sábado, 8 de mayo de 2021

Domingo VI de Pascua

Primera lectura
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 25-26. 34-35. 44-48

Cuando iba a entrar Pedro, Cornelio le salió al encuentro y, postrándose, le quiso rendir homenaje. Pero Pedro lo levantó, diciéndole:
«Levántate, que soy un hombre como tú».
Pedro tomó la palabra y dijo:
«Ahora comprendo con toda la verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea».
Todavía estaba hablando Pedro, cuando bajó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra, y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles, porque los oían hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios.

Entonces Pedro añadió:
«¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?»
Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara unos días con ellos.




Salmo 97 

R. El Señor revela a las naciones su salvación.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

R. El Señor revela a las naciones su salvación.

El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

R. El Señor revela a las naciones su salvación.

Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.

R. El Señor revela a las naciones su salvación.




Segunda lectura
Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 4, 7-10

Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.

En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él.

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.




Lectura del santo Evangelio según San Juan 15, 9-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. 
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. 
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. 
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. 
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. 
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. 
Esto os mando: que os améis unos a otros».





Comentario

El diálogo afectivo y continuado de Dios con la humanidad desde la creación sufrió en el correr del tiempo diferentes críticas desde Adán y Eva hasta nuestros días. Todos los seres sometidos a una ley general de atracción/repulsa evolucionaron, se desarrollaron, hasta los grandes avances modernos. La inteligencia humana del paraíso no obedeció el mandato natural… 

La naturaleza creada inteligente es capaz de no resignarse a sus límites y cometer errores de forma continuada y proporcionada en violencia, avaricia, poder y desmanes variados. Tanto amó Dios a la humanidad que envió al propio Hijo al mundo, no para condenarla sino para salvarla. En Jesucristo  tenemos el modelo de humanidad liberadora desde Belén a la muerte en cruz.

Aquel episodio del Concilio de Jerusalén, “No poner cargas” cumpliendo la Ley de Dios hasta la última tilde (como Jesús) lo había vaticinado en el discurso con Nicodemo al decir que necesitábamos nacer de nuevo, abandonando la Ley de Moisés, para aceptar su único mandato del amor. Por un lado, se dice que nuestra esencia es el amor de Dios, y el enviado para la salvación del mundo resume todo diciendo “que os améis unos a otros como yo os he amado”. Un cambio de mentalidad inalcanzable a Nicodemo, y a cada uno de nosotros, si contásemos solo con nuestras fuerzas.

El amor “ágape” necesita mucha gratitud, porque la tendencia natural del ser humano va con facilidad en otra dirección: tendemos a ser amados, a ser regalados, a ser servidos… cuando el amor de Dios, gratuito, requiere aprender a elegir para actuar bien; exige servir y no ser servido hasta convertirse en samaritano considerando prójimo al próximo necesitado de servicio. La verdadera amistad que hace donación de sí hasta hacerlo sacramento de “projimidad” en el matrimonio y caridad-ágape en todo bautizado.

Comenzaba el evangelio: “Como el Padre me amó, así os he amado yo, permaneced en mi amor”. Quiere decirnos que Él nos amó primero y siempre, a todos, sin más. Por nuestra parte, la energía ofrecida en Pentecostés nos recuerda la presencia del Espíritu Santo, que es abogado defensor certero en la evangelización a que somos enviados.