sábado, 17 de julio de 2021

Domingo XVI del Tiempo Ordinario

Primera lectura
Lectura del Profeta Jeremías 23, 1-6

¡Ay de los pastores que dispersan y dejan que se pierdan las ovejas de mi rebaño! -oráculo del Señor-.

Por tanto, esto dice el Señor, Dios de Israel a los pastores que pastorean a mi pueblo:
«Vosotros dispersasteis mis ovejas y las dejasteis ir sin preocuparos de ellas. Así que voy a pediros cuentas por la maldad de vuestras acciones, oráculo del Señor.

Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las apacienten, y ya no temerán ni se espantarán. Ninguna se perderá -oráculo del Señor-».

Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que daré a David un vástago legítimo: reinará como monarca prudente, con justicia y derecho en la tierra.

En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro.

Y le pondrán este nombre: El-Señor-nuestra-justicia».





Salmo 22


R/ El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

R/ El Señor es mi pastor, nada me falta

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

R/ El Señor es mi pastor, nada me falta

Preparas una mesa ante mi,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

R/ El Señor es mi pastor, nada me falta

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

R/ El Señor es mi pastor, nada me falta





Segunda lectura
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 2, 13-18


Hermanos:
Ahora, gracias a Cristo Jesús, los que un tiempo estabais lejos estáis cerca por la sangre de Cristo.

Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba: la enemistad.

Él ha abolido la ley con sus mandamientos y decretos, para crear, de los dos, en sí mismo, un único hombre nuevo, haciendo las paces. Reconcilió con Dios a los dos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al hostilidad.

Vino a anunciar la paz: paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre por medio de él en un mismo Espíritu.






Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».
Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a solas a un lugar desierto.

Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.





Comentario

Los Doce, que habían sido enviados a misionar de dos en dos, volvían a encontrarse con Jesús para contarle todo lo que habían hecho y enseñado. Curiosamente, este inicio del fragmento evangélico se corresponde con su final: Jesús, antes de saciar el hambre de la multitud con la primera multiplicación de los panes, se puso a enseñarles muchas cosas. Con este sencillo detalle, el evangelista deja entrever a los lectores cuál era el verdadero sentido de la misión de Jesús. Atendería sin duda la imperiosa necesidad de los hambrientos, pero sin olvidar el cometido para el que había sido enviado: dar a conocer a todos el Reino de Dios. Su actividad taumatúrgica se convertía así en un signo de la presencia del Reino.

Se explica, pues, el que Jesús propiciara a sus discípulos un lugar solitario con el fin de reconsiderar y retroalimentar su agitada agenda misional. Había un motivo más para ello: acababa de ser decapitado Juan el Bautista. Como pastores del rebaño, necesitaban el sosiego íntimo y silencioso de la reflexión y la oración para evaluar su experiencia.

¡Tú solo, Señor, tienes palabras de vida eterna! Junto al pan que reconforta al hambriento, no puede faltar el alimento de la Palabra. La compasión de Jesús, solidario ante cualquier emergencia, llega hasta lo más hondo del ser humano: bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados; venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados...