abre el entendimiento de tal manera, que comienza a reconocer todo lo nuevo que Dios está llevando a cabo. Y eso ocurre en la propia vida. Pero también en nuestro entorno. Aprender a mirar con los ojos de Jesús permite que lo nuevo aparezca ante nosotros y nos seduzca.