sábado, 10 de julio de 2021

Domingo XV del Tiempo Ordinario

Primera lectura
Lectura del Profeta Amós 7, 12-15


En aquellos días, Amasías, sacerdote de Betel, dijo a Amós:
«Vidente, vete, huye al territorio de Judá. Allí podrás ganarte el pan y allí profetizar. Pero en Betel no vuelvas a profetizar, porque es el santuario del rey y la casa del reino».
Pero Amós respondió a Amasías:
«Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y cultivador de sicomoros.
Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo Israel”».




Salmo 84

R/ Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está cerca de los que lo temen,
y la gloria habitará en nuestra tierra.

R/ Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo.

R/ Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

El Señor nos dará lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
y sus pasos señalarán el camino.

R/ Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.




Segunda lectura
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1, 3-14


Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.

Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.

Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.

En él, por su sangre, tenemos la redención, el perdón de los pecados, conforme a la riqueza de la gracia que en su sabiduría y prudencia ha derrochado para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad: el plan que había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.

En él hemos heredado también los que estábamos destinados por decisión del que lo hace todo según su voluntad, para que seamos alabanza de su gloria quienes antes esperábamos en el Mesías.

En él también vosotros, después de haber escuchado la palabra de verdad -el evangelio de vuestra salvación-, creyendo en él habéis sido marcados con el sello del Espíritu Santo prometido.

Él es la prenda de nuestra herencia, mientras llega la redención del pueblo de su propiedad, para alabanza de su gloria.




Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.

Y añadió:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.








Comentario

Es una paradoja de Jesús: Nos invita, nos reúne junto a él y, cuando ya estamos a su lado, tan a gusto, felices y contentos, decide que nos desinstalemos y salgamos al mundo sin decirnos claramente a qué vamos ni adonde tenemos que ir.

Jesús acaba de tener una decepcionante experiencia en la sinagoga de Nazaret y, tal vez por eso, decide enviar a los doce según Marcos, a complementar la misión. Son seguramente números simbólicos: doce son las tribus de Israel y doce son los primeros enviados; indicando la responsabilidad de todos en la misión. 

Esa es una de las ideas que podemos sacar de estos episodios del evangelio: la buena noticia, el mensaje de que Dios nos ama debe llegar a todos los hombres. No se puede quedar en la comunidad de los “discípulos”, por muy numerosa que esta sea, sino que debe extenderse a todo pueblo y nación, y todos los discípulos estamos comprometidos en la tarea.

De dos en dos. Nos manda por parejas. Es una forma de evitar que podamos sentir el miedo de la soledad y al mismo tiempo prever que el mensaje que se dé, sea creíble. Recordemos que el testimonio concordante de dos era prueba suficiente de verdad ante cualquier tribunal judío.

Es también una forma de evitar la tentación del personalismo, de que el mensajero, el enviado, llegue a creerse -o ser creído- el autor del mensaje. La actuación colegiada impide que una tentación de soberbia, de individualismo, malogre la extensión del propio mensaje. La Buena Noticia es lo que importa, no quien la anuncie.

No da Jesús instrucciones sobre el mensaje a transmitir, tal vez no es necesario, pues todos saben que el mensaje importante de Jesús es anunciar la cercanía, el amor del Padre. Pero si las da sobre el modo en que ha de transmitirse: los signos de pobreza de los mensajeros son evidentes: no llevan bolsa en la que tener la tentación de guardar para el mañana; no llevan dinero con el que poder comprar lo necesario; no visten dos túnicas, símbolo de riqueza; no tienen nada suyo y dependen, para sobrevivir, de la generosidad de los anfitriones. Deberán ponerse en las manos de Dios, confiar plenamente en él y lanzarse a la aventura.

Lo que Cristo nos propone es el abandono en sus manos, el desapego de los bienes. No que no los tengamos, sino que ellos no sean otra cosa que medios para mejor servir a Dios, que su defensa y conservación no nos impidan caminar hacia el hermano al que tenemos que anunciar la Buena Noticia que Jesús nos ha traído.

Jesús nos quiere mensajeros en el camino. Estamos muy a gusto al lado del Maestro, escuchando sus palabras, viendo como actúa, y él decide mandarnos por el mundo adelante, solos, a llevar su mensaje hasta los lugares más remotos.

Sin embargo, los hombres y mujeres de fe, se ponen en camino y anuncian a Cristo desde su pobreza. Nada tienen, nada valen, económicamente hablando, luego pueden predicar el mensaje de Cristo con toda claridad. No se podrá decir que velan por la seguridad de “su chiringuito”, pues el que nada posee, nada tiene que asegurar.