sábado, 15 de mayo de 2021

Domingo VII de Pascua - Ascensión del Señor

Primera lectura
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11


En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseño desde el cominezo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. y ascendió al cielo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días, les hablándoles del reino de Dios.

Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino:
«aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días».

Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
Les dijo:
«No os toca a vosotros conocer los tiempos y o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y “hasta los confines del mundo”».

Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».




Salmo 46

R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad.

R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.

R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.




Segunda lectura
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1, 17-23


Hermanos:
El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.

Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.





Lectura del santo Evangelio según San Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. 
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. 
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

Ellos se fueron a predicar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.




Comentario

Jesús acaba su vida terrena y vuelve al Padre. Es la fe que profesamos cada domingo: subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre.

Estar junto al Padre es estar en el amor del Padre. Desde el día de la Ascensión, los seguidores de Jesús conocemos que nuestra meta final es estar donde está Jesús, con el Padre.

Celebrar la fiesta de la ascensión del Señor es celebrar que Jesús ha adquirido la plenitud más allá de las posibilidades humanas: en Dios. Es creer que Jesús hombre como nosotros, ha entrado en la vida íntima de Dios, es partícipe de su divinidad. Es celebrar que está en el cielo, es decir que tiene un lugar en el corazón de Dios, en una existencia nueva, plena y feliz. Que tiene a Dios en plenitud y vive su amor.

La ascensión de Jesús no es sólo su triunfo; es también el nuestro, porque sube con nuestra carne. Por eso, en esta fiesta celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio; el triunfo de todo lo que nos eleva como seres humanos, sobre lo que nos deshumaniza. Es la fiesta de la superación humana, el triunfo de todo lo positivo. Es celebrar que nuestra meta es el cielo. Dios es el cielo.

No nos conformemos con los horizontes estrechos de este mundo; aspiremos a un amor sin egoísmos ni ambigüedades, a una vida plena en la que se realicen todos los sueños humanos de felicidad, vida, amor y armonía. Aspiremos al cielo. Pero, sin olvidar, que el único camino que tenemos para ir al cielo es la tierra.

Si queremos anunciar esta buena noticia, debemos anunciarla con obras que hagan creíble el evangelio.

Obras que quiten los demonios del individualismo, el egoísmo, la injusticia; obras que liberen de ideologías endemoniadas y pobrezas que deshumanizan (la ideología siempre, a la larga, «es una realidad destructora de la dignidad humana»).

Anunciemos el Evangelio con obras que den cuenta de que no nos envenena el odio y el insulto que nos rodea cada día; ni nos envenena el pesimismo y el desencanto de esta sociedad.

Con el nuevo lenguaje del amor; no nos hará daño la violencia ni la prepotencia, que envenena la convivencia de la relación entre las personas.

Tomaremos en nuestras manos: las serpientes de la mentira, el soborno, la corrupción, la murmuración, que causa estragos en las relaciones humanas.

Sentiremos que, el Evangelio proclamado, tiene «poderes mesiánicos» liberadores, y el Señor actuará con nosotros para destruir lo que amenaza y mata la vida.

En la victoria de Cristo estamos marcados por el Aleluya pascual, por la música de la esperanza, por la vida buena y santa.

Por eso, ascendamos en humanidad, libertad, madurez, plenitud humana, compromiso comunitario. No nos quedemos ahí plantados, levantémonos y ascendamos en fe y amor, acompañados por los más débiles.

Sólo ascenderemos si sabemos que estamos abajo. El bautismo nos hará ascender más allá de nuestras posibilidades humanas. ASCENDAMOS COMO HIJO DE DIOS.

Señor Jesús aumenta nuestra fe en ti que estás en la casa del Padre y Te quedaste también con nosotros en el pan, en los hermanos, en el gozo, en la risa abierta, en todo corazón que ama y espera, en estas vidas nuestras que cada día ascienden a tu lado. Amén.